De modo erróneo, cierta historiografía sostiene que Adolf Hitler accedió democráticamente al gobierno, sin embargo, desde la ciencia política se puede afirmar que su construcción de poder fue bajo la constante destrucción de los consensos democráticos y la exclusión de un enemigo constituido en base al odio y la movilización social.
Y parecería cumplirse el apotegma hegeliano que sostiene que «la historia se repite dos veces», sumado a la afirmación marxista de que «una vez es como tragedia y otra como farsa», en la historia universal al menos, y Jair Bolsonaro se está convirtiéndose en una comedia de la experiencia nazi, que puede ser una catástrofe para la democracia brasileña.
Quizás sirva como ejemplo una experiencia. Un colega tuvo que repatriar a su hijo de Brasil, porque allí sus compañeros lo amedrentaban por extranjero y lo acusaban de tener un padre marxista, ya que es profesor en una universidad federal. Es un clima social instalado en ese país, que está construyendo ese enemigo interno schmitiano.
Y el huevo de esta serpiente lo incubó el mismo establishment brasileño, que dejó crecer una propuesta para frenar a toda costa el regreso del PT al gobierno, pensando que el sistema institucional ideado por la dictadura militar, donde la fragmentación partidaria generaba un esquema de presidencialismo de coalición, iba a encuadrar a Bolsonaro, sin embargo, este actúa por encima e incluso contra todo el régimen político.
De hecho, así como la izquierda hegemonizada por el PT propiciaba la movilización popular para lograr la conquista de derechos, ahora la derecha arengada por Bolsonaro congrega a sectores medios intolerantes y masas sociales convencidas por el discurso goebbeliano, de que la «política partidaria» es el mal de todos sus problemas, y se apresta a sumarse a una convocatoria que realizó el bolsonarismo para el 15 de marzo que se propone barrer con el Congreso y el Supremo Tribunal Federal, o sea con la división de poderes de la República.
Es más, Bolsonaro apela a la complicidad del empresariado, cuando los invita a sumarse a boicotear a la «prensa podrida» de Brasil, y a las fuerzas armadas, dándoles cada vez más protagonismo en el Gabinete, a tal punto que nominó como jefe de la Casa Civil al general del Ejército Walter Souza Braga Netto, exinterventor militar en la seguridad de Río de Janeiro (2018).
Los sectores democráticos de Brasil tienen el desafío de generar un freno al embate contra la democracia de Bolsonaro. Quizás propiciando coaliciones democráticas parlamentarias, poniendo en agenda un impeachment contra el ataque institucional, o alianzas electorales que eviten una dictadura legalizada. «
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