A pesar de los chats que la muestran hablando con Brenda Uliarte, antes y después del intento de asesinato de la vicepresidenta, la joven de 21 años calificó a su amiga de "fantaseosa". Y dijo que jamás creyó que fuera a ejecutar lo que hizo.
“Qué hija de puta, se metió adentro antes del tiro”, lamentó Uliarte cuando comentaba, a través de mensajes de Whatsapp, que había “mandado a un tipo” –supuestamente Fernando Sabag Montiel- a “meterle un tiro” a la vicepresidenta.
Esa situación quedó corroborada, según entiende la jueza María Eugenia Capuchetti, con los mensajes que intercambiaron esa noche Brenda Uliarte y Sabag Montiel.
El “tipo” al que Uliarte había asignado la misión de asesinar a CFK fracasó esa vez por falta de oportunidad y acaso de decisión.
“La tenía ahí”, lamentó Uliarte. Sabag Montiel debía dispararle cuando saliera a hablar a los seguidores que durante toda la jornada estuvieron acompañándola ante la colocación de vallas por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero cerca de la medianoche, cuando finalmente se subió a un escenario improvisado y transmitió un mensaje de calma, tras una jornada de extrema tensión, había “un móvil de C5N” y menos gente que durante el día. “La gente se está yendo”, le escribió Sabag Montiel a Brenda. “Ya fue”.
Luego vendría el ataque del 1 de setiembre. El arma accionada y el disparo que no salió. Brenda, según captaron las cámaras, estuvo en el lugar.
Agustina Díaz, detenida en la víspera por un rol que no estaba claro (si encubridora o partícipe) declaró ante la jueza y pasó de ser una eventual pieza clave en el atentado a una inmadura y vulnerable adolescente que se vio envuelta en la causa penal más compleja de la actualidad.
Díaz no parece formar parte de la organización que investigan la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo, ahora con la vicepresidenta como querellante. Pero desde al menos el 27 de agosto sabía que Uliarte (con quien negó tener una relación estrecha pese a que en los mensajes reiteradamente le dice “te amo”) hablaba de un plan para asesinar a la vicepresidenta.
Un primer indicio de que su rol no era central en la organización del magnicidio surgió esta mañana, cuando aceptó como defensores particulares a los abogados Marcelo Herrera y Javier Molina, quienes fueron contactados por el padre de Díaz. Los otros dos detenidos, Fernando Sabag Montiel y Brenda Uliarte, rechazaron la posibilidad de ser asistidos por un defensor privado y optaron, en una suerte de estrategia común, por los defensores oficiales Juan Martín Hermida y Gustavo Kollman, respectivamente.
Agustina Díaz reconoció el intercambio de mensajes de Whatsapp con Uliarte, pero resignificó el contenido. Ambas se conocían por haber cursado juntas el colegio secundario, pero no tenían una relación de amistad íntima, ni siquiera cercana. Por eso no supo explicar por qué figuraba en el teléfono de Uliarte como “amor de mi vida”.
Los chats parecen mostrar otra cosa.
Díaz definió a Uliarte como “fantasiosa” y “fabuladora”. Por esas características supuso que no hablaba en serio cuando mencionaba la posibilidad de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner. Le sonaba tan irreal como su vocación de ser presidenta de la Nación para impulsar una ley que permitiera castrar (literalmente) a los violadores. “Cortarles la p…”, citó Díaz.
Además indicó que Uliarte calificaba de “chorra” a CFK y exhibía hacia ella sentimientos rayanos en el odio. Pero no creyó que fuera a tal extremo de hacerle creer que esas proclamas de vocación de asesinarla estuvieran realmente en sus planes reales.
Sus abogados defensores pidieron la excarcelación. La jueza Capuchetti tiene tiempo hasta mañana para resolver si se la concede o se la deniega. Dependerá de su evaluación y del dictamen del fiscal Rívolo.
Por la tarde fueron trasladados hasta el juzgado los otros dos detenidos.
La causa volvió a quedar bajo secreto de sumario. La investigación se mueve a impulsos espasmódicos y los investigadores van modificando criterios a medida que aparecen datos nuevos. ¿Podría haber nuevas detenciones? Hasta ahora, cada vez que la jueza resolvió implantar el secreto dispuso una detención: primero Brenda Urialde; luego Agustina Díaz.
El secreto de sumario frustró la posibilidad de que los abogados de CFK pudieran interiorizarse en el expediente como hubieran deseado. Tanto José Ubeira cuanto su socio Marcos Aldazábal deberán esperar a que la jueza les permita acceder al expediente digital y a los anexos de documentación y prueba. No tienen grandes premuras. Optaron por un perfil cauto y en principio parecen determinados a acompañar las acciones de Capuchetti y Rívolo, sobre quienes la vicepresidenta parece haber depositado un voto de confianza.
“Vamos a acompañar todo lo que creamos que hay que acompañar, pero también vamos a proponer y a corregir lo que creamos que no está bien”, dijo esta mañana Ubeira en declaraciones a la TV Pública.
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