Adrián Napolitano: “Me muero por volver a la cancha, ya habrá tiempo”

Por: Roberto Parrottino

El Panadero, famoso por tirarle gas pimienta a los jugadores de River en La Bombonera, recién ahora empezó a recuperar su vida normal, aunque fue expulsado como socio. Hoy, casi un año después de aquella noche escandalosa, se vuelve a jugar por primera vez un Superclásico en la cancha de Boca. Él lo verá por televisión desde su casa.

El Amigo de la Campera de Boca sale del supermercado con un paquete de yerba. Cuando dobla en la calle Paseo de la Patria para irse a compartir unos mates en el depósito de Valentín Alsina en el que trabaja, se frena en la esquina. «Está bien, amigo, si es más bueno que el pan…», suelta apenas se le pregunta cómo está Adrián Napolitano, el Panadero, el hombre al que el jueves 14 de mayo de 2015 a las 22:04 le cambió la vida después de tirarle el líquido tóxico a los jugadores de River en La Bombonera. A 50 metros, en la Avenida Perón al 2436, la panadería Ideal, herencia de su padre Héctor, como ser bostero. Adrián, dicen allí, no está, y no pueden dar más información. La mañana fría cede ante los vestigios del sol. De repente, el Amigo de la Campera de Boca apunta con el dedo: «Mirá, ahí pasó». El tránsito fluye por la avenida. Nada. «¿No me creés? Ahí lo llamo, ya vas a ver». A los dos minutos, el Panadero se acerca al cordón a bordo de la camioneta del reparto. Detrás suyo, las bolsas de pan.

Napolitano no era un barrabrava de paravalancha ni un socio que iba a la cancha y listo: era un hincha activo y organizado, que desde principios de la década del 90 se presentaba en el lugar que jugara Boca, y que, a partir de esa obstinación, conoce a los barras y, también, a los dirigentes. De hecho, perteneció hasta 2007 a la Agrupación Nuevo Boca, de Roberto Digón, en los últimos tiempos frecuentó a José Beraldi, candidato a presidente en las elecciones de diciembre, y en el allanamiento policial a su casa le encontraron ocho carnets.

Entonces, sin gorro amarillo de lana ni piluso azul, con el pelo corto, la barba incipiente, el Panadero confirma que está más tranquilo, que se levanta a la madrugada para hacer lo que hacía siempre, amasar, repartir pan, para luego buscar a su hija Victoria en la escuela y almorzar con Romina, su mujer. No quiere entrevista ni foto. En las horas previas a que Boca juegue por primera vez con River en La Bombonera después de aquel partido por la Copa Libertadores, dice.

-Qué te parece… Me muero por volver a la cancha, ya habrá tiempo.

El Panadero va a ver el partido en la casa. Como mucho, después del shock, Napolitano se come alguna puteada en la calle. Ya no mensajes anónimos, llamadas para joderlo, amenazas. Tuvo que vender, eso sí, una de las tres panaderías de la empresa familiar. Desde julio, la confitería de Lanús cambió de dueño y se llama Sarita, no Ideal. Quizá tampoco vuelva de vacaciones a Venecia, a las góndolas. Porque al final y al cabo en el barrio nunca fue Adrián o el Panadero: siempre fue y será el Tano, como su viejo.

Habitué –y reconocido– en la tribuna norte baja de socios desde hace más de 20 años, el Panadero recorrió el país y el mundo con Boca, siempre con el enterito como prenda característica. En 2001, en las calles de Cali, Napolitano le decía al programa El Aguante, del canal TyC Sports: «Empecé yendo solo y ya junté un grupo bárbaro. Lo mío es Boca. Yo me levanto pensando en Boca, qué hace Boca, cuándo juega Boca. Es así. Yo no jodo para nada. Por ejemplo, hay un cumpleaños en 15 días y lo primero que pienso es: ‘¿Juega Boca?’. Primero está Boca, después todo lo demás». Un año antes, Martín Palermo marcó el gol del muletazo ante River en La Bombonera por la Libertadores y la cámara de televisión lo capta colgado del alambrado de la norte baja, llorando, con una bengala encendida en la mano. En 2003, en el Estadio Internacional de Yokohama, aparece con su vestimenta tradicional, sosteniendo un paraguas, en una foto de la hinchada publicada en la revista El Gráfico, mientras Boca se consagraba campeón de la Copa Intercontinental ante Milan. En 2007 viajaría por cuarta vez a Japón para ver al equipo. Así comenzó a hacerse conocido el Panadero, que siempre entraba, incluso con la colaboración de algún dirigente o periodista.

El socio 26.269 –el 24 de mayo cumplirá 38 años– renunció a su condición un mes después del partido del gas pimienta como una estrategia para evitar la expulsión del club. Sin embargo, el 30 de junio Boca expulsó a Napolitano a través de la Asamblea de Representantes. Pablo Superno, presidente del Departamento de Socios, aclara: «Además, hubo una recomendación en la votación para que si alguna vez quiere volver con otra Comisión Directiva, no vuelva a ser socio». Aunque Superno se apresure en marcar que Daniel Angelici, presidente de Boca, no lo conocía, al Panadero se lo vio adentro de la cancha, al borde del campo de juego, en el partido que Boca jugó ante Zamora en Venezuela por la Copa Libertadores que derivó en el cruce con River. En 2006, cuando regía la prohibición para hinchas visitantes, Boca enfrentó a Gimnasia de Jujuy en el norte argentino. El Panadero y otros hinchas de la Agrupación Nuevo Boca vieron el partido desde la popular visitante de La Tacita de Plata. Él viajó en avión desde Buenos Aires. «Fueron ayudados», sostuvo Digón, vice tercero de Boca de 1999 a 2003, cuando el club era presidido por Mauricio Macri. En una nota del diario Clarín, se detalla: «No son barrabravas. Son hinchas de clase media alta que siguen siempre a Boca. Ingresaron al estadio con credenciales de periodista».

«Lo tienen que perdonar. Ojalá lo perdonen y vuelva», pide, ahora, el Amigo de la Campera de Boca frente al Panadero. «Él es hincha de Boca de verdad. Mostrale, mostrale». Napolitano se agarra el cuello de la remera y lo estira hacia abajo. Se ve parte de un tatuaje que se hizo hace tres años: el escudo de Boca ocupa casi todo el pectoral izquierdo. El hombre del escándalo, paradójicamente, lleva a Boca en el corazón.

El juicio sería a fin de año 

Por Federico Amigo

El destino de la causa por lesiones leves agravadas en la que Adrián Esteban Napolitano está procesado con requerimiento de juicio oral recién se resolvería a fin de año. O, incluso, en los primeros meses de 2017. Boca, en tanto, se quedó afuera del proceso en marzo pasado. En una conferencia junto a Rodolfo Arruabarrena, Daniel Angelici había anunciado que el club iría como querellante. Fue el 15 de mayo, a unas pocas horas de que el gas pimienta salpicara el Superclásico en La Bombonera. Este año, sin embargo, Boca llegó tarde: presentó el escrito una hora y media después del plazo establecido y perdió la chance de intervenir como el presidente reelecto había alentado.

Más allá del curso que tome la causa, Napolitano seguirá en libertad. La imputación que determinó la jueza Wilma López sobre el ex socio -fue expulsado por el club- lo exime de prisión. El camino que cualquier abogado exploraría dentro del abanico de posibilidades sería la probation: una reparación económica a los perjudicados y una serie de tareas comunitarias. Esa instancia debe contar con el acuerdo del fiscal, en primera instancia, y con la aprobación y la homologación del Tribunal, en una segunda instancia. Es la ruta por la que apuesta Hernán Carluccio, representante del Panadero. «La investigación está terminada y ahora quedó radicada en un juzgado correccional para hacer la segunda etapa, que es el juicio. Pero no ha cambiado mucho desde el primer momento», sostiene el abogado que, como su defendido, es hincha de Boca. «Está imputado y, eventualmente, si llegamos, iremos a juicio», agrega sobre la causa en la que también están procesados Federico Blanco, Diego Blas Biglia y Gustavo Norberto Florentín, quien integraba la Asamblea de Representantes, la que resolvió expulsarlo.

Si la probation no prospera, el Panadero podría aceptar su culpabilidad a cambio de una condena leve. La última opción, después de un recorrido que puede tardar un año, sería el juicio oral, una instancia poco probable: deberían desfilar por el juzgado, por ejemplo, todos los jugadores agredidos. Algunos de ellos, como Fernando Cavenaghi, Matías Kranevitter y Rogelio Funes Mori, ya ni siquiera están en el país. Ese entuerto acaso sea la llave para que el proceso se defina antes de llegar al Tribunal Oral.

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