El realizador de Pizza, birra, faso, Un oso rojo y Tumberos revela los motivos que lo llevaron a meterse de lleno en la serie de Telefe que en su primera semana al aire alcanzó el rating más alto de la televisión argentina durante 2018. Su obsesión y cariño por el Gitano y la desvinculación de Pablo Echarri. "No lo querían porque su filiación política podía dividir la pantalla", confirmó.
Sandro de América repasa en 13 capítulos la vida y obra de uno de los máximos ídolos populares argentinos. La serie se desarrolla desde las primeras inquietudes artísticas del Gitano hasta su éxito masivo, hace foco en la crisis de los ’80 y el renacimiento que le permitió alcanzar estatura de mito en los ’90. Se trata de la historia más luminosa que filmó Caetano. Sandro es representado según el período de su vida por Agustín Sullivan, Marco Antonio Caponi y Antonio Grimau. El nutrido elenco también incluye a Luis Machín, Muriel Santa Ana, Leticia Brédice, Calu Rivero y Jorge Suárez, entre otros. La reconstrucción de época y el cuidado estético confirman la calidad del producto que en breve también llegará a Chile, Colombia, Perú, Uruguay, Bolivia y Ecuador.
¿Cómo conociste la obra de Sandro?
Creo que como cualquier hijo de vecino. Conocía algo de su música y un poco del mito. Me había comprado un CD de la época de Los del Fuego y cuando yo era chico me acuerdo de que mi viejo lo escuchaba. No estoy seguro si él o mi vieja alguna vez fueron a verlo en vivo. Yo hace tiempo venía con ganas de hacer algo relacionado con la música. En su momento me ofrecieron la película de Gilda, pero no prosperó. En algún momento me puse a escribir la historia de la formación de un grupo de cumbia, pero quedó en la nada. Hasta que surgió la propuesta de Sandro de América.
¿Cómo apareció?
Me llamaron por teléfono y me dijeron: «¿Querés hacer la biopic de Sandro?». El personaje me atraía, me puse a investigar y cada vez me gustó más. Entonces empecé a madurar la idea de cómo querría hacerlo. Lo bueno es que los astros se acomodaron y pudimos concretarlo. Porque en este medio se proponen muchas cosas, pero una minoría muy pequeña se hace realidad. Una vez que di el ok para Sandro, me pasó lo que me ocurre siempre: me obsesioné. Leí todo lo que pude de su vida, escuché mucha música y pensaba todo el tiempo en el proyecto. Es un momento difícil el de la obsesión porque no puedo parar. Pero hay que transitarlo. Trato de usar el envión y aguantar los momentos difíciles, como si fuera un partido de fútbol.
¿Qué fue lo que más te sorprendió en ese período de investigación?
Empecé a ver a un tipo que se hizo a sí mismo. Era hijo único, sus padres no lo acompañaron demasiado en sus sueños, ni tenía grandes amigos ni mecenas para contarle sus cosas. También fue determinante que perdió a su padre relativamente joven. Pero nunca dejó de soñar. Me gustó mucho que no le tenía miedo al ridículo. Sandro no bailaba perfecto. Se sacudía, tenía como convulsiones, no sé que le pasaba (risas). Pero insistía y se convirtió en un artista y un mito. Lo que lo llevaba adelante eran sus ganas de triunfar. Suelo manejarme con personajes más cínicos y nihilistas. La serie tiene algo más inocente y luminoso. Eso me atrapó. Hace rato tenía ganas de hacer algo sin presos, muertos, ni gente drogándose (risas). Recién empezó a circular, pero parece que va bien.
El «caso Echarri»
Durante su primera semana al aire Sandro de América alcanzó un promedio de 15,45 puntos de rating, el más alto de la TV argentina durante 2018. El éxito de hoy tiene más valor para Caetano por las dificultades que debieron sobrellevar. «Teníamos los tiempos bastante acotados. Después del tercer episodio prácticamente los guiones se hicieron en paralelo a la filmación. Así se achicaron los tiempos y se multiplicó el estrés. Pero era hacerlo así o no hacerlo, y creo que lo resolvimos bien», revela el director. Pero la crisis que hizo trastabillar el proyecto fue lo que el propio Caetano denomina el «caso Echarri». Pablo Echarri iba a interpretar a Sandro en la tira según explicó el propio director a Tiempo y abruptamente fue excluido del proyecto en circunstancias poco claras. El actor denunció que se lo relegó por cuestiones ideológicas.
¿Qué pasó con Echarri?
Estaba todo avanzado pensando en él como Sandro. Y de repente Yankelevich (Tomás, en ese momento director de contenidos de Telefe) decidió que no iba a participar del proyecto.
¿Fue por las posturas políticas de Echarri?
Se decía que el argumento era que Echarri partía la pantalla. Lo cual me parece una gran pelotudez. Yo no escuché personalmente a Yankelevich decir eso. Pero me llegó que lo dijo. De alguna manera estoy hablando por terceros, pero no me puedo desentender. No lo querían porque para ellos su filiación política podía dividir la pantalla. Quedarnos sin el protagonista fue un golpe duro y tuvimos que reorganizar muchas cosas. Hablamos con Juan Parodi, el productor de la serie, y con Esther Feldman, una de las principales guionistas, y coincidimos en que era muy complicado darle a otro actor la responsabilidad de hacer de Sandro y reemplazar a Echarri. Por eso decidimos convocar a tres, lo cual nos ayudaría a contar diversas etapas de su vida. Tengo un gran cariño y respeto por Pablo y lamento lo que pasó. Son cosas feas del trabajo. Pero afortunadamente pudimos llegar a buenos resultados más allá de las dificultades.
¿Sentís que vivimos una era dorada de las series o el gran cambio pasa por las formas de consumo?
Creo que definitivamente cambió la forma de consumo de series y eso convocó a mucha gente a mirarlas. Cambió lo que se ve, cómo se ve, cuánto dura y la forma de comunicarlo. Pero también vivimos cierta era dorada, con una oferta muy amplia. No sé qué va a pasar. El cine resiste y creo que en algún momento va a protagonizar un gran revival. Las series son menos crueles. Un fracaso en TV o una plataforma es más digerible porque los costos se amortizan más rápido. El cine puede ser más traumático.
¿Cuál va a ser tu próximo proyecto?
Descansar, aburrirme y ver tranquilo el mundial. La tele es un patrón exigente y te lo hace sentir. Te impone muchas horas de trabajo diarias. Una dedicación exclusiva que no te deja resquicio para ninguna otra cosa. Hay que trabajar menos para tener una vida y trabajar mejor. Pero la gran mayoría de la gente no se puede permitir ese lujo. El progreso es una gran trampa. La humanidad no necesita llegar a la Luna: necesita jornadas laborales más cortas. Tengo ganas de hacer cine, pero necesito darme mis tiempos. «
El recuerdo de Kirchner
En 2011 Caetano estrenó NK: El documental, su trabajo homenaje al presidente Néstor Kirchner. El film no llegó a los cines y sufrió sucesivas postergaciones. Pero el director hace un balance positivo sobre los resultados y su experiencia. «Lo hice por respeto y admiración. Es lo que me generó un tipo que tomó esas decisiones políticas y económicas. Lamentablemente no pude abordar al personaje con la intimidad que hubiera querido, porque trabajé con imágenes de archivo. Pero era algo que sabía de antemano. La incompetencia de los productores hizo que no llegara a los cines. Pero veo en las redes sociales que se hizo como un símbolo para algunos militantes y eso me satisface.
Cada tanto la realización del documental le trae a Caetano algunos sobresaltos. «Hace poco en Twitter me pusieron que me robé la plata de la película y que me vaya a vivir a Venezuela recuerda. Pero lo más gracioso es que desde la cuenta oficial del Incaa dieron ‘me gusta’. Es algo curioso y bastante desprolijo. Me hubiera gustado que al menos me den alguna explicación. Veo bastante difícil que el Incaa apoye mi próxima película (risas).
Un Google personal
Caetano no niega las nuevas tecnologías. Pero mantiene una saludable desconfianza con algunos usos y costumbres contemporáneos.
«Utilizo lo que me interesa. No me gusta Google, por ejemplo. Si quiero saber algo puntual prefiero llamar a mi viejo y de paso le pregunto cómo anda. Uso Google en caso de apuro, para algo laboral o si estoy con mis amigos y queremos resolver algo rápido, ponele. Pero te caga la vida porque te quita el placer de la búsqueda. Es como que venga alguien y te saque la libido. No lo digo desde la nostalgia o desde el ‘todo tiempo pasado fue mejor’. Señalo que en esas búsquedas instantáneas se pierden procesos de aprendizaje y estímulo. Y además es mentira que todo está en Internet. En realidad películas hay muy pocas en relación a la producción mundial», señala el director.
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