Los chicos lo usan para las tareas. Y el 86% de los docentes dice darse cuenta, pero pocos maestros lo utilizan. La falsa "neutralidad" de la herramienta, y el problema de naturalizar una información que no es siempre confiable.
Según una encuesta realizada en noviembre entre docentes y estudiantes del Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico (IUDPT), “9 de cada 10 alumnos ya usan ChatGPT, pese a que su información no es fiable”. Otra encuesta, difundida a mediados de año por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, indicaba que el 86,6% de los docentes podía detectar cuando les entregan trabajos hechos por ChatGPT. Y si bien el 67,4% de los 1.860 educadores consultados aseguró conocer la herramienta, sólo el 22,4% dijo utilizarla en su práctica diaria.
“La IA todavía no forma parte de la actividad educativa cotidiana. No podemos hablar de un fenómeno masivo integrado a las aulas, pero sí podemos decir que muchos alumnos -que en general por ser jóvenes tienen un manejo instrumental de la tecnología mayor que los adultos– descubrieron los ‘beneficios’ del Chat y empezaron a recurrir a él para responder consignas escolares. Donde el docente pregunta por algún tema o hecho, recurren para armar un resumen, un informe, responder preguntas. Eso sí empezó a suceder este año en Argentina y en el resto del mundo: no es un fenómeno exclusivo de este país”, señala Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación por la Universidad de París y asesora principal de la Unesco en Ciudadanía Digital.
Autora de La inteligencia artificial ¿Necesitamos una nueva educación?, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en septiembre último, Morduchowicz considera que ese uso del ChatGPT como ‘atajo’ para resolver tareas “no es un problema del alumno ni de la herramienta, sino del tipo de consigna. Los modos de evaluación tienen fecha de vencimiento. Tendremos que pensar en otras consignas y maneras de evaluar”.
En una clase de Historia de cuarto año en una escuela secundaria privada de la Ciudad de Buenos Aires, las y los estudiantes deben realizar un trabajo sobre la Crisis de 1930. Tienen que analizar un texto en función de dos materiales: un documental y un testimonio. “Entre quienes usaron ChatGPT se notó al toque: pegaron la pregunta textualmente pero no pusieron la fuente ni el video, entonces además de no reescribir, no había uso de la fuente y no cumplía la consigna. Terminaron desaprobando”, cuenta Lautaro León, docente y maestrando en Educación.
Para León, quienes usan esa herramienta en nivel secundario “en general no reescriben, y ChatGPT tiene un formato de redacción y escritura que es muy obvio”. La creciente presencia de este dispositivo en el aula “te obliga a modificar consignas y actividades. En general tenés que volver a la prueba tradicional, y si pedís un trabajo práctico tiene que ser para relacionar con un texto visto en clase, por ejemplo. Algo que la IA no pueda hacer. O hay que resolverlo en el aula con herramientas que la IA no pueda realizar de manera sencilla. Que la operación no pueda ser un copy paste”.
“Por la edad de los pibes, salvo que haya un manejo muy astuto –que algunos tienen, pero son muy pocos- siempre dejan marcas. Dejan los dedos en la escena del crimen, porque son chicos”, grafica Manuel Becerra, profesor y magíster en Historia. “Te presentan un archivo de Word con distintos tipos de tipografía, ves el copy paste. Ese tipo de cosas las he recibido, pero tampoco entendían por qué así no. En Ciencias Sociales y Humanidades pasa mucho que se acostumbran en toda la escolaridad a copiar y pegar. De un libro, de Internet o del Chat. Nadie les dice que no está bien ni les explica qué hay que hacer, entonces naturalizan que la forma de responder es esta. Hay que explicar qué tipo de texto queremos que produzcan y cómo se hace. Hay que trabajar mucho sobre la producción textual”, plantea Becerra, en un desafío que va más allá del impacto del ChatGPT.
“Es una herramienta que hay que mirar con desconfianza –advierte Fabio Tarasow, coordinador del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de Flacso- ChatGPT no es neutral, hay empresas que son dueñas. Hay millones de problemas con este modelo de IA. Pero resulta que si uno piensa cómo generar experiencias educativas valiosas, hay un aliado interesante”.
En línea con el planteo de Becerra, Tarasow sostiene que los problemas que genera este dispositivo en las aulas no son nuevos. “El rey ya estaba desnudo. El ChatGPT lo deja más al desnudo. El problema de copiar y pegar ya existía. Ahora es más obvio”, apunta.
¿Qué hacer entonces para que sirva como ‘aliado’ y no sea un mero atajo tomado por las y los estudiantes? Tarasow propone usarlo como “insumo inicial”, para abrir otras puertas: “Si el docente pregunta por qué Platero y Yo es una gran obra de arte, el Chat devuelve algo. A partir de eso, se pueden hacer preguntas al alumno: ‘¿cómo lo justifica, estás de acuerdo, desde qué otro punto de vista se puede analizar?’. Así, lo que devuelve el chat es el insumo inicial”.
Para Becerra, la complejidad del tema excede la modificación de las consignas y la incorporación de nuevas tecnologías en el aula. “Hay un cambio profundo en la relación con la información y el conocimiento. Y es mucho más drástico que el uso de tal o cual herramienta. Si uno piensa en las bibliotecas populares de principios del siglo XX, salías de la escuela y ahí también leías libros, había literatura popular circulando, comics. Era similar a lo que proponía la escuela. Hoy la cultura extra escolar es radicalmente diferente a lo escolar. Eso es lo que todavía no está del todo estudiado. Que la forma actual de la cultura está a contramano de la escuela. Y no me parece mal, pero hay que analizarlo más”.
Los resultados de la edición 2022 de las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés), que cada tres años realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), fueron noticia en Argentina por el bajo nivel de desempeño que mostraron, sobre todo en Matemática. Pero también por otro dato: 54% de los estudiantes reconocieron que se distraen en clase usando dispositivos digitales.
El porcentaje local se ubicó por encima del promedio, pero da cuenta de una situación global. De hecho, ya varios países avanzaron en la prohibición de celulares en la escuela y este año un informe de la Unesco recomendó restringir el uso de dispositivos en el aula. Se tomaron medidas en este sentido en Francia, Países Bajos, Reino Unido y algunas regiones de España, así como en Nueva Zelanda, Australia, Canadá y países asiáticos.
Para Fabio Tarasow, el problema excede el ámbito escolar: “No hemos logrado ser respetuosos del uso del celular, pasa en el cine, en todos lados. En la escuela tenemos el mismo problema. Su uso en el aula se justifica sólo si va a tener un fin pedagógico. Si no, se apaga”.
Según Manuel Becerra, “hay que hacer algo con los celulares dentro del aula y no alcanza con pedir que no lo usen, hay que establecer consensos. Hoy no pueden no tenerlo en la mano, no tenerlo a la vista. Lo que nos pasa a todos. Y no es solo una cuestión de alumnos, a veces los padres chatean cuando están en clase: tienen que saber que no”. El docente y formador de maestros propuso “una solución técnica que es inhibidores de señal en la escuela, lo cual es una discusión brutal porque afecta derechos, pero a mi criterio hay que inhibir datos también para docentes. Y habilitarlos en los recreos y dejar una red wifi única de la escuela que maneje filtros. Hay una discusión técnica y política que dar”.
Un informe de BTR Consulting citado por RED/ACCIÓN advirtió sobre la influencia negativa del uso del ChatGPT en el aula. El 79% de los 300 encuestados de distintos países de América indicaron que los usuarios son conscientes de que el dispositivo no siempre da respuestas correctas. De todos modos, según el mismo informe, el 64% de los adolescentes dijo haberlo usado al menos una vez.
“Lo interesante de introducir este tipo de tecnologías en la tarea docente es que permite a quienes son expertos/as en las áreas disciplinares enriquecer su práctica, ya que cuentan con las capacidades para discernir entre lo potencialmente valioso para utilizar en la práctica docente y lo riesgoso o falso, dado que el ChatGPT no asegura la validez de sus resultados”, remarca Mariana Gild, secretaria académica del Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico (IUDPT). “Alentar a la formación de estudiantes a que lo utilicen y conozcan sus límites favorece la formación de ciudadanos digitales críticos”, apunta.
“Ninguna aplicación o tecnología es buena o mala en sí misma, sino en su uso, pertinencia y potencialidad. Ahí está la necesaria presencia de un/a docente que oriente su incorporación”, destaca Gild.
Un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid detectó que el Chat GPT desconoce un 20% del idioma español y aún no registra unas 18 mil palabras, sobre las 90 mil incluidas en el Diccionario de la Real Academia Española. Del 80% que sí conoce, hay interpretaciones erróneas en un 5% de las ocasiones. Un factor más que problematiza el uso del dispositivo en las aulas y desafía tanto a estudiantes como a docentes.
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