“Me llamo María como todas las mujeres de la familia de mi mamá, María Ester Donza. Y me llamo Julia como mi papá Roberto Julio Coria, que se llamaba Julio, como su tío, Julio Troxler. Soy igual a mi madre, salvo por dos cosas: soy muchísimo mas vieja, tengo arrugas. Y las cejas de mi papá, a lo Manolito”. Así arrancó su declaración, la primera en un juicio, Julia Coria, y le contó al tribunal por Zoom lo que nunca antes había contado de un tirón.
Años esperando y esa mañana del 31 de julio 2020 le tocó hacerlo desde su casa. “Todo lo que pueda decirles sobre mis padres son reconstrucciones. Si no fueran producto de una investigación vital que involucra muchísimo de mis 43 años, tendrían la consistencia de un sueño, porque sólo me los crucé dos meses”. En febrero de 1977, Julia era una beba de dos meses cuando la secuestraron junto a su madre.
Sentada en su dormitorio, entre cuadernos repletos de anotaciones, con sus dos hijxs y su novio pendientes en otro rincón de la casa, Julia reconstruyó el secuestro de sus xadres, militantes montoneros desaparecidxs. Antes había declarado Nelson Flores, secuestrado en el mismo operativo cuando era un niño de 5 años. Es decir, Nelson y Julia habían compartido ese momento atroz y ahora estaban acá contándolo por Zoom en el juicio por los crímenes en El Vesubio (centro clandestino en Camino de Cintura y autopista Ricchieri, provincia de Buenos Aires).
En su territorio, en su lengua y con sus ritos, Julia contó: “Pasé diez años contándome historias sobre donde estaban mis padres. Era un poco confuso, dado que si era la gente más buena del mundo era raro que no estuvieran conmigo. … Me acuerdo una vez de un recital de Los Beatles en la tele, yo los buscaba en el público e incluso los vi”. Aunque ella no podía vernos, sus amigxs estábamos ahí, algunxs en el mismo barrio y otrxs en otros países.“Lamento en el alma este formato. Me hubiera gustado por un lado tener a los viejos enfrente, y por otro estar ahí con mis amigos, salir, invitarlos a mi casa a comer un guiso, porque es una fiesta”.
Fue la primera vez que asistí a una declaración testimonial en vivo desde el living de mi casa. La transmisión no era abierta, había que acreditarse como en los juicios presenciales, pero podía tomar notas en la computadora, fotos y videos. Cosas que a veces no están permitidas, porque los juicios no son todos iguales. No había que ponerse de pie cuanto entran los jueces. Pero lo extraño no era esa trivialidad, sino las palabras de Julia y el relato de Nelson resonando en el living.
En una sala de audiencias, las rondas de palabras y abrazos tras las declaraciones, en los cafés o en las calles, es central en la liturgia. Aquel silencio que reinaba en las calles por las mañanas, parecía más desolador después de escuchar a Julia, brillantemente demoledora. Escuché varias declaraciones a lo largo de los años, pero Julia es mi amiga tiene una manera de contar y reírse que te hace llorar. Y es una gran comunicadora.
El juicio donde declaró no estuvo en plataformas abiertas. Las personas que mirábamos no nos veíamos, el Zoom núcleo duro así es sólo para el tribunal. Esto ocurrió en un momento incipiente de la virtualidad en que el haber podido retomar las audiencias ya era otra victoria más, mas allá de otros problemas que pueda tener. Pero había un cambio que ya flotaba en el aire de alguna manera. Las palabras de Julia estaban muy lejos del formato judicial clásico.
Una semana después Raquel Robles declaró en la causa Campo de Mayo por el secuestro de Flora Pasatir y Gastón Robles. No pude estar pero sabemos por unos pocos medios que lo cubrieron que en esa audiencia por Zoom Raquel le preguntó al tribunal “¿Dónde están mi mamá y mi papá? Estoy en pelotas frente a la Justicia”, se quitó la ropa y mostró la piel escrita con los nombres de 500 desaparecidxs.
En esos días me pregunté lo mismo que tantas veces en las salas de audiencias: ¿Por qué no podemos acceder a estos registros? ¿Qué pasaría si los testimonios se pudieran ver de manera masiva? Recordé las palabras de Luciano Hazan, miembro del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias de Naciones Unidas, un encuentro en la exEsma. Decía que si se pudieran transmitir los juicios de lesa por televisión, muchas personas dejarían de decir que los genocidas son ancianos víctimas de persecución. El ritual del juicio penal en estos casos implica un tremenda función simbólica. En una ponencia en un seminario organizado por Abuelas de Plaza de Mayo, Gabriel Anitua (doctor en derecho) habla del rol crucial de la “publicidad” de los juicios. Dice Anitua que los de Nüremberg fuero conocidos porque se difundieron con los medios técnicos de su época. “Enseñaba más el juicio que el castigo. El juicio tiene un potencial mucho mayor que el castigo, en tanto transmisor de sentido, por lo que es importante que ese juicio sea conocido”, dice Anitua en El papel del sistema de justicia frente a las violaciones masivas a los ddhh (edición de Abuelas de Plaza de Mayo). Cuando lo que pasa en el juicio pasa a ser conocido públicamente ya no es posible seguir negando.
En Argentina el Juicio a las Juntas fue el primero de los procesos penales en televisarse. Se hizo sin audio, con fragmentos de imágenes parciales. El sistema judicial durante años se resistía a la idea de televisar testimonios. Podíamos ver las sentencias a través de las transmisiones asépticas del CIJ (Centro de Información Judicial), a veces sólo son comprensibles por las personas “entendidas”.
Hasta que hace poco un medio comunitario popular, La Retaguardia, se acercó al Tribunal Oral Federal N° 4 de San Martín con una propuesta: transmitir las audiencias del juicio Contraofensiva (que tuvieron una parte de presencialidad en sala). Lxs jueces Matías Mancini, Esteban Rodríguez Eggers y Claudia Morguese aceptaron y generaron lo que Fernando Tebele, integrante de ese medio, llama “un hermoso problema”.
La Retaguardia nació en 2003 con un programa de radio. Viene transmitiendo algunas sentencias desde 2010, primero en radio y luego en Facebook. En el juicio por La Tablada (empezó en 2018, durante macrismo), La Retaguardia sumó diario digital donde informaba cada audiencia, en un trabajo con otros medios. También hizo el diario del juicio de La Masacre de Pergamino y del juicio por torturas a Luciano Arruga.
“Con La Tablada estaba la misma estigmatización que con Contraofensiva: no se podía hablar. El diario del juicio ayudó a revertir eso”, dice Tebele. “Pero nada fue tan potente como la televisación: cuando se empezaron a escuchar las voces de los hijos y las hijas en las transmisiones de Youtube”.
Después de que la Justicia durante años y argumentando que lxs testigxs podrían “contaminarse “si escucharan testimonios antes de declarar, queda demostrado, como dice Tebele, que “en una causa de hace 45 años, eso no tiene sentido”. La transmisión abrió un cambio radical. “Poder ver a personas hablando frente a cámara del derecho a la resistencia, contando las historias de los militantes, que tanta gente pueda verlo, contribuye a derrotar los intentos de teoría de dos demonios que seguimos teniendo cada tanto”, dice.
Resistir es un derecho
La semana pasada, cuando el tribunal leyó el veredicto de Contraofensiva, éramos más de 1300 personas conectadas al mismo tiempo en el canal de La Retaguardia en Youtube.
Los comentarios con que La Retaguardia acompañaba la sentencia -cada juicio- no sólo ayudan a quienes miramos a comprender la trama sino que le ponen clima. Se comparten referencias a condenas previas y guiños. Algunxs testigxs llegaron a decir que cuando declararon en la sala presencial (vacía) extrañaban a esa parte de cuando lo miran por Youtube.
“Hoy la buena noticia es que la inteligencia está en el banquillo porque resistir también es un derecho”, arengaba Tebele minutos antes de que se diera lectura a la sentencia que condenó a prisión perpetua a cinco imputados en Contraofensiva, que además envió a cárcel común a algunos de los que tenían prisión domiciliaria. era.
La galería del Zoom estremecía, con los represores echados hacia atrás, queriendo alejarse, la mirada extraviada. Y familiares y sobrevivientes conectadxs desde distintos rincones del mundo acercándose para sostener en primerísimo plano la foto de las víctimas y unas flores.
El chat era lo más parecido a una hinchada virtual, donde personas de todo el mundo apachuchaban, agradecían y felicitaban. Entre ellas a la fiscal Gabriela Sosti por su trabajo impresionante, a Pablo Llonto, abogado querellante, y a quienes sostienen la lucha.
La transmisión duró 8 horas y diez minutos, porque después de la sentencia cientos de personas siguieron comentando la sentencia. El video tiene en una semana más de 9600 vistas. Todas las audiencias de los juicios que se transmiten quedan en un archivo al que se puede acceder, en una descomunal tarea de democratización. Eso antes quedaba encapsulado en la órbita de los pasillos judiciales. Hace poco el material se empezó a usar en el Programa educativo La escuela va a los juicios.
“Estamos en la época de la lucha por.la mayor publicidad de los actos del Estado. Hace muy poco la Argentina sancionó la ley de acceso a la información pública que intenta terminar también con la oscuridad de los actos del poder judicial. Deberían algún día conocerse las deliberaciones de las sentencias para ver las caras de los y las jueces, sobre todo los de la Corte”, dijo Pablo.
El de Contraofensiva fue el primer streaming público de un juicio en su tramo testimonial. Se sumaron otros. Cualquier persona puede entrar haciendo clic y sin tener que pedirle permiso a nadie (¿quién decide quién puede escuchar una sentencia o quién entra a un juicio?). Para eso tuvieron que reequiparse a pulmón y aprender a manejar cámaras, porque venían básicamente de hacer radio. Hoy La Retaguardia transmite en YoutubeContraofensiva II, Brigadas /Pozo de Bánfield/Quilmes/El Infierno, Puente 12 II y ESMA IV, Vuelos de la muerte y mega Causa Campo de Mayo.
Los juicios importan y la comunicación comunitaria también
Que sea un medio comunitario el espacio que hace posible este suceso de comunicación no parece menor. “Queda demostrado que los juicios importan, pero no había medios de difusión”, dice Tebele. En La Retaguardia hay 10 personas que se ocupan de las transmisiones (de las 30 que son). No tienen por ahora ningún apoyo del Estado (están explorando diálogos) ni nadie de manera formal para hacer esta tarea, que se sostiene con donaciones espontáneas. La ínfima pauta que recibe de la Ciudad para la radio debió ser defendida a pura militancia en el macrismo, hubo que pelearla para que no se cerrara el registro de medios vecinales. Pero las transmisiones de los juicios se sostienen exclusivamente con donaciones (si alguien desea aportar, el alias bancario es fácil: laretaguardiaradio ).
Las transmisiones han permitido que el juicio sea visto por jóvenes que nunca hubiesen tenido la oportunidad de ir a un juicio. Abre conversaciones en las casas. “Permite ver desde cualquier parte. En la cara de los imputados o testigos permite se pueda reconocer a represores, como hizo una sobreviviente desde su casa, identificando a un comisario de la federal en el juicio Contraofensiva. Es como un multitudinario jurado viendo un juicio”, dice Pablo Llonto, querellante en Contraofensiva y en Vuelos.
Hace poco, otra mañana en el loop de mañanas de mi living en pandemia, sonaban las voces de los exconscriptos en el juicio por los Vuelos de la Muerte. Al rato, mi hijo adolescente pegado a la pantalla de mi computadora, quería saber qué hacía yo en Youtube. Y él entrando por primera vez en su vida a un juicio, queriendo saber quiénes eran las personas que estaban en los mosaicos. Ma, ¿quién es ese? ¿por qué tiene atrás la bandera? ¿Este está preso? Y otras preguntas más complejas de responder. Recordé que Julia en su declaración también había hablado de esta dimensión, que la transmisión además posibilita. Julia habló de tener que decirle a sus hijxs: “Mira, vivís en un mundo donde hay gente capaz de hacer esto y tenés que saberlo. Pero también “No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos. Y además, no nos cansamos”.