Es un testigo clave de la megacausa cuya sentencia se conocerá el miércoles. El "Tigre" Acosta y Astiz, en el banquillo.
En la plaza de su barrio de Tolosa, en La Plata, Basterra recordó su paso por la ESMA a días de que el Tribunal Oral Federal N° 5 dicte el veredicto en una causa que comenzó el 28 de noviembre de 2012, hace exactos cinco años. «Mi primer intento de que parte de esa historia del plan sistemático de tortura y exterminio se conozca fue en mayo de 1984 cuando la llevé a la Conadep», recuerda.
El 29 de noviembre comenzará a cerrar en parte esa historia. Los jueces Daniel Obligado, Adriana Palliotti y Leopoldo Bruglia deberán decidir la suerte de 54 imputados, entre los que hay genocidas de la talla de Jorge «Tigre» Acosta y otros integrantes del Grupo de Tareas 3.3.2 como Alfredo Astiz, Ricardo Cavallo o Jorge Magnacco. La particularidad del juicio es que investigó también los vuelos de la muerte, por los que están imputados los pilotos Mario Arru, Alejandro D’Agostino, Francisco Di Paola y Julio Poch, y el mecánico Rubén Ormello.
Otra característica es que analizó el centro que tuvo actividad durante toda la dictadura, desde 1976 a 1983. Por eso, el testimonio de Basterra es clave: fue detenido en agosto de 1979, el año en que Acosta y el GT 3.3.2 cedieron el lugar preponderante a la Inteligencia Naval.
«Yo fui secuestrado en la ESMA en el año ’79 junto con la que era mi compañera, Dora Laura Seoane, y mi hija, María Eva Basterra, que tenía dos meses. Ellas fueron liberadas a la semana, y a mí, por mi condición de gráfico y fotógrafo, me sacan de la Capucha, que era la antesala de la muerte. Era gráfico especializado en valores bancarios, y en 1980 se instaló el procedimiento de utilizar medidas de seguridad de impresión en la documentación, que antes sólo se usaba en los cheques, y eso de alguna forma me salvó la vida. Les vino bien porque tenían un tipo con conocimiento del tema para la falsificación de documentación. En eso estuve cuatro años y medio», recuerda. En diciembre de 1983 fue liberado, pero la Marina lo vigiló hasta agosto del ’84.
La declaración de Basterra en la Conadep fue producto de un proceso que comenzó en el CELS y que a fines de 1984 presentó en el Juzgado N° 30. En 1985 declaró en el Juicio a las Juntas y en abril de 2013, en el juicio ESMA.
«En el año 1981 había quedado yo solo. Otros compañeros que hacían trabajo esclavo en la parte de documentación, de fotografía en la parte técnica, fueron liberados. Entonces el laboratorio se convirtió en mi trinchera. Ahí comencé a rescatar fotos: de cada represor que me pedía cuatro fotos carné yo hacía cinco y la quinta la escondía», reconstruye. No llegan a 40 los fotografiados que son juzgados en la megacausa.
¿Qué expectativas tiene con el veredicto?
En un proceso normal, como fue desde 2007 a 2015, uno tenía la expectativa de que el poder político no incidía demasiado en los jueces. Considero que hoy estamos ante un gobierno de ultraderecha que va a incidir en todo. Vamos a ver cómo se sienten los jueces que tienen que determinar que casi 60 represores sean juzgados convenientemente.
¿Cuál es el principal temor?
Hay mucho temor con el tema de los vuelos porque, obviamente, no hay testigos. Pero hay pruebas y testimonios como el de Carlos Zorzoli y están las actas de las salidas de los aviones y los cortos viajes que realizaban. También la confesión de (Adolfo) Scilingo. Seguramente habrá absoluciones. Además, hay represores que se murieron. Este juicio debería haber durado dos años y medio.
La ESMA fue el CCD paradigmático de la dictadura…
Es uno de los más grandes, el otro era Campo de Mayo, pero ahí no sobrevivió nadie. ESMA fue un lugar donde la Armada hizo un experimento que en algunos aspectos le salió mal. Por ejemplo, que un tipo como yo, que no tengo muchas luces, pueda dejarlos al descubierto. El problema es que ya hay un antecedente donde jueces dijeron que los tipos habían recibido las órdenes sin conocer que había un plan. Seamos realistas: no sé si van a estar a la altura de las circunstancias.
¿Considera que este debate fue reparador para las víctimas?
Han muerto muchos de los que los que impulsaron este juicio. Te nombro a tres, nada más: Cachito Fuckman, Carlitos Slepoy y Nilda Eloy. Nos estamos muriendo y no sé si es satisfactoria esta situación. Lo que sí es cierto es que sigue siendo una especie de símbolo que un represor, un torturador, un desaparecedor, pueda estar sentado en el banquillo de los acusados y que, encima, pueda ser condenado. Se cumple el viejo axioma: Memoria, Verdad y Justicia. «
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