«Sin educación para el pueblo, no habrá paz para el gobierno». La advertencia está tatuada a mano en prolija letra imprenta sobre un curtido cartón. Lo agita una piba como bandera a la victoria en el cruce de Rivadavia y Callao frente a los sigilosos mastines de la Gendarmería. A unos pasitos, más sigiloso, en sombras, amasando la traición, el Congreso enjaulado.

Fuegos de octubre: segunda tarde del mes en el centro porteño, las fuerzas del aula se manifiestan en multitud contra el veto a la Ley de Financiamiento Universitario. Pedagogía de los oprimidos. Lección del día para los oscurantistas libertarios: donde hay un derecho, nace una lucha. Un par de días después, al menos 50 facultades están tomadas. Y a partir del lunes serán más. Sus protagonistas lo definen con una palabra: el «estudiantazo» entra en ebullición.

Cuando los diputados de La Libertad Avanza, sus aliados cambiemitas y otros tantos héroes del ajuste ratificaron el veto el miércoles, la estudiante Natalia Durán Fonseca sintió que había quedado huérfana: «me enteré en el bondi, viniendo a cursar a la facu, fue como un baldazo de agua fría. La universidad es como mi familia, no entiendo a los que quieren destruirla. El desfinanciamiento, el vaciamiento, el posible arancelamiento son políticas que matan nuestro derecho a un futuro mejor. ¿Mirá si no vamos a luchar para salvarla?».

La joven nacida y criada en el suburbio del suburbio de Almirante Brown estudia Periodismo en la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav). Está en cuarto año, araña el título, el primero en su familia obrera. En la mañana del jueves está conversando con sus cumpas en la sede anclada en la calle España, zona fabril que besa el Riachuelo y sus aguas cenagosas. El paro total y la incertidumbre reinan en la casa de altos estudios de la zona sur.

Gira amargo el mate entre los estudiantes. Anoche en asamblea, luego de cortar la avenida Mitre junto a los compañeros de la UTN, decidieron tomar la sede Piñeyro de la Undav y sumarse al plan de lucha coordinado por el bloque nacional tripartito de docentes, estudiantes y rectorados. Detalla la morocha frente a un mural memorioso de las Madres de Plaza de Mayo: «no hay más margen, nos toca pelear como en otros momentos de la historia. Somos de una generación que no tiene experiencias de tomas, no vivimos los ’90 neoliberales, pero sí el recorte presupuestario de Macri. En esos años yo estudiaba en Lomas de Zamora, me tocó aguantar. Ahora es mucho más salvaje, hostil. Milei odia a la educación pública y lo dice sin vergüenza».

Los no docentes también sufren los sablazos libertarios al presupuesto. «Nos comieron casi un 60% del sueldo. Estudiantes, docentes y laburantes administrativos estamos debajo de la línea de la pobreza. Como la mayoría del país. Cuesta pagar el boleto, ni pensar en comprar algo para comer, estamos todos pauperizados», detalla Claudio Lozarsa, responsable del área de Suministros de la Undav y secretario de Finanzas del gremio no docente. Los guarismos desnudan el ajuste: el presupuesto que invierte el Estado Nacional en la educación superior, ciencia y tecnología no encuentra su piso: motosierra del 34,4% en 2024.

Frente a un cartel que reza «Clases públicas» en el ingreso al edificio de Avellaneda, se indigna el flaco Lozarsa: «mienten cada vez que hablan. Dicen que aumentaron un 200% el presupuesto, pero son gastos de funcionamiento, que no es ni el 10% del total. Salarios, tecnología e inversión están lejísimos de la inflación. Con el presupuesto que anticipan para el año que viene, no sabemos si llegamos a pagar los sueldos».

El Presupuesto 2025 que presentó el Ejecutivo sigue la tendencia bajista. Desciende a otro círculo en el infierno dantesco que sufren los sectores populares. El gobierno destinará 3,8 billones de pesos a las universidades, una cifra que representa un 52% menos de lo que pide el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que es de 7,2 billones. El 95% de esa diferencia tiene que ver con los fondos destinados a los salarios docentes y no docentes, que deberían actualizarse por inflación.

«‘No hay plata, hay que cuidar el equilibro fiscal’, nos dicen los caraduras y les perdonan la deuda a los ricos –mastica bronca el laburante–. Se metieron con derechos básicos, como la educación, la salud, las jubilaciones. Quieren privatizar todo. Es una bomba de tiempo que está a punto de explotar». Tic, tac, tic, tac.

Yo tomo

Aulas vacías, banderas gritando la toma, puertas cerradas. Polaroids universitarias en el cierre de una semana ominosa para la educación superior. Las asambleas cocinan a fuego lento la resistencia. De Ushuaia a La Quiaca, desde los márgenes del Conurbano y la médula de la ciudad de la furia porteña llegan noticias de tomas y vigilias: más de 50 en las 24 provincias. El lunes se sumarán muchas más. Universidades como la de Lanús no están tomadas, pero es cuestión de tiempo: «aún no, la semana que viene sí», anticipan a este diario desde la UnLa. En el horizonte asoma el paro nacional del jueves 17 y movilizaciones regionales para finales de mes. El sector analiza una nueva Marcha Federal. Lejos de la fría academia, florece la universidad de la calle.

La Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, junto a la de Sociales y la siempre combativa Puan, fueron punta de lanza con clases públicas y vigilias. “Sin salarios dignos, la UBA no funciona”, señalan las banderas que cuelgan. Lizbeth Elvis pone el cuerpo en la lucha. Cursa tercer año. La joven de 21 primaveras analiza el presente, pesadilla digna de algún escrito de Freud: «el año pasado se hablaba mucho con los profes de lo que podía pasar, el temor al ajuste y la historia de los gobiernos de Menem, De la Rúa y Macri. Ahora el lobo está acá, se llama Milei y hay que asumir que es una realidad terrible que hay que cambiar».

La estudiante lo sufre en carne propia. Vive en José León Suárez, está desocupada, cuenta las monedas para seguir estudiando: «una fortuna gasto en transporte. Me quedé sin trabajo, hacía encuestas y no sale nada. Mis compañeros están igual. Muchos tuvieron que dejar, se nota en este segundo cuatrimestre». Lizbeth no reprime sus sentimientos y hace catarsis sobre las secuelas del ajuste: «siento rabia, es horrible darse cuenta de que nos quieren sacar un derecho, la educación pública y gratuita de calidad. Yo no podría pagarla, no podría endeudarme con un banco como se hace en Chile. Por eso hay que unirnos, no hacer silencio. Si no, caemos en la encerrona trágica de la que hablaba el psicoanalista Fernando Ulloa, callarse y mirar para otro lado frente a tanta crueldad es ser cómplices».

Universidad de los trabajadores

Y al que no le gusta… «El tema es que este gobierno odia a los laburantes. Por eso va contra las universidades públicas. Casi el 90% de nuestros estudiantes viene de familias sin antecedentes universitarios. Pibas y pibes de los tres cordones del Conurbano que atraviesa La Matanza. Son 35 años de trabajo en este predio que era una fábrica de la Chrysler. Por eso decimos que esta es la universidad de los hijos de los trabajadores», reflexiona el docente Sergio Barberis mientras camina por el verdoso campus de la UnLaM en San Justo. «Universidad tomada», se lee en un trapo grafiteado a las apuradas.

En el oeste está el agite, también la resistencia. Primera toma masiva en la historia de la casa de altos estudios matancera, subrayan las crónicas. Detalla Barberis, profe con tres décadas sobre el lomo y líder del gremio docente: «somos estudiantes, docentes y no docentes codo a codo, que decidimos tomar el predio y cuidar nuestra universidad. El miércoles fue un día nefasto, me hizo acordar a los tiempos de López Murphy y Bullrich, cuando recortaron el 13% en las jubilaciones y los sueldos estatales. Hoy se repite la historia. La decisión no es numérica, de presupuesto. Esas son migajas. Es política, totalmente ideológica: no quieren que los laburantes vayan a la universidad. Van a ir por el arancelamiento, pero no lo van a lograr. Vamos a dar la pelea».

Desde el gobierno insisten con las auditorías, aunque las universidades ya se cansaron de repetir que son auditadas, de manera interna y externa por la Auditoría General de la Nación, que el propio Ejecutivo desfinanció. Mientras tanto, el desfinanciamiento y las penurias económicas mileístas son combustible para la fuga de cerebros y la deserción estudiantil.

“Muchos docentes renunciaron, el sueldo no les alcanza y tienen que tener otros trabajos. En el segundo cuatri también veo cómo muchos compañeros tuvieron que dejar de cursar porque no tienen un mango, ni para apuntes. Me da miedo el futuro, porque quieren arancelar, las privadas nunca fueron una opción, soy laburante, docente en secundarios de adultos, siento que si no es ahora no me voy a poder recibir nunca más», cuenta Belén Garay, estudiante que protesta bajo las columnas de aires jónicos en la boca del campus.

Estuvo en las dos Marchas Federales y se prepara para las que vendrán. Los autos tocan las bocinas en solidaridad y desde un colectivo a los gritos un pasajero recuerda a la madre del diputado macrista Alejandro Finocchiaro, garante del veto en el Parlamento e ingrato docente de la Facultad de Derecho matancera. En la Unsam también protestaron, sobre el puente de la General Paz. Las reacciones de «la gente» también eran positivas. Algo de humanidad.

“Al presidente y a la ministra Pettovello les diría que se acerquen a nuestra universidad, pero no tienen empatía, desconocen las necesidades del pueblo. Disfrutan sacando derechos”, reflexiona Belén y se pierde entre los estudiantes en paro. Los bellos estudiantes que le dan una lección de dignidad a este país, desde la trinchera de la educación pública. «

Diputados declarados «personas no gratas»

De los más de 50 edificios universitarios tomados en todo el país (y que prometen ser más a partir del lunes), la gran mayoría son en el llamado «interior del país». Los puntos más conflictivos se dan en la Patagonia, el Litoral, y una que sobresale, por su tendencia afín a La Libertad Avanza: Córdoba. Allí tomaron la Facultad de Derecho, frente a la Manzana Jesuítica. Una de las imágenes icónicas que dejará el conflicto. Lautaro, alumno, aclaró que seguirá habiendo clases. Y harán asamblea el martes para decidir los pasos a seguir.
En la de Tucumán (UNT), hay dos facultades tomadas. El secretario general de la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad (Adiunt), Diego Toscano, calificó las políticas como un «estudianticidio», que está llevando a miles de chicos a abandonar sus estudios por falta de condiciones adecuadas. Kevin Carricart, estudiante de arqueología, aseguró: «es una traición por parte de los diputados que votaron a favor del veto. Especialmente a los diputados del bloque Independencia de Osvaldo Jaldo y a los del PRO, como Mariano Campero. Los estamos declarando personas no gratas en la UNT». El Consejo Superior de la Universidad de Cuyo declaró «personas no gratas» a los diputados libertarios Mercedes Llano, Alvaro Martínez y Facundo Correa Llano. Llano fue la más criticada, por ser docente de la universidad y haber sido investigadora del Conicet. Y en La Pampa, el diputado Martín Ardohain (PRO) debió salir en el baúl de un patrullero del Aeropuerto, para no ser increpado por estudiantes y docentes. El clima se percibe áspero.