Columna de opinión de Víctor Hugo Morales.
Es la época. La cúpula eclesiástica, el gobierno de oprobio, la mafia mediática y una justicia con un grado de podredumbre que espanta. Ahí lo tenés a Moldes, sacando las apelaciones sobre el caso Papel Prensa y lo de Arribas. Nada les da vergüenza. Moldes hasta tiene un libro de morondanga publicado por Clarín, no hace diez años, sino en 2016 y va y quita la apelación de Piccardi. Viven en los fundillos de Magnetto. Él, los Marijuanes, toda esa caterva de Ricardo Sáenz, Raúl Pleé, Ariel Lijo, Martín Irurzun, Eduardo Farah, los del Consejo de la Magistratura
Coincide con la publicación de Papel prensa, el grupo de tareas. Con Colihue, lo presentamos en la Feria. Es mi mejor libro. Sobre la Justicia, a partir del fallo inaudito de Julián Ercolini y sobre la democracia atrapada en la red de las corporaciones. Renueva y remueve lo conocido, bebe de todas las fuentes y en una combinación de realidad y ficción, intenta echar un poco de luz sobre la mafia mediática y su dominio aterrador sobre los jueces. Trabajé a lo bestia en los pocos tiempos que tengo, llevado en el aire por la pasión y una cierta esperanza de evitar la impunidad bochornosa de aquel fallo, que está en línea con la «justicia» de los Bonadio y todos los que hundieron el valor de la palabra justicia.
Pero dentro de lo malo, algo positivo ocurre. Magnetto está perdiendo una. Mucha gente se dio cuenta de la mentira y la perfidia de Clarín como Grupo. Varios meses mi programa de C5N ganó el segmento. De los últimos 60 días ganó 50 y algún empate. La diferencia del jueves, 2.9 a 1.8, una barbaridad. Pasa también con Silvestre y con Navarro. Inevitablemente, cuando sucede, se disfruta, en equipo, en lo personal. Es justo: hay mucho trabajo y un gran apoyo.
Y frente a un canal pensado para los negocios, la extorsión, la injuria y la mentira. Cansa, a los muy tomados por el odio. Aun los buenos profesionales pagan tributo a una credibilidad declinante. Lo que el Grupo robó no tiene límites. Lo que Macri, es decir su gerente en el gobierno, les dio es propio del grupo más poderoso del mundo dentro de un país. Su poder económico es brutal; el miedo que inspiran paraliza.
Aun así, un rato amable como este, hay que vivirlo con alegría y gratitud. La TV es muy volátil: hay que estar siempre muy activos y superar con creatividad, ingenio, laburo, la potencia económica que hay enfrente. Uno puede preguntarse si influyen los procesos políticos y la relación que los medios construyen con ellos. La credibilidad de un canal se derrama sobre toda la programación. O al revés. Los procesos políticos influyen, por cierto, pero es la imagen general la que gravita y es la que empuja a cada franja horaria. La gravitación de los conductores es muy relativa. Cada día, el programa gana terreno porque la pantalla está caliente, por un acierto en la dirección editorial, por un móvil bien pensado en un lugar clave, por el ritmo que impone el productor general.
Muy detrás de estos aspectos, venimos las caras visibles. El productor Leandro Gabrielle atiende tantos frentes al mismo tiempo que no es humano. Domina los tiempos para que entre lo planeado entre todos con Capasso, Giuliboni y Maislin, decide si algo permanece, mide las tandas, a la competencia. Al final, baja al estudio: parece venir de un combate callejero. Admiro mucho el trabajo de gente como Verónica Aragona que con un móvil bien pensado, a tiempo, te hace ganar. Los editores Guillot y Casasnovas son verdaderos artistas. El aspecto más simpático es la capacidad de los jóvenes. Luciana Rubinska superó las muy buenas expectativas. Iván Schargrodsky tiene mucho talento, es muy informado, ético y humilde. Los vampirizo, me energizan, me hacen feliz. Kablan, Capuya, Morini, Ramírez, Gandini, Miche son capos y Robertito, la estrella, mueve el amperímetro al instante. Torrente y Romero, aportes estupendos. Julia Strada, del CEPA, es muy respetada y Pedro Brieger, un puntal en su mirada del mundo.
Creértela, cuando tenés semejante apoyo, no es para gente de mi edad. Lo que más me ilusiona es que estos valores siempre han estado. Acaso lo que cambió es la calidad de la pantalla, la credibilidad. Nace una esperanza: que la mafia mediática, aunque sea un poco tarde, empiece a perder seguido. Han enloquecido a la sociedad. Han dañado la mente de la gente. Los han llenado de odio. Si los telespectadores les dan la espalda poco a poco, la noticia para la democracia es excelente. «
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