Ramón Ojeda Fuente ya había sido condenado en Tucumán por delitos de lesa humanidad. “Tus nietos pueden desaparecer”, le dijo tras golpearla y encerrarla.
Según publicó el sitio Fiscales.gob.ar, el represor, condenado a 20 años de prisión por crímenes en la megacausa Arsenales II-Jefatura II de Tucumán, estaba bajo el régimen de prisión domiciliaria pero los jueces ordenaron que ahora quede en libertad y le impusieron una prohibición de acercamiento y contacto con la víctima.
Me quitó las ganas de ser mujer, las ganas de vivir. Así se refirió Carmen a la relación que tuvo con Ojeda Fuente y el fiscal lo recordó al iniciar su alegato.
El 28 de julio de 2016, cerca de las 21, el hombre volvió a la casa donde vivía con la víctima, un departamento sobre la calle Lavalle al 1700, en el barrio de San Nicolás. Como el imputado no podía abrir la puerta, tuvo que pedir ayuda a un encargado. Cuando entró, golpeó a su pareja en la boca mientras le decía: Te voy a matar, llegó tu hora; tengo conocidos y voy a matar a tus hijos y nietos. La empujó contra una puerta, lo que hizo que se golpeara la cabeza mientras continuaba gritándole: Vos sos una sirvienta, tengo derecho a matarte. En un momento, la mujer cayó al suelo, lo que Ojeda Fuente aprovechó para patearla en la cintura y arrastrarla por el piso mientras la agarraba del cabello.
Te voy a matar, llegó tu hora; tengo conocidos y voy a matar a tus hijos y nietos, le dijo. La empujó contra una puerta. La mujer se golpeó la cabeza y cayó al suelo. Ojeda Fuente comenzó a patearla.
Soy tu dueño y de acá no te vas a ir, le dijo a la mujer. En un momento, la víctima pudo escapar del departamento (total, ya estaba muerta ahí adentro) y logró pedirle ayuda al encargado de seguridad que estaba en la planta baja. Él la escondió y llamó a la policía, quienes llegaron a los pocos minutos y detuvieron a Ojeda Fuente mientras que la mujer fue trasladada al Hospital Ramos Mejía por las múltiples lesiones que tenía.
En base a este episodio, Carmen contó que el hombre la dejaba encerrada dentro del departamento cotidianamente desde que se mudaron allí, en mayo de 2016. Ojeda Fuente se iba y se llevaba el único juego de llaves, y la amenazaba con matarla a ella y a su familia si trataba de escapar o de pedir ayuda.
Para el fiscal, estos episodios fueron cometidos en perjuicio de quien era su pareja y mediando violencia de género. No obstante, Ojeda Fuente negó tener una relación con la víctima y sostuvo que se trataba de una empleada doméstica a la que había contratado y la definió como una mujer que buscaba candidatos maduros para quedarse con su patrimonio.
La mujer dijo que a fines de 2015 conoció al imputado y que al poco tiempo se fueron a vivir juntos, primero en su casa en Boulogne y después se mudaron a la Ciudad de Buenos Aires. Ella quería estudiar enfermería y Ojeda Fuente le dijo que la iba a ayudar porque tenía contactos: Me sacó hasta las ganas de ser enfermera, se lamentó.
El acusado comenzó lentamente a aislarla, le prohibía trabajar, le restringía el contacto con sus hijos y la dominaba económicamente. La víctima sufría amenazas de muerte y humillaciones constantes: Yo soy de arriba, te voy a matar a vos y a toda tu familia; tus nietos pueden desaparecer, contó el fiscal sobre los dichos del represor. Recalcó, además, que la mujer aún tiene miedo de que su ex pareja mande a alguien a hacerle daño a su familia.
Al momento de calificar los hechos, Vismara consideró que se trataba de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada por la violencia y por el vínculo y lesiones leves agravadas por el vínculo y por haber mediado violencia de género. Sostuvo que Ojeda Fuente afectó la libertad individual de su pareja, por más de que no fuera una privación absoluta: fue ilegal, no había consentimiento; su plan era mantenerla cautiva y aislada y la amenazaba para que no saliera.
A una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa. Antes de los alegatos, Ojeda Fuente hizo su descargo en el que negó los hechos y acusó a la víctima de haberse autoflagelado. Argumentó que nunca tuvo una relación con ella y que era un hombre asexuado y, de la misma forma, la acusó de haberle robado su patrimonio cultural y médico. Al referirse al día de los hechos, sostuvo que él dijo que a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa.
La defensa oficial del acusado cuestionó la imputación por privación ilegítima de la libertad y dijo que la mujer podía salir del departamento y que pudo ver a sus hijos durante esos meses.
Celeste López y Mariano Gorini serían los nombres de los agresores.
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