En el entorno presidencial miran con desconfianza el silencio de Trump. El fin de la tregua con la oposición y los riesgos de una apuesta a todo o nada que complique la gobernabilidad.
Luego de comunicarle su decisión al presidente, Dujovne se la comunicó al FMI. El organismo esperó a conocer el nombre de su reemplazante y despachó a sus auditores. Apenas llegaron a Buenos Aires y se reunieron con el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernánez, la visita transformó los dos meses que le faltan a Macri para llegar a las elecciones en una eternidad. Volvió a exhibir las debilidades del líder del PRO para conducir la crisis y liderar a su fuerza política, tal como hizo el 12 de agosto cuando responsabilizó a los votantes de la oposición por la maxidevaluación del peso luego de las PASO. Dos días después retrocedió sobre sus pasos, pero desde el lunes por la noche parece haber regresado al tránsito inestable de un jefe de Estado irascible con poco margen para aceptar la adversidad y mucho menos para aceptar la derrota.
El vacío de Trump
En la búsqueda de construir un escenario certero para el directorio del Fondo, el gobierno sabía que la misión iba a buscar hacer lo mismo que hizo Lacunza apenas asumió: hablar con los técnicos y candidatos opositores, pero especialmente con los del Frente de Todos. La gran expectativa de Macri está puesta en el desembolso de 5.400 millones de dólares que el FMI no confirmó y que podría ser postergado ante el incumplimiento de las metas previstas en el acuerdo. La decisión política final está en manos del director gerente interino del organismo, el estadounidense David Lipton, que ocupa desde hace tres meses el lugar que ocupaba Lagarde y ejecutará la orden que indique el presidente Donald Trump, dueño de ese sillón. Hasta ahora no hubo señales a favor del desembolso y el mutismo de la Casa Blanca es lo que más inquieta a Macri.
Apenas se ventilaron los detalles de la reunión que mantuvieron el lunes por la tarde con Fernández, la Rosada puso en marcha un operativo de contención para disminuir el fantasma que más interpela a Macri frente a la derrota electoral: el «vacío de poder». En la Rosada las lecturas son dispares, pero la mayoría de los funcionarios consultados no tienen dudas sobre la dureza de los técnicos sobre el escenario de transición. Tampoco de los planteos de Fernández para responsabilizar al Gobierno y al FMI de la crisis, como parte de una negociación en marcha, donde las partes buscarían maximizar sus posiciones antes de encontrar alguna salida.
Macri niega y redobla
Para los voceros del presidente, la ventilación de los primeros datos del encuentro «rompió todo» y lo puso «muy nervioso». Una versión autovictimizante sobre el tránsito febril que vivió Lacunza en la noche del lune, hasta que logró que el FMI sacara un comunicado para desmentir las versiones. Dicen que el martes por la mañana Macri analizó volar los puentes de contacto que hace dos semanas había celebrado. Por la tarde, cuando cerraron los mercados ordenó romper la tregua y convocó a una reunión «de urgencia» con Peña, Lacunza, el presidente del Banco Central, Guido Sandleris y la gobernadora María Eugenia Vidal.
Quizás colonizado por su entorno más inmediato, en la Casa Rosada hablan de un Macri convencido, otra vez, de redoblar la apuesta. Sus colaboradores deslizan que hay tres elementos determinantes: la marcha del sábado en apoyo a Cambiemos, la decisión de intentar remontar la derrota y la decisión de la Justicia de negarle a CFK la postergación del juicio oral por el caso de Vialidad Nacional. En rigor, los tres argumentos son las claves del reinicio de la campaña para Macri, con Pichetto como principal vocero de la ofensiva. Desde este martes por la noche, el senador rionegrino se encargó de responsabilizar a Fernández de la inestabilidad y este miércoles llegó a decir que el ganador de las PASO le pidió a la misión del FMI que no libere el último desembolso de 5.400 millones.
La impotencia de Vidal
La pirotecnia verbal de Pichetto en los medios oculta los malos resultados de la reunión que Macri encabezó con Peña, Lacunza, Sandleris y Vidal. En la Rosada le bajaron el tono al encuentro y aseguraron que fue «de seguimiento». A pesar de las negativas aportadas por los mismos voceros que retratan a un Macri enardecido, en La Plata aseguraron a este medio que la gobernadora reclamó soluciones para relanzar lo que le queda de su gestión con un plan de contención ante la crisis. También volvió a reclamar los 25.000 millones de pesos para compensar el Fondo del Conurbano por inflación. Como respuesta recibió casi los mismos argumentos que repitieron a los gobernadores opositores cuando avisaron que iban a recurrir a la Corte para exigir que les compensen los 50.000 millones de pesos que dejarán de recibir por la merma en la coparticipación del IVA y Ganancias, a partir de la decisión de Macri de eliminar el IVA para la canasta básica y bajar el mínimo no imponible del impuesto a los réditos.
La frazada corta volvió a golpear la maltrecha relación entre Macri y Vidal que este diario retrató en su edición dominical. La gobernadora no tiene margen para anunciar ninguna medida y su equipo de campaña está tironeado entre el permiso para que los intendentes busquen cortar boleta y las críticas a la polarización que volvió a relanzar Peña desde que la misión del FMI comenzó a construir un escenario descarnado sobre la transición que el presidente prefiere no escuchar.
«El pánico convierte hasta a los más agnósticos», bromeó un viejo conocedor de la terquedad de Macri, mientras sigue sin comprender por qué suspendió una tregua con la oposición que, sin control, podría llevarlo al desastre y acortar el «capital político de 60 días» que definió el radical Mario Negri el lunes por la tarde, a la salida de la nueva mesa de acción política que encabeza Macri.
El titular del interbloque de Cambiemos en Diputados anticipó que en los próximos dos meses el mejor candidato es el presidente en funciones y que ése era su capital. Cuatro horas después ese patrimonio político comenzó a desgranarse y las posibilidades de recomponerlo dependerán de su capacidad para reabrir la negociación por la transición, conducir la crisis y aceptar las recomendaciones que haga Washington, cuando Trump decida romper el silencio que atormenta al oficialismo.
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