Su nombre es ajuste

Por: Carlos Heller

Con los datos del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) se derrumban las tesis acerca de «dejamos de caer» o de «ya pasó lo peor», una histórica muletilla del presidente Mauricio Macri, reafirmada recientemente por el responsable para Argentina del FMI, Roberto Cardarelli.

En marzo, la actividad económica cayó un 1,3% comparada con el mes anterior, una merma que supera los discretos aumentos acumulados entre diciembre y febrero: es decir, en marzo la producción es menor que la que había en noviembre del año pasado. Adiós entonces a los supuestos «brotes verdes». Si comparamos el dato del EMAE con igual período del año anterior, evidencia una caída interanual en marzo del 6,8% y de un 5,7% en el primer trimestre.

Varios analistas sostuvieron que la caída de marzo se debía a la volatilidad del tipo de cambio en dicho mes, una observación muy discutible. Con un elevado optimismo, que contiene también una fuerte dosis de posverdad, el ministro de Producción y Trabajo afirmó que la recesión ya está quedando atrás. Estos dichos de Dante Sica fueron posteriores a la publicación del dato del EMAE. Más aún, el ministro sostuvo la tesis del crecimiento invisible: «La mejora relativa de algunos indicadores macroeconómicos aún no puede verse en las tasas porque la incertidumbre electoral genera mucha presión en el riesgo país».

La volatilidad del dólar impacta, como así también las expectativas sobre el futuro gobierno, pero están lejos de ser la causa principal del derrumbe en la producción. La principal razón de esta desfavorable evolución de la actividad económica es la política de ajuste implementada, que impacta negativamente en casi todos los sectores.

Los salarios han perdido un 12% de capacidad adquisitiva en 2018, y han seguido perdiendo en el primer cuatrimestre. Las importaciones, medidas en cantidades, se derrumbaron un 29,1% interanual en abril de este año, lastradas por los bienes de capital (-33,9%) indicando la profundidad de la recesión que se está viviendo. Una de las actividades que el gobierno intenta mostrar con más futuro, el turismo, arrojó datos decepcionantes en relación con el poder de consumo interno: las pernoctaciones de viajeros residentes registraron en el reciente marzo una baja de 7,5% comparadas con igual mes del año anterior.

El gobierno ha salido a intentar poner un techo a las paritarias del 28%, más que insuficiente respecto del prudente 40% de inflación esperado por el Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA. Si bien algunos convenios contienen cláusulas de actualización, no deja de ser incierto cómo impactarán en el poder de compra de los salarios.

Un ejemplo claro es el del sector de la construcción. Se acaba de conocer el Índice del costo de la Construcción en el GBA para el mes de abril, que da una variación del 40,2% interanual. Un dato que festejaron varios medios por ser inferior a la inflación del período. Pero este se compone, principalmente, del rubro materiales, que aumentó un 61,6%, y del de salarios, que creció sólo un 26,6 por ciento. Es un ejemplo de cómo se intenta disminuir la inflación, vía menores incrementos salariales, pero estos reducen fuertemente el poder adquisitivo de los trabajadores. En el mismo período, el IPC del GBA aumentó un 55,1%, y el rubro alimentos y bebidas un 64,7 por ciento. Todo dicho.

Es altamente difícil que la economía comience a crecer de persistir este modelo de ajuste. Para el FMI, la única forma de crecer es con el ingreso de capitales externos, una experiencia que ya vimos que no funciona en la complicada economía argentina. Sabemos que el principal motor es el mercado interno.

La situación internacional no ayuda

La ONU publicó su informe «Situación y Perspectivas de la Economía Mundial en 2019», donde describe un panorama general bastante desalentador, más aún para las economías denominadas «en desarrollo». Los principales indicadores señalan «un cierto debilitamiento del impulso económico en muchos países en 2019, en medio de una escalada de las disputas comerciales, riesgos de tensiones financieras y de volatilidad y un trasfondo de tensiones geopolíticas». Según la ONU, el crecimiento mundial se expandirá a un ritmo del 3% en 2019, que podría considerarse como un punto máximo.

Similar crecimiento estimó la OCDE (3,2%), y lo definió como una tasa «que no basta para generar mejoras significativas en el empleo o el nivel de vida». El organismo espera que la economía global logre un crecimiento moderado pero frágil en los dos próximos años.

La OMC acaba de señalar que, sin considerar el impacto de las últimas medidas arancelarias, «continúa la disminución del crecimiento del comercio en el primer semestre de 2019. Las perspectivas del comercio podrían empeorar aún más si no se resuelven las tensiones comerciales crecientes o si la política macroeconómica no se adapta a las nuevas circunstancias». El último Indicador de Perspectivas del Comercio Mundial de la OMC se mantiene en su nivel más bajo desde 2010.

La fuerte apuesta realizada por el gobierno macrista para ingresar a la OCDE, prometiéndonos un sinfín de mejoras de concretarse tal suceso, ha entrado en el congelador. De hecho, el organismo acaba de posponer el ingreso de nuevos países, pues a los países integrantes «les gustaría saber con qué propósito la OCDE debería ampliarse antes de aceptar nuevos miembros»: la cautela prima en este complicado escenario internacional.

En este marco hay que tratar de interpretar algunos pasajes del último informe de la OCDE, de Perspectivas Económicas, que habla de la situación mundial y también de nuestro país. Según este organismo, «la economía saldrá de la recesión gracias a las exportaciones». Cuesta creerlo si en paralelo afirma que «el comercio mundial crecerá ligeramente por encima del 2% este año, la tasa más baja de la última década», y que «la disminución de los flujos internacionales de comercio podría limitar la demanda global para las exportaciones argentinas». Otro comentario para el cual las cuentas no cierran, lo cual no es ilógico, puesto que utilizan un enfoque distinto cuando hablan de la situación mundial dominada por los países centrales, respecto a las recomendaciones que suelen hacer para los países periféricos. 

En otro orden de cosas, la OCDE ratificó la recesión de nuestro país para este año, que mostrará una caída del PIB del -1,8%, y al hablar de 2020 señaló que el crecimiento (2,1%) se dará a medida que aumente la demanda interna. Tendrían que estar pensando en un cambio de modelo, porque si no las cuentas no cierran.

De manera coincidente, para 2019 la ONU calcula una baja del PBI en nuestro país del 1,8%, que se suma a la del año pasado. En el texto se señala que «los abultados déficit fiscales y de cuenta corriente, combinados con la incapacidad del gobierno de contener la inflación, llevaron a un crecimiento del pesimismo sobre los pronósticos de la economía». Se agrega que «el acuerdo stand-by con el FMI, que incluye un severo endurecimiento fiscal y monetario, calmó temporalmente los mercados, pero sin embargo con la economía entrando en recesión en medio del fuerte ajuste fiscal, las perspectivas son altamente inciertas».

Este es el mundo al que Macri orgullosamente decidió entrar pasivamente. Se comenzó por liberalizar los flujos comerciales y financieros en un mundo cada vez más proteccionista y que no llega a mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos. Un entorno que entra en franca contradicción con la poco ambiciosa estrategia de ser «el supermercado del mundo» y que, además, nos encuentra cada vez más ajustados. «

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