Carlos Jalaris, quien era trabajador de Propulsora Siderúrgica, de Techint, permaneció cautivo unas horas en ese lugar y luego fue llevado al centro clandestino de detención "1 y 60", de La Plata.
“Se que ahí porque sentí las vías, y como soy nacido en Gonnet y conozco el tiempo y los recorridos. Pasé otras vías, que son las del trencito del “País de los niños”. Ahí me pusieron en un cuartito y, sin estar vendado ni nada, a esperar que iban a traer otro muchacho más. Se ve que lo trajeron, me pusieron en el Falcon atrás, sin vendas, y me llevaron a ‘1 y 60’”, relató.
Jalaris declaró como testigo en el juicio conocido como “1 y 60/ Comisaría Octava”, en La Plata, en el que son juzgados 16 exmiembros del Ejército, de la Policía Bonaerense y de la Policía Federal y dos civiles por crímenes contra 291 personas.
Esta es la primera vez que declara en un juicio por crímenes de lesa humanidad y también el primer testimonio que menciona la presencia de personas detenidas en la “República de los niños”, un lugar emblemático de los alrededores de La Plata creado durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
El sobreviviente tenía 24 años, estudiaba Ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y era trabajador de Propulsora Siderúrgica, la planta de Techint en Ensenada, donde también trabajaba su hermano, Rubén, quien era delegado
Ese 24 de marzo de 1976 ya habían pasado unas horas del golpe de Estado y Carlos estaba en casa de su madre con un amigo viendo el partido de la Selección Argentina con Polonia durante una gira de amistosos por Europa.
“Me pegaron un culatazo, me subieron el pullover y me encapucharon., me meten en casa, revisaron todo, rompieron los colchones, los muebles, lo único que se llevaron es una escopeta que usaba para sacar. Me subieron al Falcon debajo del volante. A mi amigo lo querían llevar pero les dije que no tenía nada que ver con la fábrica, era un vecino que había ido a ver el partido a casa. Después me enteré que lo dejaron”, añadió.
En “1 y 60”, centro clandestino instalado en el predio de la Dirección de Infantería y el Regimiento de Caballería de la Policía Bonaerense, estuvo primero en una pieza junto a otras 20 personas hasta que les tomaron los datos y los pasaron a un galpón grande, donde permaneció vendado y esposado a una cama. Sólo le quitaban una esposa para poder comer, aunque relató que un policía le permitió ir al baño a lavarse el ojo, que lo tenía infectado por un accidente previo, y también llamó a su madre para avisar que estaba vivo: “Le di el teléfono de una vecina. Después me enteré que llamó, le dijo que estaba vivo, y cuando mamá le preguntó quien hablaba, le dijo que era un policía que también tiene madre. Eso, dentro de lo malo, fue una cosa buena”.
Allí fue interrogado y amenazado para que diera información sobre su hermano. También le dijeron que en su locker del trabajo habían encontrado panfletos políticos. En el centro clandestino de detención permaneció una semana y pudo ver a otros trabajadores de Propulsora, a los que reconoció por el uniforme verde, y de Astilleros Río Santiago.
Tras su paso por “1 y 60” fue trasladado junto a un grupo de detenidos a la Unidad 9 de La Plata, donde los golpearon salvajemente. “Estuvimos unos 10 días hasta que recibí la primera visita. Mi papá había presentado un habeas corpus. Cuando me vio, me preguntó si tenía espejo. Me dijo que pidiera no ver a mi madre, porque si me veía así se moría. Estaba desfigurado”, recordó.
Días después fue liberado durante la madrugada junto a otros dos hombres más grandes, quienes le dijeron que eran los intendentes de Ensenada y de Berisso. “Empezamos a caminar y a las dos cuadras veo unas luces y les grito que corrieran, que nos venían a matar. Nos tiraban, me picaban las balas al lado. Veo una casa con la luz encendida y nos abrió. Estuvimos ahí unas horas, hasta que busqué un taxi”, señaló.
A la semana, volvieron a buscarlo a su casa, pero logró esconderse en el sótano del bar de un amigo. Dos meses después, se mudó a Mar del Plata, donde estuvo varios años para escapar de la persecución y a su regreso, comenzó a trabajar con su hermano en una carnicería. De Propulsora Siderúrgica fue despedido, al igual que su hermano, y también fue expulsado de la facultad.
«El hecho de que perdí el ojo y los dientes por los culatazos que nos dieron, me quedé sin dientes, tengo uno solo. Y después el daño psíquico, me aferré a no salir a ningún lado, em quedo en casa. Murió mi madre y sigo en el chalet, no salgo. El daño moral, ¿no?”, dijo al concluir.
Antes del testimonio de Jalaris, declaró Jorge Arri, trabajador de Propulsora, donde era jefe de turno, también secuestrado el mismo 24 de marzo y llevado a “1 y 60”. Al igual que Jalaris, tras ser liberado la empresa lo despidió: «En Propulsora me ofrecían dinero pero yo quería regresar a mi trabajo. Estuvimos así 3 meses hasta que tuve que firmar que renunciaba y agarré la indemnización porque necesitaba el dinero», relató el sobreviviente.
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