Asombrarse por la manera en que terminó el funeral de Diego Maradona es perder de vista una característica esencial del ídolo al que se estaba velando.
Ese ídolo se había enfrentado visceralmente al poder y tenía muy fuertes vinculaciones con barras bravas. Había un origen común en eso: las barras en su momento también se habían enfrentado a los poderosos, aunque se terminaron recostando y sirviendo a lo peor de ese sistema. Hay una cultura del aguante a la que Diego no podía sustraerse y que tiene toques de heroísmo de resistencia, pero mucho de irracional y violento.
Ahora los gobiernos de la Nación y de la Ciudad se echan culpas por la represión y los desmanes. No hace falta bucear demasiado para saber qué tipo de operativos “pacificadores” son capaces de hacer los policías porteños, más allá de lo que registraron las cámaras.
Sectores políticos enrolados en la derecha, que nunca toleraron al Diego, acusan a la Presidencia por haber realizado la ceremonia de despedida en la Casa Rosada. Esa derecha no toleraba las posiciones políticas del Diez, pero en el fondo tampoco pudieron convivir con su genio. Lo de Diego no era un “mérito” heredado, como el de gran parte de esa dirigencia que es conservadora porque básicamente se niega a perder privilegios. Lo de Diego se lo había ganado en el potrero y era ese tipo de mérito que no se puede legar.
Los otros actores de este drama final son los familiares de Diego. O al menos los que comandaron ese tránsito hasta su tumba. Que son la novia de su adolescencia y las hijas que tuvieron en su juventud. Ellas plantearon condiciones horarias para el velatorio que no se podrían cumplir sin incidentes y dejaron afuera de las decisiones a otros amores del ídolo.
Se entiende: este núcleo íntimo del que Diego se había separado hace años y con el que tenía graves colisiones despedía al hombre al que amaba. Pero afuera había una multitud que se quería despedir de un dios profano.
Los que miran todo con el tamiz de las buenas maneras se muestran horrorizados por el espectáculo, otros se sienten tristes porque piensan que Maradona merecía otra cosa y donde fuera que está debía estar mirando la escena espantado. La pregunta es: ¿qué diferencia hay entre lo que ocurrió este jueves y la vida que vivió fuera de las canchas el mejor futbolista de todos los tiempos habidos y por haber?
Por eso era un ídolo. Porque era capaz de mostrar aspectos de nuestro averno particular que preferiríamos mantener ocultos, y al mismo tiempo de llevar hasta la gloria el arte de manejar la pelota con la zurda. Porque era capaz de aprovechar a voluntad las leyes de la física y de sufrir atrapado en las de las buenas costumbres.
El Diego era todo eso y también fue su funeral. Lo dice alguien que tiene un hijo, nacido en 1988, que se llama Diego. Por si no queda claro. «