Puede resultar una fórmula remanida. Se la escuchó muchas veces y en muchos casos su aplicación estaba, como mínimo, forzada. Pero este domingo 27 de octubre, en las elecciones que decidirán la suerte del gobierno neoliberal de Mauricio Macri, el mundo estará atento a lo que pase en la Argentina. Sobre todo la región. En la convulsionada Sudamérica el resultado electoral tendrá indudablemente una relevancia simbólica.
Una derrota de Juntos por el Cambio será leída como un cataclismo para la experiencia inédita que intentó construir un partido de derecha moderna que motorice una coalición de masas, con funcionarios reclutados en las principales empresas del país y la determinación de llevar adelante un programa de gobierno de ajuste y reconversión estructural de la economía.
La relevancia del rumbo inmediato de la Argentina se multiplicó tras los acontecimientos en Chile, el país exhibido como modelo de estabilidad política y economía abierta, adaptada sin contrapesos a la globalización.
Un buen termómetro para entender la trascendencia que adquirió la definición del duelo entre Alberto Fernández y Mauricio Macri será repasar los nombres de las personalidades extranjeras que este domingo estarán en el búnker del Frente de Todos.
Se descuenta la presencia del ex presidente del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero; del dirigente del PT brasileño Aloizio Mercadante; del ex mandatario paraguayo Fernando Lugo; del dirigente de ese país Efraín Alegre (del Partido Liberal Radical Auténtico); de la ex embajadora de Bolivia en Argentina y diplomática Leonor Arauco Lemaitre. Otra asistente será la secretaria ejecutiva del Foro de Sao Paulo, la brasileña Mónica Valente.
Habrá, también, representantes del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), coalición por la cual llegó al gobierno el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Todos ellos observarán el desenlace de la elección desde el sitio reservado a los invitados especiales, en el Centro Cultural “C” que dirige el publicista, empresario y gestor cultural Javier Grosman.
Los visitantes forman parte de una comitiva internacional que participó de dos comidas protocolares –el viernes en el Salón Garage Argentino, en San Telmo, frente a las oficinas del propio candidato presidencial; el sábado en el Hipódromo de Palermo-, de paneles de debate en la UMET y de un encuentro con Máximo Kirchner en el Congreso.
Estos nombres, junto a otros que se sumarán en unos días, le darán vida a la segunda cumbre del Grupo Puebla que bajo la consigna ProgresivaMente tendrá lugar en Buenos Aires por decisión personal del propio Fernández. La cita de los espacios políticos progresistas y de centroizquierda de América Latina se concretará los días 8,9 y 10 de noviembre.
Uno de los organizadores es el ex candidato presidencial de Chile y asesor en las sombras de Fernández para temas internacionales, Marco Enríquez-Ominami. En la tradición del fallecido Marco Aurelio García con Luiz Inácio Lula Da Silva, MEO (como se lo llama en la política sudamericana) parece ir asumiendo un rol de diplomático sin cartera. Su país, mientras tanto, es un tembladeral que ha disparado la discusión sobre el -tantas veces elogiado- ‘modelo chileno’.
Un búnker para Todos, un gabinete con la nueva generación
Mientras el subcontinente pone el ojo sobre lo que ocurra finalmente en la Argentina –el duelo de este domingo en Uruguay entre el frenteamplista Daniel Martínez y el derechista Luis Lacalle Pou (Partido Blanco) concluirá en balotaje, y en la segunda vuelta será importante qué haya pasado de este lado del Río de la Plata- Fernández prepara su gabinete. Según pudo saber Tiempo, en el caso de ratificarse el triunfo de las PASO el candidato del FdT tendría pensado tomarse esta semana para ejercer a full su nuevo rol -de presidente electo- para recién anunciar los nombres de un eventual gabinete la semana siguiente.
Las versiones que circulan en los últimos días atribuyen a Fernández la determinación de retomar algunas tradiciones del primer kirchnerismo: el efecto sorpresa, la designación de ministros en la que predomine cierto perfil de dirigentes sub-50 (algún ex colega suyo del gabinete de Néstor Kirchner recordaba por estas horas que Fernández al ser nombrado jefe de gabinete, en 2003, tenía 44 años) y también la reafirmación de la propia autoridad al ubicar en ciertos lugares a nombres de muchísima confianza personal.
Quienes vayan a ser ministros estarán, sin duda, entre las cientos de personas que poblarán el búnker de la avenida Corrientes casi Dorrego, barrio porteño de Chacarita. Fernández no sólo se imagina presidiendo la Argentina. También se propone como articulador del nuevo tiempo de América Latina, el que retome la senda pos-neoliberal de la primera década del siglo.
Mientras ese momento llega, Fernández compartió este sábado un almuerzo con amigos en la casa de Daniel Filmus y tocó la guitarra y cantó con Gustavo Santaolalla en el que será, tal vez, uno de los pocos momentos de distensión de los que gozará de aquí en más.