El pedagogo francés brindó una clase en el marco del Congreso Internacional de Educación que se realizó en Río Grande. Meritocracia, pruebas PISA, y dificultad escolar, algunos temas del diálogo con Tiempo.
«Todas las sociedades contemporáneas modernas han vivido en los últimos 20 años una escalada del individualismo social. Se ha perdido confianza en el colectivo, y se considera que cada uno tiene legitimidad para proseguir sus intereses individuales en detrimento del bien común. El peligro entonces es concebir una escuela que no sea inclusiva sino una escuela que se vuelva individualizada e individualista», expresó en la clase magistral que brindó en el marco del Congreso.
Meirieu fue al hueso: «Encontramos hoy una verdadera voluntad en algunas empresas de destruir explícitamente los servicios de educación para, en cambio, hacer de la educación una mercancía que podrá ser adquirida individualmente por cada uno y vendría a satisfacer los intereses individuales sin permitir la construcción de colectivos. Debemos llevar a que los niños descubran que se aprende mucho mejor junto a los otros», advirtió.
En los momentos libres que encontró ante la constante demanda de los asistentes al Congreso por intercambiar algunas palabras con quien es considerado uno de los pedagogos contemporáneos más lúcidos, Meirieu dialogó con Tiempo Argentino. La charla derivó en la precarización que sufre la educación pública bajo la gestión de los gobiernos neoliberales
–Las gestiones actuales, ¿le dan la importancia que se merece a la formación en los primeros años de vida?
–La educación de la primera infancia es una problemática relativamente reciente, que viene ligada a la transformación de la familia, a la caída del modelo familiar tradicional y al cambio del estatuto de la mujer. Los Estados han visto crecer la demanda de educación de los niños, que antes estaban educados en la familia. Entonces las opciones que se plantean es incorporar a la formación de la primera infancia en el sistema escolar, o de crear sistemas marginales destinados generalmente a colectividades territoriales, o por el tejido de asociación, que habitualmente son lugares de precarización. La pregunta es si somos capaces de crear un servicio público de la primera infancia. Yo no pienso que haga falta que sea el mismo que el sistema escolar porque hay una especificidad de la primera infancia, incluso en el oficio, pero esto no debe estar librado a la precariedad ni a los intereses, ni la desigualdad entre los barrios, sino que tiene que haber un servicio público en la formación inicial. La dificultad para los gobiernos neoliberales es que se encuentran en una fase de regresión de los servicios públicos y no de creación de nuevos servicios públicos, es un verdadero peligro en todo el mundo que la institución educativa sea precarizada.
–¿La idea de los gobiernos neoliberales es que ocurra algo similar en la formación primaria y secundaria?
–El progreso en la enseñanza primaria y secundaria, a través del fenómeno que conocemos mucho en Europa que es la externalización, es que se detecta que el niño está en dificultad y se lo envía a otro lado. Estamos en un sistema que no llega a tratar la dificultad escolar de los niños; que practican la democratización del acceso sin medir las dificultades de reintegrar en la escuela un montón de niños que probablemente no llegaban hasta el nivel requerido y en lugar de darle a la educación pública los medios para tratar estos niños, se los detecta para hacerlos tratar afuera de la escuela. Hay, al menos en los países europeos, una privatización cada vez más grande del tratamiento de la dificultad escolar. Es un proyecto esencial tener una escuela que incluya en lugar de excluir, pero a condición de que esta escuela reciba los medios para poder incluir. Si incluimos a alguien poniéndolo en una clase, pero el profesor no tiene los medios para hacerlo trabajar, el alumno será excluido en la inclusión.
En su ponencia, Meirieu hizo hincapié en la coherencia entre los valores que sostienen los adultos y la manera en la cual los ponen en obra con su propio comportamiento. En ese contexto pronunció la frase con la que se inicia esta nota. «La pregunta de los valores no es sólo una cuestión de legitimidad de los valores, es también la cuestión de su credibilidad. A partir del momento en el cual los adultos reafirman valores que no son capaces de poner en práctica, están desacreditando los valores que pretenden enseñar. Una escuela que dice enseñar la justicia y que funciona de manera injusta, en realidad está enseñando injusticia», completó.
–Desde el poder intentan instalar el concepto de meritocracia, no sólo en la vida adulta y profesional, sino también desde la formación. ¿Qué opina sobre esto?
–El mérito es una cosa esencial, pero no hay que confundir mérito con meritocracia. El mérito es el reconocimiento del esfuerzo que cada uno hace para acceder a la perfección en su dominio, y en este sentido, lo que resulta escandaloso en el concepto de meritocracia, es que viene justamente a cercenar una jerarquía de los méritos. El trabajador, el campesino que hace su trabajo con atención, con obstinación, con esfuerzo, tiene tanto mérito como el que construye un avión o como el que pilotea el avión. El mérito es la capacidad a superarse a sí mismo, y justamente a llegar a lo mejor de sí mismo, pero no a la conformidad de una cierta forma que siempre es elitista. Si se hace una jerarquización de los méritos esto tiene impacto en una jerarquización de los salarios.
–¿El informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) es una forma de jerarquizar?
–Es un poco más complicado. Uno puede encontrar en los test de PISA un aspecto estandarizado, basado en elementos técnicos que pueden ser preparados de un modo mecánico, es la razón por la cual ciudades como Shangai o Taiwan, o países como Korea del Sur, obtienen excelentes resultados, porque ellos preparan a sus alumnos según los test, lo único que hacen es entrenarlos en eso. Es más interesante comparar los resultados entre un informe PISA y otro hacia adentro de un país, para dar cuenta de la evolución, que comparar los países entre sí. Es llevarlos hacia una competencia que va a provocar que los países comiencen a trabajar en función de los test, reduciendo toda práctica de enseñanza en un resultado cuantificable. Lo que permite observar el informe PISA es que la injusticia crece. Eso quiere decir que los Estados tienen que mirar comparativamente puertas adentro los resultados y no con los de otros países. «
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