Las crisis tienen la inmensa capacidad de fomentar la producción de conocimiento. Sin embargo, la actual crisis mundial pone en jaque la misma noción: es tan durable, tan heterogénea, tan multicausal; sus consecuencias son de alcances tan locales, tan globales, tan iguales y, a la vez, tan diversas, que empezamos a nombrar rasgos. Y ya estamos en el ocaso de la validez de lo que acabamos de decir.

Asistimos a una proliferación de cosas nuevas. La nueva derecha, las nuevas tecnologías, el nuevo orden mundial, las nuevas estrategias represivas, la nueva conflictividad social, la nueva mayoría, el neo fascismo. La honestidad intelectual nos obliga a adjetivar como nuevos aquellos fenómenos que vemos reinventarse una y otra vez. En realidad, lo fundamental sobre ellos ya fue dicho antes. Lo nuevo son los dispositivos, no sus resultados.

Es por este motivo que entendemos fundamental construir espacios virtuales para, desde nuestros conocimientos pero también nuestras preguntas, poder compartir una hora para debatir sobre un tema de la actualidad con todas las herramientas de la academia pero en nuestras palabras para poner a disposición las reflexiones, las dudas y también las frustraciones. No es frecuente que se discuta desde disciplinas distintas y acá nos encontramos desde la historia, la economía, la antropología, la sociología y la filosofía para rebatirnos y construir en vivo.

Creemos que el pensamiento crítico tiene que animarse, de nuevo, a conceptualizar, a producir y crear. Dicho de forma más simple: crear más, repetir menos. Y esta criticidad no debe limitarse a los otros, a lo ajeno, al adversario. Es también una crítica de nuestras propias premisas, supuestos y modos de acción política. La aparente victoria cultural e ideológica de una hipermodernidad neoliberal que aniquila personas, identidades, naciones y territorios nos incentiva a hacer una apuesta más. Una apuesta a la unidad, la diversidad y la creatividad. Una apuesta intelectual a un modo de reflexión que no solo analice, sino que también dispute poder, el poder.

La palabra idea es pomposa, distante y suele sonar a soberbia. Evoca una suerte de lejanía entre quienes la portan y el resto del universo. No es casualidad. Durante siglos las elites que detentan el poder real han elaborado distintas estrategias para ubicar al campo de las ideas como algo ajeno al día a día, a lo común, a lo útil. Cuanto más ajenidad hay, menos apropiación y representación, y como suele suceder con todo aquello que se nos vuelve extraño, lo rechazamos. Y, a mayor rechazo, más campo para reproducir las dominaciones y las colonialidades.

Sin embargo, ya en el siglo pasado, Antonio Gramsci dibujó uno de los conceptos que mejor sintetiza a una filosofía política transformadora: el de intelectual orgánico. Y lo definió sin titubeos: es aquel que debe combatir con toda su tenacidad a la hegemonía dominante, es aquel que no solo describe sino que actúa -de manera colectiva- y se anima a proponer nuevas formas de ver el mundo. Hoy, en tiempos donde la posverdad nos clava el visto y la meritocracia nos invita a autoexplotarnos de formas cada vez más descarnadas, se torna imprescindible discutir cuál es el rol del pensamiento crítico y de los intelectuales.

No es tan así es un contenido digital que busca renovar, preguntar lo incómodo e interpelar. Buscamos divulgar lo indeseable, formar en lo peligroso y proponer transformaciones de todo tipo, menos los históricos valores del humanismo, la solidaridad, la justicia social y la igualdad para todos, todas y todes. Ese es el desafío. El de siempre, el de hoy.