El presidente argentino viaja a una nueva cumbre conservadora. Se reunirá con el mandatario electo de Estados Unidos. Las expectativas de una nueva relación y los puntos débiles.
Si Trump elogió a Milei en la CPAC de febrero, ahora es posible que ambos se vean sobre las tablas de ese influyente escenario y se prodiguen gestos mutuamente. Después tendrán una reunión en privado, en Mar a Lago, la mansión de descanso que el magnate tiene en La Florida.
El capítulo económico de la relación bilateral que se viene es una incógnita. En la Casa Rosada no salen de la euforia. Los funcionarios más cautelosos creen que Trump, cuando regrese al Salón Oval, reforzará la relación con la Argentina y buscará respaldar al gobierno libertario. Los más optimistas dan por descontado que el acceso directo al nuevo presidente de los Estados Unidos permitirá contar con un paragolpe financiero, un renovado apoyo dentro del Fondo Monetario Internacional y un despliegue diplomático a partir de febrero que buscará hacer un «upgrade» de la experiencia que Trump tuvo con Mauricio Macri durante la segunda mitad de su mandato.
El reelecto presidente fue inquilino de la Casa Blanca por primera vez entre 2017 y 2021. Le tocó asistir desde Washington a la debacle del gobierno del PRO en la Argentina, entre la crisis del gradualismo y el salvataje que habilitó en junio de 2018, con un crédito otorgado de 50.000 millones de dólares. Este miércoles, cuando fue confirmada la victoria de Trump, Macri lo saludó desde su cuenta de X y lo trató de «amigo», una categoría que Milei no puede usar todavía. Sin embargo, el presidente argentino sabe que podrá exhibir ante Trump un mérito que Macri no pudo. Desde esta semana Milei entrará en otra etapa de la exhibición y sobreventa del shock de ajuste económico que le viene mostrando al establishment conservador norteamericano desde diciembre, cuando asumió la presidencia.
Ese road show incluyó los siete viajes a Estados Unidos, con una agenda tejida por el flamante canciller Gerardo Werthein. Hasta la semana pasada estuvo al frente de la embajada argentina en Washington y ahora busca poner a su sucesor, aunque el propio Milei habría ordenado mantener en secreto al próximo representante diplomático que designará. Es posible que ese nombre se conozca después del encuentro con Trump. En las visitas que hizo a EE UU Milei se reunió con distintos millonarios, pero la rosca y el acercamiento con Elon Musk podrían comenzar a rendirle nuevos dividendos en este viaje.
La excitación que se respira en la Rosada es muy distinta al pánico y zozobra que se puede comprobar en los despachos de la Cancillería. El reemplazo de Werthein por Diana Mondino implicará una purga que podría paralizar al Palacio San Martín. Lejos de esas escenas de miedo diplomático, en Balcarce 50 todavía no salen de la sorpresa que les provocó la comunicación que tiene Milei con Musk. El dueño de Tesla y X podría ser parte del gabinete de Trump y cerca del presidente aseguran que le pidió contactos de ministros y, en especial, del titular de la cartera de Desregulación, Federico Sturzenegger. El «coloso» -como lo llama el presidente- es uno de los artífices técnicos del shock que aplica el gobierno libertario y su aparición en el vínculo bilateral confirma que el capital que tiene Milei con el presidente electo de EE UU pasa por ahí, porque hizo el ajuste abrupto y drástico que Macri no aplicó después de asumir en diciembre de 2015. Esa perspectiva comparativa encandila a los funcionarios del gobierno argentino, aunque nada borrará la amistad que Trump tiene con Macri y el rol que el expresidente puede jugar como un consejero paralelo que irrite al dispositivo diplomático y político del mandatario libertario.
El vínculo con Estados Unidos puede ser otro terreno de disputa entre Milei y sus aliados esquivos del PRO. Hay esfuerzos de coordinación y colaboración, pero también hay una sombra. En medio de la crisis de la Cancillería aumentará la fuga de cuadros y contactos del partido amarillo al servicio del nuevo vínculo entre libertarios y republicanos. Es el punto de partida del aprovechamiento que Milei explorará para diferenciarse de la experiencia que Trump tuvo con Macri. Quizás por eso, antes de viajar para otro giro de su road show, el presidente busca mostrarse más drástico aún. Desde la aparente inflexibilidad y el operativo «precipicio» para instalar el presunto fin de Aerolíneas Argentinas, hasta los amagues de llegar a fin de año sin un Presupuesto 2025 sancionado por el Congreso. En la Rosada creen que cada movimiento que hagan será observado doblemente por el trumpisimo empoderado, cuyo aparato de cabildeo mira a Milei con atención, aunque la campaña ya terminó y ahora llegó el momento de la política real, donde Argentina no es un tema gravitante en terminos geopolíticos ni económicos, salvo por ser el principal deudor del Fondo.
El presidente quiere revertir esa ecuación y por eso redobla el lobby hasta que asuma Trump. Espera ganar tiempo y posicionarse como un interlocutor mejor que Macri en la región, con menos moderación diplomática y un estilo que le permita lanzar desde Buenos Aires los mensajes que Washington no pueda o no quiera.
Milei tiene una relación estratégica y privilegiada con Estados Unidos. La inauguró en diciembre y la lleva desde hace once meses con la administración demócrata de Joe Biden y Kamala Harris. Los desairó en febrero, cuando le deseó a Trump un pronto regreso a la Casa Blanca, pero el gesto marketinero que le dio buenos resultados no dañó el vínculo con el gobierno saliente. El presidente argentino ha superado las expectativas que tenían sobre su gobierno. En las elecciones del año pasado, Biden no jugó para Milei sino para la otra parte del amplísimo sistema de relaciones que tiene el Departamento de Estado en la política argentina. Sin pisar muchos callos, la administración demócrata apoyó la candidatura de Sergio Massa y la apuesta no tuvo éxito. Después de la derrota, el State Dept recalibró su acercamiento con Milei y se encargó, ante todo, de comprobar si no era la continuación en Argentina de la experiencia de ultraderecha que Jair Mesías Bolsonaro realizó en Brasil. Entre la primera presidencia de Trump y la que se viene, la política norteamericana es otra, especialmente desde el ataque al Capitolio que impulsaron sus seguidores para desconocer la victoria de Biden. Desde enero, el mandatario argentino no estará obligado a ser políticamente correcto con la burocracia del Tesoro, del Pentágono ni del Departamento de Estado.
A partir de enero próximo, y hasta que termine su mandato, Milei tendrá a Trump del otro lado del teléfono rojo que tendrá con Washington. Para el magnate republicano su futuro par argentino puede ser un aliado superlativo o un problema diplomático, si cometen errores juntos en la política internacional, o si el ajuste drástico que aplica (y tanto le elogian en Washington) da lugar a una crisis con correlato negativo en las elecciones de medio término del año que viene. Si ayudó a Macri para buscar la reelección que no consiguió, el shock de Milei podría ser una ventana que preludie otra apuesta similar, pero para una contienda legislativa y sin gradualismo mediante.
A diferencia de Macri, el libertario también tiene otro poroto que puede aprovechar con Trump. El regreso del republicano a la Casa Blanca genera dudas y zozobra en el Vaticano y, en especial, sobre el papa Francisco. Macri nunca pudo remontar la pésima relación que tuvo con Jorge Mario Bergoglio, ni cuando estuvieron en Buenos Aires ni después de ser electo papa. Milei, por el contrario, cultiva una buena relación, más allá de las notables diferencias políticas y económicas que tienen ambos. Puede ser otro activo político en el vínculo bilateral para Milei, aunque Bergoglio esperaba que Biden fuera reelecto, casi con el misma esperanza que tenía para que el libertario no fuera presidente.
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