Miguel Ángel Trinidad: hacia la construcción de la «malvinidad»

Por: Lois Pérez Leira

El ex combatiente y diplomático en organismos internacionales, reflexiona sobre la errática política de la Argentina en torno a la causa al tiempo que destaca las diferencias entre la actitud del macrismo y de la gestión de Alberto Fernández. Propone unir a todos los sectores de la sociedad en torno a un reclamo que atraviese ideologías y diferencias políticas.

Miguel Ángel Trinidad es un ex combatiente en Malvinas que perteneció a la Compañía Comando del Regimiento de Infantería de La Tablada. En 1982 fue cofundador y Secretario General del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de la ciudad de Buenos Aires. Desde 1992 viene realizando una extensa carrera diplomática en organismos internacionales. Se especializó en resolución pacifica de conflictos, mediaciones, reinserción de ex combatientes, y es verificador de DDHH y cumplimiento de Acuerdos de Paz y Acuerdos bilaterales de Fomento de la Confianza.

-¿Cómo valora este 2 de abril en este contexto nacional e internacional?

-Hoy, como hace 38 años, estamos en guerra. Pero esta vez por la vida contra un enemigo incorpóreo, fantasmal, que se puede introducir en nuestros cuerpos y causarnos la muerte. El contexto nacional encuentra -por suerte- a una Argentina donde el rol del Estado ha sido revalorizado luego de cuatro años en que la administración anterior solo tuvo como norte la mano invisible del mercado. Hoy en este escenario trágico queda palmariamente demostrada que la consigna «Achicar el Estado es agrandar la Nación», enarbolada por los golpistas de 1976 y aplicada por el último gobierno, no solo es una falacia, sino también un daño a la vida humana. En el contexto internacional, no me atrevería a ninguna afirmación concreta, ya que la pandemia está derrumbando mitos: los intocables y poderosos, hoy son vulnerables. Ya no habrá películas de Hollywood poniendo crisis humanitaria a causa de epidemias en África. Hoy el primer mundo las sufre también. El Covid 19 será al capitalismo salvaje lo que la caída del muro de Berlín fue al comunismo. O tal vez aún más contundente. La única mano que salva a sus ciudadanos es la del Estado. Hoy la humanidad tiene un faro que nos ilumina sobre las tinieblas de esta decadente civilización: el Papa Francisco, quien muy claramente ha dicho que la vida está por encima de codicia. Su encíclica Laudato Si fue premonitoria en relación a la pandemia que hoy vivimos. Sus llamados a proteger la vida y la salud de los migrantes en Europa, que no fueron oídos, hoy retumban en los oídos de la humanidad. Los paradigmas van a cambiar. Y en las Islas Malvinas también. El gobierno de facto que administra las Islas y el monopolio de las FIC no le pueden dar una respuesta sanitaria mínima a la población si el virus llegara a la fase 3. Están hoy aislados, no tienen vuelos  con Chile, Brasil, ni con el Reino Unido. Su única esperanza es acceder a los hospitales del continente que están a su disposición, y que el Estado argentino ha anunciado que se facilitara ayuda humanitaria.

-¿El gobierno actual asumió el Tema Malvinas como cuestión de Estado?

-Ninguna duda. Basta recordar la mención del presidente Fernández en su discurso inaugural para tener cabal idea que este gobierno encarara la cuestión Malvinas como una política de Estado. Los argentinos, y en particular la dirigencia política, deben asumir de una vez por todas que un país no puede estar cambiando como un barco sin rumbo su política exterior, conforme a la ideología de cada gestión gobernante.  Temas como Malvinas son objetivos nacionales de cualquier gobierno. He trabajado en el ámbito multilateral en el marco de dos países que mantenían un diferendo territorial y recuerdo perfectamente que uno de los dos (no los menciono por razones obvias) siempre llevaba al partido político de oposición a las negociaciones y la postura de ese país eran consensuadas con el líder de la oposición. En Argentina asumió Macri y tiró todo por la borda, se limitó a tímidas, endebles y formales presentaciones en los dos principales foros multilaterales (la OEA y la ONU). Pero dejó de activar la solidaridad de acciones coordinadas en organismos regionales como el Mercosur, la Unasur y la Celac, no puso voluntad para que se aplicara efectivamente la Ley Gaucho Rivero en nuestros puertos atlánticos, por ejemplo. El actual gobierno, al menos hizo profesión de Fe de que en la agenda nacional, Malvinas ocupará un sitio significativo: anuncio el envío de tres proyectos de ley para afianzar la soberanía territorial, la creación del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, una nueva demarcación del límite de la plataforma continental argentina y la modificación del Régimen Federal Pesquero para endurecer las sanciones a los buques que depreden ilegalmente los espacios marítimos bajo la jurisdicción argentina. Esto no es poco.

-¿Cree positivo la creación de la Secretaria de Estado, entonces?

 -Es un paso muy positivo, por supuesto. Pero entroncando con la respuesta anterior, le diría que no es suficiente avanzar solamente en el ámbito de las relaciones internacionales.  Malvinas tiene dos ámbitos de expresión y lucha conceptuales: la Cuestión Malvinas y la Causa Malvinas. En la primera es el Estado nacional el que lleva la responsabilidad al diseñar una política exterior independiente, soberana y coherente. A ello se debe sumar una política de Defensa (que desde 1976 no tenemos) plasmada en una doctrina e hipótesis de conflicto de la cual carecen nuestras Fuerzas Armadas. No puede un país estar desprovisto de una política de defensa cuando tiene una porción de su territorio insular marítimo ocupado por una potencia extranjera. Las FFAA del país necesitan de esa política de defensa, de una doctrina formativa y de su materialización en el equipamiento. Luego está el ámbito educativo y cultural. El diseño de una curricula primaria, media y terciaria donde la Cuestión Malvinas se vea reflejada con objetividad sin anteojeras ideológicas de ningún tipo. Finalmente tenemos la Causa Malvinas, cuyo ámbito de desarrollo es fundamentalmente la ciudadanía argentina, las formas organizativas que la población establece en políticas partidarias, sindicales, sociedad civil, barriales, culturales, deportivas. Aquí el Estado influye, pero no es el actor principal. Baste como ejemplo recorrer los barrios donde están establecidos los clubes de futbol: cada hinchada tiene un mural reivindicativo de Malvinas, en las tribunas todas despliegan sus banderas malvineras. Todas las bandas de rock tienen una canción referente a Malvinas, en particular las metaleras. Vayan a un recital de Almafuerte, y lo verificaran. Pibes cuyos padres en 1982 o eran niños o aun no habían nacido, haciendo pogo al canto de Malvinas Argentinas y «el que no salta es un inglés».

-¿Ha cambiado la actitud de este gobierno con los ex combatientes?

-No resido en la Argentina desde hace casi 30 años, pero considero que la actitud hacia los Veteranos de la Guerra de Malvinas (VGM), va a cambiar. Le doy un dato: un amigo VGM y muy antiperonista me dijo un día: debo admitir que fue Néstor Kirchner el que sacó a los ex combatientes de los trenes vendiendo periódicos.  Fue el gobierno de Néstor el que más contempló a los VGM. Durante el gobierno de Cristina hubo más influencia de un progresismo anti militarista que en la gestión anterior facilitó que el sector militar y civil “procesero” (adherentes a la dictadura cívico militar de 1976, también conocido como la familia militar), fuera atractivo a muchos VGM. Los VGM somos tan plurales y distintos en nuestras opiniones políticas como lo es la sociedad argentina. Pero el macrismo utilizo a los VGM como objetos decorativos de la liturgia malvinera mientras firmaba el Memorándum Foradori Duncan, declaraciones conjuntas, cooperación con los británicos en la Antártida y en el Atlántico Sur, cese de sanciones a las empresas que realicen prospecciones y explotación petrolera en la plataforma circundante de las Islas Malvinas, por solo nombrar algunos de los dislates que fueron, a la sazón, actos de traición a la Patria.

-¿Qué cree que está aún faltando en relación a Malvinas?

-La des-malvinización fue una política que tomó forma previa como categoría conceptual del neologismo acuñado por el sociólogo francés Alain Roquie en 1983. Pero fue implementada en el ámbito militar en 1982 por la dictadura bajo instrucciones del entonces comandante del Ejército, Cristino Nicolaides. La administración del presidente Raúl Alfonsín la profundizó en términos políticos. Eso tuvo y tiene una contratacara a la queremos llamar hoy con un neologismo: “La Malvinidad”. 

-¿Qué sería eso?

-La Malvinidad es el espacio de la nación compartida donde nos encontramos todos los argentinos -y en particular os VGM y los malvineros militantes- que pensamos y asumimos posiciones políticas tan variadas como es de plural la conformación política de la opinión pública argentina. La Malvinidad es transversal a la derecha clásica liberal, la nacionalista, la izquierda liberal tradicional, la izquierda nacional, los movimientos nacionales y los llamados sectores o expresiones de “la República”, pasando por los ámbitos mas concretos como el castrense, la religiosidad en su vertiente confesional católica en particular como así también algunos de los reservorios políticos de lo que fue la antigua guerrilla argentina.  Cada sector, desde su perspectiva y paradigma, tiene a Malvinas en algún punto de su agenda.

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