Columna de opinión.
El 23 de septiembre de ese año, el Frente de Izquierda Popular propuso votar a Perón con boleta propia, como partido independiente del peronismo. La boleta llevaba la fórmula Perón-Perón, como la del FREJULI que integraba el peronismo, pero en su ángulo superior izquierdo proclamaba «Liberación y Patria socialista». Toda su campaña se desarrolló bajo el slogan “Vote a Perón desde la izquierda con la boleta del FIP”. La fórmula Perón-Perón obtuvo 7.300.000 votos, el 62% de los totales. Las boletas del FIP sumaron al FREJULI 889.000 votos. Jorge Abelardo Ramos, el dirigente del FIP, describió así la reacción de los políticos conservadores y hasta de diputados del FREJULI: “Los votos del FIP recibieron la hostilidad, la duda o la ironía de todos aquellos a los que un rejuvenecimiento socialista de la revolución nacional causaba un profundo disgusto”.
El hecho contundente de que Arturo Jauretche haya proclamado su voto a Perón con la boleta del FIP no acalló los sarcasmos. ¿Los hubiera acallado saber que la líder del peronismo del siglo XXI, Cristina Fernández de Kirchner, también lo había hecho? El 9 de septiembre de 2013, en la inauguración de la sede de la Secretaría de Cultura en la Villa 21, la entonces presidenta reveló que en 1973 había votado a Perón con la boleta del FIP.
En las elecciones del 11 de marzo de aquel mismo año, con Perón proscripto y Héctor Cámpora como candidato, el FREJULI había obtenido 5.899.462 votos. La diferencia de casi un millón y medio de votos entre la fórmula de Perón y la de Cámpora podría adjudicarse, aunque sea en un porcentaje bajo, a la boleta que proclamaba “Liberación y Patria socialista”. Quienes refutan la simetría entre el enunciado del Frente Patria Grande y el del FIP argumentan con cierta hostilidad que los votos de la lista Juan Grabois-Paula Abal Medina restarían fuerza a la fórmula Massa-Rossi. Pese a los escépticos, no es improbable que las corrientes más intransigentes y radicalizadas del peronismo se vean mejor representadas por el dirigente social Juan Grabois que por el más centrista Sergio Massa.
En 1973 el FIP había anunciado que en caso de que la fórmula Cámpora-Solano Lima no llegara al 50% de los sufragios y hubiera una segunda vuelta, otorgaría su caudal de votos al peronismo. La consigna “el que pierde, acompaña” del Frente Patria Grande replica este enunciado. En plena facultad del mecanismo electoral, Juan Grabois no se desprende de Unión por la Patria: lejos de dividir al movimiento, se presenta como alternativa en la interna. El viejo apotegma del mariscal Helmuth Von Motke, que Ramos citó en su momento: “Marchar separados, golpear juntos” vuelve a estar vigente. En caso de una derrota en las PASO, en las elecciones generales los votos captados por el Frente Patria Grande se volcarían a la fórmula de Massa. Desde luego, se espera lo mismo si el escenario fuera el opuesto.
La irrupción del movimiento de Juan Grabois en el mapa político argentino cobra sentido dentro de la descripción del peronismo como un movimiento heterogéneo y no como un partido hermético, circunscripto a un sector social o económico. El gran frente nacional reunió desde sus inicios a las masas de trabajadores sindicalizados y no sindicalizados, a sectores de la burguesía industrial, a antiguos socialistas y a grupos conservadores, a algunos oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas, a pequeños y medianos productores agrícolas. A todos ellos se sumaron, a partir del 2001 y aun antes, enormes masas de trabajadores de la economía informal, familias sin vivienda, personas desterradas del sistema orgánico del trabajo, arrojadas al limbo de la precariedad social.
Nuevamente, ante la proscripción de la figura líder del movimiento –en este caso Cristina Fernández de Kirchner-, el Frente Patria Grande pone en valor, con su modo de hacer política, la mayor herramienta que tiene el peronismo frente a los medios masivos de comunicación y el poder judicial cada vez más abiertamente adversos: la capacidad de movilización masiva y la conciencia política de sus militantes.
En una operación discursiva que le aporta un linaje ideológico, el nombre Patria Grande fue tomado (en términos de Humberto Eco no sería un robo, sino una cita) de las editoriales, periódicos y agrupaciones de Jorge Abelardo Ramos y sus sucesores. Pero más allá del nombre, el movimiento de Juan Grabois retoma las banderas de Ramos, de Manuel Ugarte, de José Martí: la reivindicación de la soberanía sobre los recursos estratégicos y la integración regional.
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