Adentro del proyecto de pago a los jubilados que, bien mirado, no es la maravilla del enunciado original ni mucho menos, viaja el tema principal del blanqueo de capitales. Es irritativo que no se pueda discutir el mismo, sin «afectar» el interés de los jubilados. Y más aun duele que la política mire para otro lado y que se haga la sota con un hecho que al final de cuentas, resultará muy peligroso para los supuestos beneficiarios. Con la magia de un jugador que cambia de frente en tanto mira para el lado opuesto, aprobaron el dictamen, y eso es decididamente desdeñable.
La cuestión es que el blanqueo puede merecer una discusión seria y profunda. Pero la misma no se puede llevar a cabo porque se presenta como un acto de resistencia a un acto de gobierno pensado para beneficio de los jubilados. Y no es así. Pero claro, la intención es aviesa: los proyectos deberían caminar por separado, pero de esa forma, el blanqueo no contaría con el blindaje de una cuestión sentimental y políticamente compleja para quien se anime a oponérsele.
El blanqueo viaja en el vientre del pago de las deudas, viejo anhelo cumplido sólo en parte por el anterior gobierno, aunque, eso sí, sin quitas ni escamoteos. Al mismo tiempo, un artículo, ahora desafectado del proyecto que ganó un dictamen este jueves, irritó al periodismo y deschavó al gobierno en sus reales intenciones respecto del manejo de los medios. La prohibición de publicar sobre el blanqueo cuando surjan los nombres de quienes decidan participar de ese beneficio se convirtió en una cuestión de honor para la profesión y el ataque fue tal que el PRO terminó por eliminar el 85, número que ya era el más publicitado de los últimos tiempos, y ahora sólo servirá para los apostadores de quiniela, porque el sale o sale esta vez perdió.
La hipocresía que blande bajo sus ropas todo el andar del gobierno, que le permite anunciar a Macri el comienzo de una era formidable de trabajo justamente en Cresta Roja (para que seamos testigos, apenas un mes después de la imagen mortificante de los empleados encadenados frente a la Casa Rosada, reclamando por derechos elementales a sus necesidades y a su dignidad), ya es una marca registrada del actual presidente y de su gobierno.
Enmascarar sus acciones se convierte en algo que no llega a ser un arte, porque se le ven los piolines, aun si hay quienes aplauden al mago, por compromiso y conveniencia. «