La comercialización de este tipo de productos tiene una perspectiva de crecimiento mayor a la de los agroquímicos. Los bioinsumos mejoran el rendimiento, bajan los costos y fomentan las economías regionales.
“Aunque la comercialización de agroquímicos desde mediados del siglo XX ha permitido un incremento sin precedentes de la productividad agrícola en el mundo, la aplicación excesiva de estos agroinsumos convencionales trae aparejadas externalidades negativas, tales como como la degradación de los suelos, la emisión de gases de efecto invernadero, la contaminación de cuerpos de agua e impactos negativos sobre la fauna silvestre y la salud de las personas”, cuestiona el estudio.
“El mercado biológico creció muchísimo, en los últimos dos años en particular. No porque quisieran que creciera, sino porque se dieron cuenta que los otros sistemas no generaban resultados”, explica Benjamín Antonio, fundador de la empresa de bioinsumos El Caburé, que ya lleva diez años instalada en la provincia de Santa Fe. Agrega: “La situación de confort en la que vivía el productor extensivo, que con dos o tres bidones de agroquímicos y mucha plata podía salir a sembrar y a cosechar, se le empezó a complicar. Las empresas proveedoras de insumos químicos empezaron a tomar parte del negocio y apropiarse de la renta. Todavía no está la convicción del cambio cultural, sino que por ahora está empezando desde el bolsillo”.
Gustavo González Anta, director científico de la empresa Indrasa, abordó esta problemática durante el Tercer Encuentro Nacional sobre Producción con Biológicos, realizada este año en Villa María, Córdoba: “En Argentina, la perspectiva de crecimiento es mayor que en químicos. Mientras que el uso de biológicos crece entre el 10 y 12 por ciento anual, el uso de químicos está casi estancado con una expectativa de crecimiento de entre el 3 y 5 por ciento anual”, aseguró. El mercado de bioinsumos agrícolas ya mueve en el país unos U$S 8.600 millones, con la ventaja que son de producción nacional y hasta pueden ser una solución al problema de la falta de divisas.
Según el informe de la FAO, se estima que América Latina gastó alrededor de U$S 42.000 millones en agroquímicos durante 2021. El 90 por ciento, producido en países fuera de la región. El gasto en bioinsumos para el mismo año fue de solo U$S 1.100 millones, un 3 por ciento del mercado de agroquímicos y por debajo de la media global. El mercado global de bioinsumos alcanzó en 2021 los U$S 10.600 millones, y se prevé que en 2026 alcance los U$S 18.500 millones.
“Otra vez aparece la paradoja de cómo las tensiones globales afectan las producciones. Este paradigma global hace que se produzca trigo para exportar o para que consuman las grandes ciudades, y los pequeños pueblos son víctimas de la especulación”, opina Olga Lubel, del Mercado Vaquereño de Salta. “Son oportunidades para repensar un desarrollo a escala humana. La agroecología, la producción y los mercados locales no solo son una opción sana, barata y comunitaria, sino que también cobran una dimensión política en la medida en que podemos producir nuestros propios fertilizantes”, agrega.
La Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT) lleva años promoviendo la producción de bioinsumos. Tienen tres “biofábricas”: en La Plata, en Mar del Plata y en Luján. “Muchas familias arrancaron con los bioinsumos porque no eran nocivos para la salud humana, se sentían con la total tranquilidad de poder estar en la quinta y poder fumigar, sin el temor de estar ahí, sin tener que cuidar que no estén los niños, sin el miedo a tocar la verdura y todo eso”, cuenta Rubén Gutiérrez, productor de la fábrica de bioinsumos de la UTT en La Plata. Sin embargo, aclara: “Quizás al principio es un poquito más trabajo que la producción convencional, pero ya al cabo de un año o dos el trabajo es menos. Encima hay un ahorro, porque no estás gastando lo que gastabas antes en otros insumos de síntesis química, que valen fortuna. Lo más barato que encontrás en el mercado está arriba de los 100 mil pesos. Con ese mismo dinero comprás una bolsa de azufre, una bolsa de cal, un tacho y hacés un caldo de azufre clásico, un fungicida que rinde aproximadamente 105 litros”.
La Unión de Trabajadores Sin Tierra (UST) de Mendoza integra la Mesa Agroalimentaria Argentina (MAA), un espacio nacional de confluencia de organizaciones de productores de todo el país que desarrolló el Sistema Popular de Garantías para fomentar la transición agroecológica y certificar la procedencia de los alimentos. Cecilia Mayorga, integrante de la UST, recata otra dimensión de la producción de bioinsumos: “La elaboración de biopreparados nace de la necesidad ante la crisis económica, pero también por la crisis climática. Además del tema de los costos, está la cuestión de poder trabajar con el ambiente, tener una producción sana, y que pueda generar más fuentes de trabajo a otras personas”, concluye.
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