Mauricio Macri derrotado. Lula libre. La restauración conservadora cruje desde el pie. Argentina y Brasil parecen despertar de una breve pero intensa pesadilla que dejará un tendal. El cambio de clima político es apenas una briza, todavía. Pero basta para aliviar el agobio que azotó a las mayorías populares en el último lustro. El contexto y la herencia envenenada no ofrecen garantías de éxito, pero el desahucio trocó en esperanza. Es un comienzo.
Es evidente que regenerar el tejido social dañado por el proceso de odio, manipulación informativa y lawfare no será sencillo. El veneno inoculado perdura y se esparce, como se verifica en Bolivia, donde el presidente Evo Morales enfrenta un violento intento injerencista de golpe de Estado patrocinado por los mismos intereses trasnacionales que amparan los atropellos de Sebastián Piñeira en Chile o Lenin Moreno en Ecuador. Pruebas al canto: al mismo tiempo que Lula era liberado en Curitiba, a unos kilómetros de distancia, en Brasilia, el Grupo de Lima emitió otro documento de acoso a Venezuela, el único país en crisis que concita la atención del falso republicanismo regional.
El documento fue suscripto por los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Paraguay y Perú. México también integra el Grupo de Lima, pero no avaló la declaración. La quita de firma es compatible con los términos de la reunión que en el DF mantuvieron el presidente electo argentino, Alberto Fernández, y el mandatario local, Andrés Manuel López Obrador. Respetuoso de la tradición diplomática mexicana de no intervenir en los procesos políticos en otros países -y la dificultad adicional de tener como socio obligado a su vecino, Estados Unidos-, AMLO rechazó el convite para liderar la reconstrucción de un polo progresista en Sudamérica. Pero la distancia con las provocaciones injerencistas del Grupo de Lima es una señal en línea con ese proceso.
El espacio que se presenta como antítesis del Grupo de Lima, de hecho, nació en una ciudad de México. El Grupo de Puebla tuvo su segundo encuentro este fin de semana en Buenos Aires. Alberto F. fungió como anfitrión, pero tuvo un protagonista excluyente: Lula. Liberado justo un día antes de la cumbre porteña, la novedad alumbró ideas para emprender la regeneración de una Patria Grande emancipada y soberana. La más audaz: nombrar a Lula como secretario general de la flamante organización.
El cargo no tiene rango diplomático -el Grupo es un «club» de dirigentes, no de países- pero impactaría de múltiples maneras en Brasil y la región. Para América Latina, el liderazgo de Lula alentaría el reverdecer del proyecto integrador que él mismo inició a principios de este siglo, interrumpido por la remake neoliberal que Argentina se quitará de encima en breve, pero que aún tiene dos años más de mandato en Brasil. Si es que llega: con la economía paralizada, la imagen del presidente está por el piso y sus bravuconadas cansaron incluso a sus patrocinantes del poder real.
El fastidio del Círculo Rojo brasileño con Bolsonaro se manifestó con la pirueta de la Corte Suprema: el tribunal que manipuló las leyes para encarcelar y proscribir a Lula, ahora hizo lo mismo para liberarlo.
El volantazo de la justicia brasileña se aprecia también en la prensa del sistema, coautora de la persecución cruel y venal contra el ex presidente. Y también cunde entre los poderosos industriales paulistas, que esta semana enviará una delegación a Buenos Aires para coordinar acciones con sus pares argentinos para intentar frenar la escalada de tensión política entre los países. El temor de los empresarios es que Bolsonaro aproveche la crisis para detonar el Mercosur, una mina de oro para los grandes industriales de Argentina y Brasil.
El espanto del Círculo Rojo con los monstruos que crearon (Macri y Bolsonaro) provocaron una alianza táctica de hecho que permitió el triunfo de Alberto F. en la Argentina y la liberación de Lula en Brasil. Pero se trata, como el fallo que liberó al ex presidente, de una acción condicionada.
Con sus armas mediáticas, judiciales y financieras cargadas, el Poder Real mantiene el dedo en el gatillo y en la mira a los gobiernos populares. Como sugiere el vídeo que muestra a Lula ejercitándose antes de salir de la cárcel, se requerirá de mucha tonicidad política y músculo social para afrontar la libertad condicional que proponen los dueños del dinero y el poder. La calle y los votos muestran que la base está. Los líderes tienen la oportunidad y el desafío de ponerse a la altura de la demanda. «