El acto exhibió el resultado de los cambios políticos producidos por el Papa en el Episcopado. En la organización trabajó Julián Domínguez. Fue clave el rol de Radrizzani, un cuadro del clero.
A pesar de las resistencias de un sector del clero, el acto derivó en la realización de una multitudinaria misa, posiblemente la primera demostración pública de esa institución religiosa bajo la conducción del nuevo Episcopado. Fue renovado en noviembre del año pasado e integrado por un elenco de obispos que responden directamente a Francisco y compartieron el mando de tropa del clero durante los dos mandatos que ejerció Bergoglio como presidente de la Mesa Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina.
La llegada del obispo de San Isidro, Oscar Ojea Quintana, a la presidencia de la CEA, implicó el fin para la larga transición que condujo su antecesor, el titular de la diócesis de Santa Fe, José María Arancedo, que difícilmente hubiera aceptado una propuesta como la experimentada este sábado.
El sacerdote que ofició de dueño de casa, Agustín Radrizzani, es el obispo de Mercedes – Luján, y el hombre que estuvo a un paso de ser electo presidente del Episcopado hace ocho años. Nombrado como prelado en julio del ’91, tuvo entre sus co-consagrantes a al obispo emérito de Neuquén, Jaime de Nevares. En esa diócesis patagónica comenzó con el cargo, pero el cura que este sábado sorprendió –por su look parecido al del Indio Solari (pero al frente de una homilía)–, es un cuadro político del clero que proviene del Conurbano bonaerense. Desde 2001 estuvo al frente de la diócesis de Lomas de Zamora, y en 2007 fue trasladado a Luján, cuya cabecera es la Catedral que alberga a la Virgen, considerada por el credo católico como la «Patrona Nacional». Toda esa liturgia tiene un alto valor simbólico para un sector del peronismo y de la CGT, cuyas bases están tensionadas por el debate respecto de la legalización del aborto y la separación de Iglesia y Estado.
El encargado de abrir Luján a la multitudinaria marcha fue Radrizzani, que terminó con años de moderación silenciosa y aceptó la propuesta sindical, principalmente impulsada por el jefe de Smata, Ricardo Pignanelli, con el auspicio del Episcopado, y la organización activa del extitular de la Cámara de Diputados y exministro Julián Domínguez. La movida contó con el apoyo del titular de la CTA, Hugo Yasky, del bancario Sergio Palazzo, principal representante de la Corriente Federal de Trabajadores y del gremio de Camioneros, representados en la misa por Hugo y Pablo Moyano. La presencia de estos dirigentes en el acto también marcó una diferencia dentro de la CGT, especialmente con el titular del gremio de Sanidad y miembro del confederal, Héctor Daer, que les dijo a sus pares que estaban «yendo muy rápido y no hay que apurar» en la confrontación pública con el gobierno.
Domínguez trabajó con los sindicatos y con dos armadores políticos: el exsecretario de Culto, Guillermo Oliveri y Aldo Carreras, que actualmente ocupa un cargo como asesor en el Ministerio de Trabajo bonaerense, pero fue un activo militante de la agrupación Guardia de Hierro, donde algunos le adjudican una relación inicial con Bergoglio por las coincidencias del jesuita con ese sector del peronismo. Así como Carreras es uno de los mejores amigos del Papa también mantiene un vínculo de «profunda confianza» con Domínguez y con el exgobernador bonaerense y excandidato presidencial del FpV, Daniel Scioli.
Entre ellos también jugó el diputado nacional Felipe Solá, que también mantiene vínculo con Bergoglio, a diferencia del frío que Francisco le prodiga al líder del Frente Renovador, el tigrense Sergio Massa. A Solá, el Papa le habría transmitido su lectura sobre Cambiemos en términos similares a los que le habría enrostrado al presidente Mauricio Macri en una de sus visitas al Vaticano. «Está protagonizando una venganza política contra el peronismo que sólo tiene un paralelo similar con la Libertadora», reza la frase que repiten distintos interlocutores del Papa.
El gesto que utilizó Radrizzani para cubrirse políticamente hacia adentro del clero fue citar a Bergoglio en su oración, durante la misa que fue acompañada por un encuentro interreligioso dominado por la liturgia católica. Abajo del escenario, detrás de las sillas para los invitados, había una multitud integrada por movimientos sociales, sindicatos y organizaciones territoriales que integran a distintas vertientes del peronismo. Aportaron su presencia «para un proceso que recién comienza», explicó uno de los organizadores a este diario, en referencia al incipiente armado opositor al oficialismo, que se refugiará (posiblemente con contradicciones) en las definiciones contra el capitalismo salvaje de una Iglesia bergogliana, tan peronista como antiabortista. «
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