¿Puede un sitio donde se cometieron los crímenes más atroces ser Patrimonio de la Humanidad? La discusión no es nueva, pero retomó actualidad con el impulso de la candidatura del Museo Sitio de Memoria ESMA para ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco.
“Lo que es importante es lo que se hace en estos espacios”, señala su directora, Alejandra Naftal. “Este es un espacio que representa y simboliza el campo de concentración como esa herramienta fundamental para desaparecer personas e implementar el terrorismo de Estado, pero también simboliza el proceso de lucha de un pueblo por su Memoria, por la Verdad y la Justicia y por eso este lugar se convierte en un espacio de diálogo, de reflexión, para no olvidar”, explica.
De todos los sitios que integran el Patrimonio de la Humanidad, menos del 1% está dedicado a sitios de memoria donde se violaron los Derechos Humanos. Algunos de los más conocidos son el campo de concentración y exterminio nazi en Polonia, Auschwitz, y la Isla Robben en Sudáfrica, utilizada como prisión durante el apartheid.
La inclusión de la Isla de Goreé de Senegal, el centro de comercio de esclavos más importante de la costa africana entre los siglos XV y XIX, fue la que abrió el debate en 1978 y le siguió Auschwitz ese mismo año.
Quienes se oponen destacan el valor negativo de los hechos que ocurrieron allí o que se trata de conflictos aún no saldados hacia adentro de esos países. Esto llevó a que en los últimos años avanzara la idea de no incluir más sitios de memoria en el listado, situación que está en plena discusión en el Comité de Patrimonio Mundial de Unesco.
“Las luchas de lo que fue la memoria de la última dictadura están en nuestro ADN, si vos ves hoy a los movimientos feministas, está el ADN de la lucha del movimiento de Derechos Humanos y creo que estos espacios tienen que ver con el patrimonio entendido como identidad nacional y no el patrimonio entendido como las grandes catedrales, ciudades o los grandes paisajes naturales. Creemos que estos espacios son los que los que configuran una identidad, que son lugares que pueden aportarle a la humanidad valores que tienen que ver con la paz, con el Nunca Más, con construir un mundo mejor”, resume Naftal.
La candidatura se comenzó a impulsar apenas inaugurado el Museo, en 2015, desde el directorio de organismos de Derechos Humanos que integra el Espacio para la Memoria Ex ESMA. Ese mismo año se elevó la propuesta para integrar la lista tentativa, que fue aceptada en 2017.
Ahí arrancó un largo trabajo para profundizar la investigación patrimonial e histórica del sitio. En el camino, la candidatura fue consiguiendo apoyos locales e internacionales del Parlamento Europeo, organismos de Derechos Humanos, ambas cámaras del Congreso de la Nación, entre muchos otros.
En septiembre se realizó una presentación voluntaria de la postulación en un acto simultáneo entre España y Argentina. Luego de algunas revisiones, el año que viene se hará la presentación definitiva y la votación recién se realizará en 2023.
Si finalmente ingresa a la lista de Unesco, el Museo y el predio de la ex ESMA obtendrían una herramienta para la protección y conservación del lugar que será leída también como un reconocimiento internacional a lo hecho por Argentina en materia de Derechos Humanos y del proceso de Memoria, Verdad y Justicia. «