El peronismo, y en consecuencia el Frente de Todos, se encamina a un enfrentamiento total en unas PASO en las que competirán lista entera contra lista entera. Es decir, no hay posibilidad de integrar o de ir juntos en algún distrito de todo el territorio nacional, según están dispuestas las piezas hasta el momento. Los candidatos a presidente que encabezan esos dos armados son el actual mandatario Alberto Fernández y el ministro del Interior Eduardo de Pedro, aunque nunca lo haya dicho en voz alta.
Parte del kirchnerismo cristinista sigue con la estrategia de romper la proscripción -a fuerza de movilización social, único freno que reconoce la Corte Suprema- para que la vicepresidenta, Cristina Fernández, pueda decidir en libertar si se presenta como candidata a presidenta, aunque todo indique que no quiere saber nada. Otra sector la pide en la boleta como senadora, aunque sea para que aparezca su nombre y su cara. Todavía no está saldado ese debate.
Cuando De Pedro, el dirigente camporista que funciona como vocero electoral del pancristinismo, aceptó de manera pública el convite a competir en las PASO, las distintas tribus comenzaron a organizarse en dos espacios bien diferenciados, tanto que ni se cruzan en ninguna intersección. En la Provincia de Buenos Aires, eso implicaría tener candidatos y candidatas para consejeros escolares hasta presidente, pasando por gobernador y diputados nacionales. De hecho, se evalúa la posibilidad de postular algún intendente, como Fernando Gray, de Esteban Echeverría. En el resto de las provincias está armando el legislador porteño Claudio Ferreño.
En el PJ algunos recuerdan que históricamente los enfrentamientos se han resuelto con la lógica de la mayoría-minoría, es decir, la mayoría pone el 75% de los cargos legislativos mientras que la minoría aporta el 25% restante. Pero a esto hay que sumarle que dentro del FdT, el PJ convive con otras fuerzas, como Nuevo Encuentro o el Frente Renovador de Sergio Massa.
Por lo pronto, los dos sectores que están bien delineados coinciden en que no quieren compartir espacio sino competir. El 24 de junio vence el plazo para la presentación de listas de precandidatos ante las juntas electorales partidarias. Ese día se abrirá un paréntesis de una semana de intensas negociaciones hasta que la Justicia electoral revise la documentación y diga si está todo en orden. En muchas oportunidades, ese lapso se usó para negociar y bajar listas. Sin embargo, fuentes de ambos lados de la interna aseguran que no habrá vuelta atrás y competirán.
Más allá de los deseos del kirchnerismo, la hipótesis que más sostiene la candidatura de Alberto es que quiere medir con votos cuánto pesa dentro del peronismo. Incluso evalúan que, aunque pierda, va a sacar más votos que en la aventura randazzista.
En esta separación tan tajante, que respeta algunos lineamientos históricos dentro del peronismo, sí hay algunas conexiones entre ambos lados para consensuar “no pegar bajo” y competir limpio.
Los cancilleres que trabajan para eso es lo único que por ahora pueden garantizar. El encargado de decirlo en voz alta fue el jefe de Gabinete Agustín Rossi. Otro de los dirigentes que sostiene una posición parecida es Gabriel Katopodis, que insiste en que haya un acuerdo político previo a las PASO. No sólo como un manual de convivencia para la competencia electoral sino como una plataforma de reivindicaciones comunes, es decir, qué propone el peronismo.
Las diferencias no son sólo electorales, también se expresan en la gestión cotidiana, donde se muestra la imposibilidad de coordinar desde Nación con las provincias -primero con Santa Fe y después con Buenos Aires- sobre la seguridad, uno de los dos problemas más señalados por los encuestados de distintas consultoras. El otro es la inflación.
La inflación comenzó a repercutir en otro de los grandes índices que mira el peronismo: la pobreza. Ambos porcentajes caen sobre la cabeza del ministro de Economía, Sergio Massa, que ve cómo corre el calendario electoral. El FR tiene armado territorial en la primera sección electoral y, a falta de un paraguas propio, también debe decidir algún reparo hacia dónde correr. Pero, por lo pronto, no está confirmado si será hacia el kirchnerismo.
Y a todo esto, está caminando el embajador en Brasil, Daniel Scioli. “Daniel sigue para adelante”, sintetizan desde su espacio. La semana pasada estuvo tirando líneas hacia la angosta avenida del medio, en particular, se refirió a Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti, pero no habló con ninguno. Sí acerca posiciones con intendentes a los que visita en el territorio, kirchneristas y del peronismo más tradicional. En Córdoba se mostró con el jefe comunal de Villa María, Martín Gill, peronista dentro de FdT. Su ejemplo a seguir, según dice siempre, es el de Lula Da Silva, o sea, “todos adentro”. La carta que juega es ser la figura de unidad, de síntesis entre dos pedazos irreconciliables. El problema que tiene esa estrategia es que esos dos pedazos no quieren síntesis, quieren medirse. «