La vigencia de la cuarentena se ha transformado en una pulseada entre el poder económico y la política sanitaria que dictan los expertos. Desde su inicio, el 20 de marzo, hubo voces que advertían que se volvería insostenible para la economía y que, por lo tanto, se la debería flexibilizar.
La machacona comunicación gubernamental que recayó sobre la población durante todo este tiempo enfatizó que el aislamiento era la única vacuna efectiva contra la pandemia. Y en sus intervenciones en los medios de comunicación, el presidente Alberto Fernández no dejó de referirse a ello con el mismo resalte.
Pero con el paso de los días se instaló el dilema: ¿quién se hará cargo del dolor económico provocado por la cuarentena? El gobierno fue ensayando respuestas parciales a medida que las presiones se hicieron más agudas, hasta que el viernes 27 de marzo Techint pateó el tablero con el despido de 1450 trabajadores de la construcción. A partir de allí ya nada sería igual y otras empresas, como Mirgor en Tierra del Fuego, anunciaron centenares de despidos que podrían ser revisados con una condición: que el gobierno las autorice a volver a producir.
Así las cosas, tras los compromisos asumidos el viernes último con la Cámara de Comercio y la Unión Industrial, el gobierno se encaminará a inaugurar un nuevo modelo: el de los países que tras imponer una firme cuarentena, la levantan antes del pico de la pandemia.
“La enfermedad está latente; el virus está entre nosotros”, dijo el presidente en una entrevista radial ayer.
Esa realidad se mezclará con el levantamiento gradual de la cuarentena. En este punto el gobierno enfrentará una prueba superior aun a la que no pudo superar este fin de semana con el pago de las jubilaciones y la AUH. Las evidentes fallas en la organización ponen de relieve las dificultades para gestionar una crisis para la cual ningún gobierno estuvo preparado. Pero el tratamiento de la pandemia con las ataduras de los compromisos políticos y sociales que se arrastran, por caso, la libertad del sistema bancario para hacer y deshacer, mostró que no está a la altura del desafío.
Más aún cuando ya está instalado el debate acerca de cómo será el día después y cuáles deberán ser las medidas económicas para sacar al país del fuerte golpe recibido. Los que bregan por relajar la cuarentena podrían correr con ventaja.