Por otra parte, para terminar de responder a la pregunta de si el Frente se ensancha o se achica a sí mismo con Massa, hay que mirar los pasos de Cristina Kirchner. De hecho, muchos de los interrogantes de estas horas pasan por la vicepresidencia. Si ella avaló el cambio de gabinete, y si ya conversaron acerca de las próximas medidas que implementará el nuevo ministro, significa que hay una dirección. Y esto se debe a una razón sencilla: la vicepresidenta tiene apoyos electorales duros, un porcentaje del electorado que la acompaña en todas sus decisiones, y si ella se inclina hacia una solución encabezada por Massa, significa que una gran parte del Frente de Todos va con ella. Sea o no un giro más fiscalista en la administración de la crisis.
Si así fuera, entonces el Frente de Todos hoy es el espacio que sustenta políticamente a un gobierno de crisis, y que parece decidido a capear el temporal. Esto es bueno, porque el presidente no se queda solo. Pero es un riesgo, porque se van jugando sus últimos cartuchos. El plan Massa tiene que salirle bien.
Al día de hoy, no sabemos exactamente qué magia técnica podrán desplegar Massa y su equipo para enfrentar un panorama tan crítico, pero sí su fórmula política: unificar y repolitizar la política económica en un contexto de emergencia. Pero para que la fórmula dure, necesita darle un horizonte de continuidad. De lo contrario, todo este «shock de política» se consumirá con las malas noticias de la inflación y las corridas cambiarias. Hay una noción que comienza a dar vueltas, y que apunta a darle esa continuidad: que si las cosas le salen bien, él se transformaría en un candidato presidencial natural. No obstante, para que ese escenario sea posible, necesita un diseño electoral acorde.
Hay un riesgo de que el actual clima de efervescencia social adelante los tiempos de la política. Ya lo vemos en la oposición, que hoy se siente ganadora: desde las primarias de 2021 ya hay claros movimientos hacia las candidaturas presidenciales de 2023. En ese marco, el oficialismo tiene que ganar tiempo y, en la medida de lo posible, reservarse el poder de definir su candidatura presidencial al margen de la desgastante rosca de las listas provinciales y municipales.
Si hay un plan de rescate de la Argentina sobre la mesa, y otros planes alternativos de los partidos de oposición, sería muy deseable para todos –para los partidos políticos, y para los ciudadanos– que la elección sea esencialmente sobre eso. Una elección sobre el futuro de la Argentina.
Para que ello sea posible, hay que simplificar el calendario electoral. No podemos pasarnos todo el 2023 discutiendo y debatiendo sobre listas electorales, desvirtuando el sentido nacional de la próxima elección presidencial en un laberinto de estrategias y competencias de poder. Las PASO deben estar limitadas a los partidos que desean resolver internas, y debemos volver a poner a la elección presidencial en el centro. Hoy es un buen momento para plantear una reforma electoral. «
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