El escenario político se modificó por completo a partir del coronavirus. Un buen punto de partida para analizar el terremoto que produjo son las elecciones del 2019. El Frente de Todos se impuso en la primera vuelta con el 48% de los votos y Mauricio Macri no pudo revalidar su gestión con una reelección. Sin embargo, sí logró recortar la distancia de 17 puntos que le había sacado Alberto Fernández en las PASO de agosto. Fue una situación extraña: Macri perdió pero la remontada de casi 10 puntos lo hizo salir en cierta medida airoso. Son vaivenes de la política, que no es una ciencia exacta y sí un arte en el que la las expectativas tienen mucho peso a la hora de evaluar la estela de los procesos.

Ese resultado de la primera vuelta había generado un efecto favorable a la actual oposición. El impacto habitual de una derrota electoral es la fractura del bloque político que pierde la contienda. No es que la situación vaya a ser permanente, pero hay un inexorable reordenamiento. Hay responsabilidades diversas en la derrota y pases de factura, no siempre justos. Esto era lo que Juntos por el Cambio había logrado morigerar al evitar una derrota aplastante en octubre de 2019.

La epidemia de coronavirus y las medidas necesarias para tratar de contenerlo complicaron la reunificación. Esta misma semana el radical Alfredo Cornejo, ex gobernador de Mendoza y actual diputado nacional, dijo que Horacio Rodríguez Larreta “está en la nube cultural del gobierno” y que el ex presidente Macri “no tiene chance de volver a ser candidato”. Lo único que le faltó decir a Cornejo para completar la intención de sus declaraciones fue: “Por eso no queda otra que sea yo”. Cornejo quiere ser candidato en el 2023. Está claro. Pero es un dato menor.

Hay un elemento mucho más contundente imposible de soslayar. La sintonía entre Alberto F y Rodríguez Larreta en la estrategia para enfrentar la pandemia fracturó a la oposición en un tema omnipresente. ¿Puede recuperarse la cohesión cuando pase la pandemia? Sí y no. Nadie puede asegurarlo. Macri firmó una solicitada con otros ex presidentes de derecha diciendo que el coronavirus y las medidas de aislamiento social para contenerlo ponen en riesgo la democracia.  Y resulta que su heredero en la Ciudad aplica esas medidas. Es una fractura mucho más profunda y evidente que la catarata de chismes que los diarios del establishment publican sobre las supuestas tensiones entre el presidente y su vice Cristina Fernández. La fractura entre Macri y Larreta, tapada por los medios del sistema, está a la luz del día. Para no verla hay que taparse los ojos.

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(Foto: Télam)

No sólo la oposición sufrió un sacudón con la pandemia. Otro punto de partida que puede tomarse para analizar los efectos políticos del Covid es el discurso del presidente ante la Asamblea Legislativa el primero de marzo pasado para inaugurar las sesiones ordinarias. El jefe de Estado planteó varios ejes: reforma judicial, aborto legal, recuperación de la industria nacional y redistribución del ingreso, por mencionar algunos. Casi todas las propuestas de ese día están en el freezer.

El gobierno además parece tener un tironeo interno. Hay momentos en que decide avanzar con su agenda más allá de la pandemia, como fue la estatización de Vicentin, pero luego retrocede. Lo que se trasluce en esos vaivenes es que hay un debate-quizás dentro del propio presidente-sobre si es políticamente acertado impulsar temas que traerán tensiones políticas mientras dure la Pandemia. O si toda esa agenda debe esperar que la situación sanitaria mejore. Es una tensión comprensible que se vuelve más compleja a medida que el proceso pandémico se estira en el tiempo. Porque es lógico que el gobierno quiera avanzar con su agenda. Y también que busque la unidad política para transitar el Covid. Es un dilema que habita el corazón del oficialismo.