La pandemia del nuevo coronavirus y su expansión en la Argentina se tranformaron en un obsctáculo para que el expresidente Mauricio Macri retome su rol como líder opositor de la alianza Juntos por el Cambio. Dentro del PRO, algunos de sus seguidores todavía lamentan la frase que lanzó en Guatemala el 4 de marzo, cuando fue invitado para participar de un evento internacional organizado, donde buscó posicionarse como uno de los líderes de la derecha regional. «El populismo es mucho más peligroso que el coronavirus», disparó en Centroamérica. En el partido amarillo algunos de sus diputados todavía se preguntan si estuvo mal asesorado o si realmente apostó a ganar recordación a partir de una frase «desafortunada», cuyo impacto buscó revertir la semana pasada, cuando utilizó su cuenta personal de twitter para respaldar las medidas de contención resueltas por el presidente Alberto Fernández.
Cuando regresó de Guatemala el expresidente intentó mostrarse hiperactivo: puso en funcionamiento sus nuevas oficinas alquiladas en el edificio «Holidays», ubicado en Olivos, y comenzó a mantener reuniones con sus colaboradores más cercanos para retomar su agenda política. Sin embargo, el incremento de casos de contagio en Europa comenzaron a consolidar los liderazgos opositores vinculados a la gestión de la crisis, como el rol que juega el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta.
«No era lo previsto, pero la urgencia de la pandemia redujo el rol que puede tener Mauricio en este momento, más allá de los errores que viene cometiendo desde que intentó volver a escena», explicó a Tiempo un miembro del bloque del PRO en referencia a gestos del expresidente que generaron desazón entre sus diputados, como el cargo que obtuvo en la FIFA y el empeño que puso en nominar a su exministra de Seguridad, Patricia Bullrich como nueva presidenta del partido amarillo. Si bien la actual estructura del PRO fue acordada entre Macri y Larreta, la dinámica de la crisis por la pendemia también fue ordenando los roles en la alianza opositora. Quizás por eso ninguno de los caciques legislativos insistió con la posibilidad de sumar al expresidente a las reuniones que convoca Alberto Fernández para articular medidas con la oposición.
La señal más notoria salió de la Casa Rosada el domingo pasado, cuando Fernández ofreció una conferencia de prensa rodeado por el alcalde porteño y por su par bonaerense, Axel Kicillof. El gesto de unidad se repitió este miércoles con la reunión que mantuvo el Presidente con los jefes de los bloques de senadores y diputados del oficialismo y la oposición para monitorear la situación y realizar reuniones de ese tipo cada dos semanas.
Las necesidades para «superar la grieta» frente a la pandemia ponderó la presencia del ala «dialoguista» del PRO, como el presidente del bloque amarillo, el diputado Cristian Ritondo, o el vicepresidente primero del cuerpo, Alvaro González. Junto a ellos cobró otro calibre el rol del jefe del interbloque de Juntos por el Cambio en esa cámara, el radical Mario Negri, que también se involucró en la gestión de la crisis, aunque se notó la ausencia del presidente del Comité Nacional de la UCR, el diputado por Mendoza, Alfredo Cornejo, que se autoexcluyó de los últimos encuentros por el cierre del limite que dispuso el gobernador Rodolfo Suárez.
Los roles dentro del radicalismo continuarán delineados de ese modo, pero en la UCR sostienen que «el eje estará centrado en la gestión de la situación y en la voz que tendrán los tres gobernadores del partido: el mendocino Suárez, el correntino Gustavo Valdés y el jujeño Gerardo Morales», el primero que decretó la suspensión de las clases a nivel nacional.
Pero en el PRO el manejo de la crisis terminó de definir otros liderazgos que ya no parecen transitorios. Entre todos los diputados el macrismo, el único que no respetó el llamado de unidad fue Fernando Iglesias, que se autodefine como un «átomo libre» que no acata las decisiones de su bloque.
Sus actitudes abroquelaron a sus colegas detrás del gesto de unidad, pero también incrementaron la soledad del sector más duro. «Los que tienen gestiones ejecutivas y legislativas dentro del PRO quedaron de un lado, mientras que el ala más ideologizada quedó del otro», explicó un diputado en referencia a las coincidencias que comparten Larreta, Ritondo, González y la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, frente «al ala dura de la oficina de Olivos». El eufemismo apunta a Macri, su compañero de coworking, el ex senador y candidato a vicepresidente, Miguel Pichetto; a Bullrich y al exministro de Transporte, Guillermo Dietrich, que forma parte del entorno más inmediato del expresidente.
Cerca de los diputados que están sumergidos en el escenario de crisis por la pandemia, confiaron a este diario que «el rol de Iglesias es vergonzante para el bloque, pero mucho peor es que sus principales mentores no le paren el carro», se lamentó un dirigente del PRO en referencia al silencio que mantienen Macri y Bullrich para disciplinar a Iglesias y para estrechar contactos con su tropa. Un punto de inflexión surgió cuando el ministro de Salud, Ginés González García, reconoció en una entrevista televisiva que no se esperaba que el virus llegara tan rápido al país. Un sector de Juntos por el Cambio, con Iglesias a la cabeza, reclamó el desplazamiento del sanitarista por sus dichos, pero la mayoría guardó silencio y reclamó cautela. Tras el debate interno, Macri se pronunció por twitter y llamó a la unidad.
«No alcanza con un
tweet de respaldo a Fernández o que hable con Horacio», lamentó otro miembro del bloque para reflejar que el expresidente no logra reconectarse con el partido ni reponerse de sus errores. «Luego de lo que dijo del coronavirus tuvo que reunirse con el embajador chino y pedirle disculpas, pero el daño ya está hecho», se lamentó la fuente.