Tras la victoria en las PASO, la coalición opositora cree que revalidará el resultado en noviembre. Y mantiene cautela por la sorpresa que puede surgir de quienes no fueron a votar.
Hasta la reunión reservada que mantuvieron el martes la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y el presidente, en la coalición opositora los esfuerzos estaban concentrados en planificar una estrategia que les permita mantener las cosechas obtenidas el domingo pasado y mantenerlas hasta las legislativas que se concretarán dentro de 7 semanas. Se trata de un tiempo precioso para un oficialismo que transitó los días posteriores a la derrota sumido en una interna que subió de tono y no les permitió definir de qué modo buscará remontar el revés.
Para algunos observadores del macrismo, el proceso del peronismo para remontar la debacle de las PASO ya comenzó con la puja desatada desde ese martes por la noche que concluyó tres días después con un cambio parcial del Gabinete.
Los nombramientos ahora concentran todas las incógnitas en el conglomerado opositor. «Están en una encrucijada porque si Alberto se radicaliza y hace lo que le pide CFK pueden aumentar la derrota de las PASO y si se modera, corren el riesgo de no ser creíbles», especuló un exfuncionario de la gestión de Cambiemos que, al igual que sus antiguos jefes, creyeron ver la reedición de una ruptura del peronismo parecida a aquella que les permitió ganar las elecciones en 2015 detrás de la candidatura de Mauricio Macri.
Otros consultados por este diario, que también desempeñan funciones en los equipos de campaña de JxC, estiman que la cuestión de la credibilidad es secundaria. En primer lugar ubican una preocupación: consideran que un eventual «giro de Alberto hacia el centro» podría permitirle al FdT recuperar parte de los votos perdidos.
En los tres campamentos de JxC no pierden de vista que casi no tuvieron variaciones respecto a los votos obtenidos en 2019. Los números obligaron a una silenciosa distribución de dividendos para los protagonistas de la interna de fondo que atraviesa al PRO.
El alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta quedó fortalecido en la estrategia que anticipó desde principios de año para impulsar el regreso a la capital de la exgobernadora María Eugenia Vidal y reemplazarla por el exvicejefe Diego Santilli. Ambos ganaron en sus nuevos distritos y empoderaron al alcalde en la construcción de sus aspiraciones presidenciales para 2023, frente al expresidente Macri, que disputó su presencia en la campaña y jugó fuerte en Córdoba, donde respaldó al titular del interbloque en Diputados, Mario Negri, y al exsecretario de Turismo Gustavo Santos.
Peleaban por una candidatura para el Senado y la Cámara baja, pero ambos perdieron estrepitosamente. Fue una señal amarga para Negri, pero también para Macri, que se había aferrado al electorado cordobés como si fuera su zona de confort. Lo mismo pasó con la jefa de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, que primero se resistió al cambio de domicilio de Vidal y luego bendijo a Santilli, pero su partido tuvo malos desempeños en distritos donde peleó internas, como Neuquén, donde su candidato quedó cuarto.
Esos trapos son lavados en silencio porque prefiguran las tensiones que se avecinan dentro de una coalición que después de noviembre podría conducir un bloque parlamentario más grande y que comenzará a prepararse para la pelea de fondo en 2023.
Ahora la apuesta no sólo está concentrada en mantener la performance de las PASO. También en advertir a tiempo los movimientos que realice el Gobierno para recuperar los votos que no logró movilizar en las primarias como consecuencia de la gestión de la pandemia, la política económica, el cierre prolongado de las escuelas o por el impacto de la foto de Olivos que, para todos los consultados, tuvo peso importante en la desmovilización de un votante que podría animarse el próximo 14 de noviembre. Entre los votos en blanco y los que no fueron a votar hay un universo demasiado grande que no deja de inquietar a Juntos por el Cambio ante las chances que desarrolle el Gobierno para revertir la desventaja.
En la provincia de Buenos Aires la participación fue del 68,29% cuando en 2019 llegó al 81%. Con ese termómetro sobre la mesa, dentro de la coalición opositora aprovechan el río revuelto del oficialismo para tratar de medir sus internas en silencio. Ésa fue la premisa que primó esta semana, cuando la titular del PRO, Patricia Bullrich, junto a su par de la UCR, Alfredo Cornejo, exploraron acuerdos para sacar un pronunciamiento de la alianza y no contaron con el visto bueno del alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, ni de los dos protagonistas de su plan electoral para el AMBA: la exgobernadora bonaerense, que ganó este domingo para sellar su regreso a la Ciudad, y el exvicejefe porteño, ahora empoderado en provincia. Los tres buscan construir una agenda alternativa por fuera del tembladeral que generó la interna del Gobierno.
Esta semana tanto Vidal como Santilli volverán a retomar su campaña pero sin perder de vista que el debate público, en gran parte, ha sido hegemonizado por la interna del oficialismo posterior a las PASO.
En la Capital, la interna de JxC llegó al 48% con sus tres candidatos. Vidal le ganó a sus dos contendientes: el exministro Ricardo López Murphy y el exsecretario de Salud Adolfo Rubistein. La exgobernadora buscará mantener ese caudal de votos detrás de su figura, pero todavía tiene un largo camino por recorrer para evitar que una parte de los votos de López Murphy se vaya, ya que esos electores eligieron al «bulldog» porque no acompañan su postulación. Del otro lado está el economista ultraliberal, Javier MIlei, que amenaza con atraer a una parte. En ese laberinto, tanto Vidal como López Murphy apostarán por aumentar la polarización con el kirchnerismo para confrontar con un Milei que busca «terminar con el kirchnerismo». Frente a ese escenario, el larretismo se abrazará a la polarización total en la capital, y moderará su mensaje en la provincia, donde Santilli está entusiasmado por haberse quedado con una parte de lo votantes desencantados que en 2019 habían optado por el Frente de Todos. A diferencia de la sombra que les provoca Milei, su colega bonaerense, José Luis Espert quedó cuarto. El número confirma que la fuga de votos por derecha de JxC comenzó a diluirse en la provincia de Buenos Aires.
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