El psicoanalista y poeta analiza el escenario político argentino luego de las PASO. El desafío del Frente de Todos: consolidar una gran mayoría y articular su diversidad y sus contradicciones.
Aquella noche y en los días posteriores, Alemán intercambió whatsapps con Axel Kicillof y Alberto Fernández. No pudo, esta vez, cruzar alguna impresión con la candidata a vicepresidenta, Cristina Fernández. Estudioso de los cruces entre neoliberalismo y subjetividad, como también de las mutaciones del capitalismo en su etapa post industrial, Alemán es casi una celebrity para el espacio nacional-popular. También lo es, en cierto modo, para la izquierda española. En la noche del triunfo del Frente de Todos se encontró en medio del festejo con el fundador de Podemos, el español Juan Carlos Monedero, también presente en la sede partidaria. «Hay que ver lo que pasa en la Argentina», fue el comentario que encajó entonces en una suerte de consejo para los europeos.
En esta entrevista telefónica con Tiempo, Alemán analiza el nuevo escenario político que se configuró tras las Primarias. Reconoce que no previó una diferencia tan grande, plantea que «lo más apasionante del Frente de Todos es que se construyó de abajo para arriba», y atribuye la victoria a la conjunción entre «el legado y la herencia histórica del pueblo argentino» con «la inteligencia estratégica» de ciertos dirigentes. En este punto se refiere particularmente a CFK. Sobre Alberto F., Alemán destaca su capacidad de argumentación, su experiencia y la tranquilidad con la que afronta los problemas en una situación de emergencia. «Tiene la autoridad simbólica como para estar al frente de este proyecto», subraya. El candidato presidencial tiene previsto viajar a Madrid el 2 de septiembre próximo. En el resto de la conversación van apareciendo otras cuestiones, entre ellas las amenazas que a su juicio acecharán a la gran coalición opositora que se articuló a partir del poder de imantación del peronismo reunificado.
–Alberto Fernández dijo recientemente que el 47% del Frente de Todos refleja que los medios no influyen tanto sobre la sociedad…
–Siempre he planteado que si bien los medios tienen una función determinante no agotan toda la realidad. Si fuera así, los modos de control de la subjetividad se realizarían de un modo absoluto. Y en la Argentina existe un legado, una herencia política, que no pudieron ser desactivados del todo por los medios. Me refiero a la secuencia 17 de octubre, Eva Perón, la Resistencia, las Madres y las Abuelas, el surgimiento del kirchnerismo. Aparte, los medios pueden muchas veces erosionar a un buen gobierno pero sostener a un gobierno pésimo ya es algo más improbable.
–Usted tiene una mirada pesimista respecto a las posibilidades reales de que exista un «afuera», una alternativa factible al neoliberalismo. Por la colonización de la subjetividad y el deseo. También deslizó que las elecciones en Argentina, a pesar de la crisis, iban a ser muy difíciles. ¿Tendrá que revisar sus hipótesis luego del 11 de agosto?
–No, se ratifican. Porque son problemas que atañen a órdenes distintos. El neoliberalismo tiene distintas modalidades de representación. La de Macri fue la representación sin mediaciones. Un neoliberalismo sistémico. Yo distingo, por razones metodológicas, entre el capitalismo en su nueva forma de concentración actual, que llamamos neoliberalismo, y los modos de representación política. Yo no creo que el Frente de Todos represente una ruptura respecto al neoliberalismo pero sí es un freno de mano. Es un modo de frenar el carácter precisamente sistémico que ha tenido (el neoliberalismo) bajo el gobierno de Macri.
–Dos hechos de la última semana: un policía de la Ciudad le pegó una patada a una persona en la calle, lo hizo caer, se fracturó el cráneo y lo mató. Un jubilado de casi 70 años que había robado un queso, un aceite y un chocolate de un supermercado Coto fue golpeado hasta la muerte por los vigiladores privados del comercio. Hay una frase que circula en las redes sociales y es: «Con Cambiemos la crueldad es política de Estado». ¿Qué pasa con la crueldad?
–Desde el inicio de este gobierno yo dije que había un riesgo muy grande de que se produjese este tipo de situaciones violentas y crueles. Estos dos sucesos tristes, lamentables, no son aleatorios ni anómalos. Están inscriptos en la estructura misma de este proyecto. Este desenlace muestra que lo que se juega el 27 de octubre no es meramente un gobierno sino un límite ético, el destino ético, de la Nación.
–En el Frente de Todos conviven sectores que quizá representan a un sector de la burguesía nacional que pretende protección frente a la competencia externa y que se reactive la economía, pero preferentemente con salarios bajos, y otros que promueven una mayor participación de los trabajadores en el ingreso, como la que hubo en los años más conflictivos del kirchnerismo. ¿Habrá tensiones en el futuro?
–Entre las artes y astucias que deberá desplegar el Frente de Todos si llega a gobernar está el desafío de ver cómo se sitúa respecto a las tensiones internas que, inevitablemente, van a surgir. Tensiones que, le aclaro, no me parecen en principio negativas. Que ese frente esté atravesado por distintas sensibilidades políticas, por distintas corrientes internas, por distintos tipos de prácticas militantes, por sensibilidades más conservadoras y sensibilidades más transformadoras, es muy interesante. Hace al mismo arte de lo político cómo articular todo eso.
–Le pregunto por dos personas: Cristina y Alberto.
–En este último viaje no tuve el gusto de tener conversaciones con Cristina. La decisión que tomó, el modo en que se situó en este nuevo horizonte político, fue extraordinariamente inteligente. Y Alberto me pareció una elección sumamente pertinente. Su propia experiencia como jefe de Gabinete le da la autoridad simbólica suficiente para estar al frente. Porque estamos en una situación de emergencia nacional. Es un mundo muy enrarecido, con fenómenos de ultraderecha que atraviesan el planeta, con presidentes que quieren comprar Groenlandia, que culpabilizan a la población de lo que han votado, con presidentes que quieren echar a los inmigrantes al mar, que culpan a las ONG del incendio del Amazonas. En fin, el capitalismo refleja que carece de todo principio civilizatorio. Por lo tanto, no está en este momento nada mal para un país como el nuestro tratar de, por lo menos, cumplir roles en lo institucional.
–Una de las propuestas de Alberto es construir el gobierno de la unidad nacional, de la etapa posgrieta. Ese objetivo tuvo un momento simbólico hace unos días, con su discurso en el seminario de Democracia y Desarrollo organizado por Clarín con Héctor Magnetto sentado en primera fila. Su presencia fue interpretada como un gesto para una parte de la sociedad y, quizá, como un sapo a tragar para otra parte. ¿Qué piensa?
–Que va a ser así. Que habrá sapos que tragarse y que la situación en este momento no aconseja ademanes o gestos rupturistas. Estamos en un momento delicadísimo de la Argentina. Por otro lado, yo nunca estuve de acuerdo con el término grieta. Yo creo que los antagonismos son constitutivos de lo social y todo lo social está atravesado por antagonismos irreductibles. Hoy mismo (por el viernes) sentí una gran pena cuando escuché a (Joaquín) Sabina y a (Joan Manuel) Serrat hablar de la grieta y etcétera. Porque en torno al concepto de grieta se envuelve fácilmente algo ligado a una suerte de teoría de los dos demonios. Es lo que subyace bajo frases como «vamos a recomponer una unidad que fue distorsionada». Son planteos que suponen que ambos sectores de la grieta son equiparables y que los dos fueron responsables y todo eso. Eso no lo comparto. Igualmente quiero destacar que en este momento –en que todo es tan frágil– quienes tienen responsabilidades políticas deben construir una mayoría y fortalecerla permanentemente. Y eso no se hace con el discurso de profundizar los antagonismos, nada por el estilo. En cualquier caso, el punto antagónico de esta etapa ya está señalado: es la financiarización de la economía, los bancos, las Leliq. La prioridad política del momento, en suma, es contribuir y ayudar a quienes tienen responsabilidades políticas para que puedan hacer sostenible la experiencia que viene.
–Leí en sus redes sociales algo que escribió sobre el debate presidencial. Porque a pesar de los 15 puntos de diferencia, el debate se hará igual, por ley. Y, por otro lado, ¿cómo ve el lapso que resta hasta el 27 de octubre y, luego, hasta el 10 de diciembre?
–Si no fuera obligatorio por ley yo no iría a un debate. Creo que es darle una dignidad al interlocutor (por Macri) que creo que no se merece. Además, yo no creo que se pueda hablar de los debates en términos de quién lo gana y esas cosas. Me parecen ingenuos esos planteos. Un debate forma parte de la sociedad del espectáculo (concepto creado por el francés Guy Debord, que analizaba la reproducción del orden a través de la industria cultural, NdR). Igual, cuando lo escribí en mi muro (la propuesta de que Fernández no vaya al debate), me contestaron con todas las leyes constitucionales que dicen que es obligatorio. En definitiva, está claro que tiene que ir, pero no seamos ingenuos. Y con respecto a las elecciones generales del 27 de octubre, yo no imagino nada resuelto. No creo que vivamos en un mundo en el que haya cosas irreversibles. Es decir, hay un mundo sumamente volátil y extraordinariamente errático en un montón de aspectos. Por eso hay que estar alertas. «
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