Javier Milei, el loco de la motosierra: la pesadilla que puede hacerse realidad

Por: Nicolás G. Recoaro

Mucho más que el candidato de la ultraderecha, el fundador de LLA rompe con todos los manuales de la corrección política. Un perfil de la figura más disruptiva de esta democracia.

Pesadillas texanas de masacre y motosierra, quimeras del oro sin Chaplin, alucinaciones de demolición y dolarización. Argentina no duerme en la noche afiebrada del sábado. Elección histórica, bisagra, decisiva a 40 años de la recuperación democrática. ¿Sueñan los androides con leones eléctricos? ¿Quién fantasea con Javier Milei vencedor en el balotaje, vencido el vencedor de la primera vuelta? ¿Con la victoria del candidato presidencial de La Libertad Avanza y la derrota de su rival de Unión por la Patria? Sólo si pierde el peronista Sergio Massa gana el libertario Javier Milei.

Desde la sección Política me pidieron un perfil del candidato de raro peinado nuevo: esa cabellera leonina que modela la mano invisible del mercado. Porteño, Javier Gerardo Milei nació 53 años atrás y creció en Villa Devoto, en una familia de clase media. El padre Norberto Milei es un raro ejemplo de movilidad social ascendente de self-made man: colectivero devenido patrón de siete líneas de colectivos. La madre, Alicia Lucich, abnegada ama de casa. La hermana es otra rara avis exitosa del provecho del libre albedrío: Karina, alias “El Jefe”, es consejera, pitonisa, asesora todoterreno y responsable de la campaña del Gran Hermano economista ultra anarcocapitalista.

El maltrato físico y psicológico marcaron la vida familiar del candidato. También la escolar en el Instituto Cardenal Copello. En la ultraderecha, hay mucha gente lastimada, dañada, con bronca, buscando que, sí o sí, los amemos. En los últimos tiempos, Milei retomó el contacto con sus progenitores, como prefiere llamarlos.

De los vínculos afectivos del libertario adulto poco o nada sabemos. Hubo un affaire fugaz con Daniela Mori, que en los ‘80 de Alfonsín, democracia y libertinaje –no confundan con libertad– era una de Las Primas pop que cantaban su himno hit “Lo nene con lo nene”. Desde agosto, Milei, ese raro, único candidato soltero, se dejó ver con Fátima Flórez. La voluntariosa parodista de CFK puede convertirse en primera dama, si el triunfo de este domingo es para el ultraliberal, y si el liberal triunfante no se libera de ella una vez presidente electo.

De los amores perros de Milei nuestros conocimientos son más seguros, incluso, más científicos. Los mastines británicos son sus “hijos de cuatro patas”. Convive con cuatro canes, cuatro esforzados clones de Conan que, muerto, asesora al candidato desde el más allá.

Lo que se ganó cuando era alumno del colegio privado y católico Copello es el sobrenombre profano. Y psiquiátrico: “El Loco”. La motosierra para mutilar a la casta vendría mucho después. Crítico del Papa argentino y jesuita que está en el Vaticano, Milei, católico bautizado, se arrimó al judaísmo. Estudia la Torá de la mano del rabino Axel Shimon Wahnish. En sus actos de campaña, reza con sus fieles -“Las Fuerzas del Cielo”- un Padrenuestro de respeto a la vida y a la propiedad privada. Pura veneración al Mercado. Amén.

En la adolescencia profesional y futbolera, defendió los tres palos de Chacarita. Arquero de manos largas, muy volador, recuerdan en el Funebrero. Se bajó de la portería antes de subir a la Primera. Su educación sentimental se completó en una escuela de rock, el conjunto Everest. Era el frontman de la banda: canturreaba covers de los Stones. ¿Milei es sólo rock and roll? No, señoras y señores. De más grande desnudó su locura por la música clásica, terreno fértil para expresar su misión en el mapa política. Más de una vez cantó en público una versión neoliberal del brindis de la ópera verdiana La Traviatta (en italiano, La Extraviada, es decir, La Puta) para criticar las medidas fiscales del gobierno peronista. Milei está fascinado con el aria “Nessun dorma”, de Turandot, de Puccini. Como escribió el crítico paraguayo Blas Brítez en La opereta de Milei, “no hay música de por sí inmoral, sino individuos que lo son en sus vidas privadas o públicas, sean artistas o escuchas”.

Serás lo que debas ser o no serás nada. Milei padre quería que su hijo fuera contador. Su vástago tuvo una epifanía durante el boom de la hiperinflación alfonsinista y eligió otro sendero, que muchas veces se bifurca. M’hijo el economista. El “León” es licenciado por la Universidad de Belgrano, la misma donde estudió Derecho el tigrense Massa. En variopintas casas de estudio, dictó clases, magistrales y no tanto, sobre Macroeconomía, Economía del crecimiento, Teoría monetaria. En plena pandemia, conquistó el récord Guinness de la clase de Economía con mayor audiencia: 10 mil personas conectadas por internet.

Su primer conchabo en tiempos de estudiantina fue en el Banco Central. La pasantía duró seis meses. ¿Por eso quiere demolerlo? Después mamó de la teta de la odiada “casta” política: asesoró durante su reinvención democrática al genocida tucumano Antonio Domingo Bussi. Arrimó propuestas a sectores del peronismo disidente durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner. En el mundo privado, fue pagado por Aeropuertos Argentina 2000, el banco HSBC y la AFJP Máxima.

De liberal clásico a anarcocapitalista y minarquista. De Adam Smith a Murray Rothbard y a la filósofa Ayn Rand. De la derecha a la alt right. En 2014, el economista se zambulló de cabeza en los principios de la Escuela Austríaca. En paralelo, comenzó una meteórica carrera mediática: columnista, panelista y hasta actor. Protagonizó la obra El consultorio de Milei, codirigida por el humorista correntino y exsenador radical Nito Artaza. Es autor del libro Pandenomics y coautor, junto al economista Diego Giacomini, de los volúmenes Libertad, libertad, libertad y Otra vez sopa: maquinita, infleta y devalueta.

Virgen en el barro de la política, Milei dio sus primeros pasos en el fango allá por 2019, con su ingreso a las huestes del Partido Libertario. Durante la miserable pandemia, apoyó las nutridas y frecuentes marchas contra el gobierno de Alberto Fernández. En las elecciones de medio término de 2021, alcanzó una banca en la Cámara Baja por la Ciudad de Buenos Aires con la alianza La Libertad Avanza -anagrama de tabla de lavar nazi-, un espacio nutrido por conservadores, ultraliberales, famosos Clase B, devotos de Trump y Bolsonaro, antiderechos y negacionista, como su compañera de fórmula presidencial Victoria Vichacruel, perdón, Villarruel. ¿Sus propuestas? Liberalismo a ultranza, privatización de la salud y la educación, oposición a la legalización del aborto, reparos a la educación sexual integral, libre portación de armas de fuego y de guerra, impugnación del calentamiento global, “memoria completa” sobre la última dictadura genocida, et al.

En las PASO de agosto, el León dio un zarpazo. A título individual, salió primero: 7 millones de votos, 29 puntos, 16 de las 24 provincias se pintaron de violeta libertario. Voto bronca, inflación, pobreza, hartazgo, irónico, suicida, incomprendido, esperanzado con sueños que nos da pánico soñar. Elección histórica para los outsiders insurgentes que buscan repetir en el balotaje, luego del traspié en las generales. Para los partidos clásicos sumergidos: peor performance del peronismo en 40 años de democracia, mayor hemorragia del frente de centro-derecha cambiemita. “¡La casta tiene miedo! ¡Viva la libertad, carajo!”, el trueno sin relámpago de las voces mileístas llenaba el cielo de la noche negra de aquel domingo sin estrellas. Bajo las luces artificiales, los ganadores reptaban con sus banderitas amarillentas de la cascabel de Gadsden por el frígido centro porteño. Cuántas veces, dijo Spinoza, hombres y mujeres luchan por su esclavitud como si se tratara de su libertad.

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  • Muy fuerte pero tan real,lamentable que no se entienda cuan triste es el momento de Hoy. Quizas en otro mañana pueda surgir un cambio Hoy no.

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