Sorpresivamente, un núcleo destacado de la intelectualidad argentina, formado por 333 académicos, investigadores, periodistas y algún que otro bohemio, salieron a instalar el concepto de “infectadura”, sosteniendo que en Argentina se impone una especie de autoritarismo por lo que la Democracia estaría en peligro. Con el peso curricular que tienen, intentan sostener epistémicamente una hipótesis que se derrumba como castillo de naipes desde la doxa, o sea el sentido común que nos diría que, desde el mismo momento en que emiten con plena libertad de expresión tan magna estulticia, se constata como espuria.
Más aún, su base conceptual se deriva de una afirmación polisémica “Es la Hora del Estado” con una paráfrasis descontextuada y una insólita asimilación del método científico de la salud con prácticas autoritarias, que ni el prestigio de los firmantes impide que caiga en el plano del sofismo.
A su vez, situaciones que se han generado a lo largo del mundo (como restricciones de circulación y cierre de fronteras, suspensión de clases, reprogramación de atención de salud, reducción de actividades de conglomeración pública, etc) se condenan como un accionar autoritario del gobierno nacional.
Además acusan de una falaz centralidad de poder, cuando los bloques parlamentarios están deliberando y la Justicia tiene capacidades autónomas de tomar decisiones. Prueba de ello, fue la consulta del Legislativo al Judicial sobre las sesiones virtuales, que ya se han hecho. }
Incluso la demora en el tratamiento de un tributo de las grandes fortunas está en manos del Congreso, mientras las arcas públicas se licúan y los poderes fácticos, como grupos económicos y corporaciones mediáticas, que la carta no condena, boicotean una sanción de la misma y solo contraponen desinversión y desempleo.
Esa visión, se suma a una serie de economistas libertarios, les da vergüenza llamarse neoliberales, que como empleados de monopolios que les pagan con subsidios estatales, hacen lobby y plantean que la cuarentena puede provocar “muertos sanos”, para impulsar la vuelta al trabajo de millones de trabajadores, sin importar las “externalidades” que pueda generar la medida, o sea las muertes.
Es necesario observar que el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio ya tiene una reducción gradual y se mantiene acotadamente en zonas de alta circulación. También, cabe señalar que no solo ha reducido el total de contagios, sino que además mantuvo el flujo de infectados a un nivel razonable para ser atendido por un sistema de salud que debió ser reforzado luego de años de desfinanciamiento y privatización propiciados por el neoliberalismo.
Además, se puede constatar que los efectos económicos se producen con o sin aislamiento, y que los esfuerzos por sostener el cuidado de la ciudadanía, siempre con el accionar presente de lo público (a eso se refería el presidente con la “Hora del Estado”, evita que la recesión sea acompañada por un aluvión de muertes, como en los países donde no se aplican restricciones en pos de la economía, pero que claramente no logran evitar la retracción del crecimiento.
Quizás, el peligro real es caer en la condena de la Dictadura del Mercado, figura abstracta que esconde el poder real de los grupos económicos, que solo hacen cuenta de su egoísmo materialista sobre cualquier solidaridad humana. Desde esa reflexión, sería importante convocar a la ciudadanía a fortalecer la Democracia y repensar el futuro de la Argentina y la humanidad misma. La Ciencia Política deja paso a la Política.