La concurrencia estalló entonces en una ovación.
Claro que en términos políticos, tal frase no fue sino una manifestación algo negadora ante la realidad.
Prueba de esa actitud es su cuenta de Twitter. Como si el desplome en las urnas de la alianza gobernante no hubiese ocurrido, posteó –entre el 11 de agosto y el cierre de esta edición– ocho tuits para jactarse de sus notables logros sobre el delito: cuatro operativos antidroga de poca monta, el decomiso de chucherías contrabandeadas desde Taiwán, el arresto de un violador gracias al sistema de reconocimiento facial, el de un supuesto homicida y la caída en una entrega controlada de tres extorsionadores pertenecientes a la mafia china.
«¡Vamos por el voto, el alma y el corazón de los argentinos!», gritó en el escenario del CCK, ya enfervorizada. Y hubo otra ovación.
A esa misma hora, el hacker solitario (o el grupo de piratas cibernéticos) que durante las últimas semanas viene vulnerando la seguridad informática del Estado –al difundir, entre otros secretos, 770 gigas de información sobre oficiales de la Policía Federal, junto con investigaciones clasificadas acerca de bandas criminales y documentos de la fuerza– acababa de filtrar una ficha de su jefe, el comisario general Néstor Roncaglia, el legajo del famoso cabo Luis Chocobar y una fotografía personal de Bullrich (con el mensaje: «Te estamos observando»). Pero además anunció haber accedido a documentos reservados del Ministerio de Defensa con la amenaza de darlos a conocer.
Las intromisiones de «La Gorra Leaks» también afectaron a Prefectura; de hecho, el 12 de agosto fue publicado en su cuenta de Twitter el siguiente mensaje: «Hace unas horas, 3 de nuestros buques fueron atacados por misiles británicos. La Fuerza Aérea y la Armada han respondido con a esta violación de nuestro territorio. El presidente Mauricio Macri ya está en camino hacia el lugar. 27 oficiales de prefectura han fallecido».
Lo cierto que tal párrafo casi desató un zafarrancho de combate en esa fuerza. Finalmente, al determinarse su carácter apócrifo, se publicó –también por Twitter– que «ya se ha recuperado el control» de esa cuenta.
Ya en el otoño de 2017 los archivos no públicos de las fuerzas policiales a cargo de Bullrich habían sido «intervenidos». El asunto hizo rodar la cabeza del entonces jefe de Ciberseguridad de Ministerio, Eduardo Jorge Martino, un ex comisario de la Federal asimilado luego a la Metropolitana por su creador, el ex comisario Jorge «Fino» Palacios. Al tiempo se detuvo al presunto autor de la maniobra, quien resultó ser Emanuel Cheratto, un muchacho de 21 años sin antecedentes penales.
Ahora, en cambio, la identidad del hacedor de esta oleada de hackeos es aún un enigma. Tales intromisiones llevan una «(S)» por firma. Y se difunden desde un sitio bautizado «La Gorra Leaks» a través de la Deep Web (Internet Profunda), una red inaccesible a los motores tradicionales de búsqueda, la cual además no revela la identidad de los usuarios ni posibilita rastrear el origen de la información que envía. Por lo tanto es ideal para vender drogas, conseguir órganos en el mercado negro y contratar a un sicario. El tal «(S)» asimismo ha publicado ciertas «infidencias» en cuentas efímeras de redes como Telegram.
«No descartamos ninguna hipótesis», declaran a la prensa los voceros del Ministerio de Seguridad. Ya se sabe que aquellas palabras son el latiguillo de rigor ante la orfandad absoluta de pistas.
Pero a los investigadores les llama poderosamente la atención que «(S)» haya publicado el DNI del jefe de la División de Delitos Tecnológicos de la Policía Federal, comisario Víctor Chanenko». Y con un epígrafe: «Este idiota maneja el departamento de cibercrimen, solicito su inmediata renuncia».
Lo cierto es que en los pasillos de esa fuerza corre un interrogante como por un reguero de pólvora. ¿Acaso tamaño ataque informático no sería fruto de una interna en el comisariato? No menos cierto es que en las entrañas de la PFA palpitan los signos iniciales de una «grieta» por la sucesión de la jefatura frente a la inminencia de un cambio de gobierno. Por lo menos los mensajes de WhatsApp entre sus altos dignatarios dan cuenta de eso.
El retrato robado de la ministra comenzó a circular por redes sociales y pantallas televisivas al mediodía del jueves.
Aún ajena a esa inquietante circunstancia, Bullrich remataba su arenga en el CCK con una frase aleccionadora:
«Vamos a estar en todos lados buscando a la gente para seguir adelante con el cambio. Esta oportunidad no la podemos perder».
El público la aclamó por última vez. Y ella se mostró conmovida.
Segundos después, al ser abordada por un colaborador, se le borró la sonrisa. Las malas nuevas ya eran de dominio público. «
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