La elección de Rosatti como titular del máximo tribunal expuso una grieta profunda. Comenzó el besamanos al santafesino, quien busca imprimirle vértigo a su gestión.
Muchos de esos calurosos mensajes de salutación provinieron de sectores que hasta hace semanas (acaso menos) parecían incondicionales al poder que supo construir e intentaba recuperar Ricardo Lorenzetti, el gran derrotado de la jornada del jueves pasado por la sucesión de la cabeza de uno de los tres poderes de la Constitución.
“Tenés que hacer muy mal las cosas para que el tipo que te bancó hace tres años ahora sea el ideólogo de la estrategia para impedirte que vuelvas a ser presidente”. El comentario de uno de los “lorenzettistas” aludía a Juan Carlos Maqueda. Cuando hace tres años Lorenzetti fue desplazado de la presidencia de la Corte, él fue el único que sostuvo su apoyo.
Tres años después, Maqueda propuso que el nuevo presidente fuera Rosatti y el vice, Carlos Rosenkrantz.
Lorenzetti se siente traicionado. Desde hace tres años se siente traicionado. Cuando aquel acuerdo de tres votos lo desplazó en 2018 les reprochó a sus colegas que esos contubernios nunca habían ocurrido en la Corte. Fue Elena Highton de Nolasco quien le recordó que él había hecho lo mismo, convocando a una reunión en su propio departamento, para desplazar de la presidencia a Enrique Petracchi.
Es que, en la Corte, nadie se cuece en el primer hervor.
La troika que eligió a Rosatti sostiene que Lorenzetti cometió un error grave de apreciación: buscó (y obtuvo) apoyos políticos a uno y otro lado de la grieta y también en el círculo rojo, entre los empresarios más poderosos e influyentes del país. Pero ninguno de esos sectores vota al presidente del tribunal.
Ese fue el mensaje que Rosenkrantz fue a dar al programa de TV de Joaquín Morales Solá.
Con todo, es real que Lorenzetti tiene llegada a los sectores de la política, y el resto de los jueces de la Corte no (o no, al menos, con la misma fluidez y cercanía). Cuentan en los pasillos de Tribunales una incomprobable anécdota: cuando se produjo el conflicto entre Nación y CABA por las clases presenciales en el rebrote de la pandemia, el jefe de Gobierno porteño ordenó a sus colaboradores: “Llamen a Lorenzetti”. En el teléfono celular de Darío Nieto, el secretario privado de Mauricio Macri, figura una anotación: “MM hablar con Lorenzetti tema concurso Cristóbal López”.
El encono mutuo con Cristina Fernández de Kirchner persiste y, de hecho, no hubo acercamientos personales. Pero a través de emisarios existió una aproximación que Lorenzetti invocó cuando creía que tenía el camino allanado para recuperar la Presidencia. «Con eso no alcanza; hay que venir, reunirse, hablar con los colegas. Falló la estrategia».
Cuando Rosenkrantz convocó al Acuerdo Extraordinario del jueves pasado, el paquete de la sucesión presidencial ya estaba atado. Lorenzetti terminó de comprobar que la suerte estaba echada. ¿Intentó entonces romper la alianza Rosatti-Rosenkrantz-Maqueda, buscando ganar tiempo para tentar a Rosenkrantz con su reelección, votado por él y por Highton? ¿La excusa pueril de su asistencia a un evento internacional por Zoom iba en ese sentido?
“Si pensó eso, está más que claro que no conoce lo que pasa por la cabeza de sus colegas. Y eso es porque casi no habla con ellos”, le reprochan del otro lado.
Highton deslizó su ofuscación por cómo se resolvió la situación. Ella estaba convencida de que se podía posponer unos días la elección, por ejemplo para el Acuerdo del próximo martes. Tal vez, solo tal vez, ello habría podido pasar si Lorenzetti se hubiera conectado por vía remota a la reunión y lo hubiera propuesto in situ. Pero prefirió explicar por escrito que se encontraba “imposibilitado de asistir en virtud de estar participando de las reuniones de Unidroit”, el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado que sesionó hasta el 24 de septiembre en Roma. Por importante que fuera ese cónclave, bien pudo postergarlo unos minutos cuando en Tribunales se estaba jugando una partida trascendente de una de las principales instituciones de la democracia.
No lo hizo.
La mayoría circunstancial del jueves asegura que le hicieron precio a esa ausencia, que Lorenzetti la sacó barata. Cuando les comunicó a sus pares que no iba a estar en el Acuerdo Extraordinario, lo hizo mediante una nota bastante más extensa que el parrafito que quedó consignado en la acordada final. Si se hubiera conocido el contenido completo de esa carta tal vez habría quedado peor que mal parado. Los tres jueces decidieron mantener el contenido en reserva.
Rosatti no recibió aún una salutación formal del gobierno. Sin embargo, sectores del oficialismo ya se comunicaron con él para felicitarlo por su designación. No parece caerles simpático ni al presidente, Alberto Fernández, ni al ministro de Justicia, Martín Soria. Incluso el exjuez de la Corte Raúl Zaffaroni alertó que Rosatti, el cuarto en la línea de sucesión presidencial, se votó a sí mismo para llegar a la cima del máximo tribunal.
Desde que asumió el actual gobierno nunca hubo un interlocutor con la Corte. Rosatti se propone una presidencia dialoguista e institucionalmente abierta (en especial hacia la propia interna judicial, que no tiene nada que envidiarle a la política o a la sindical). Pero no será él quien tienda –o proponga– un puente de doble mano con la Casa Rosada . «
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