En una charla reciente en una fundación de derecha, Javier Milei confesó abiertamente que su gobierno vino a dar la batalla cultural final. Más que una batalla cultural, lo que el gobierno actual está emprendiendo es una guerra ideológica total que ataca incluso los mismos “valores occidentales” que dice defender, como por ejemplo la idea de que el conocimiento emancipa, mejora a las personas y tiene un valor en sí mismo. Nada más lejano de la Ilustración que desfinanciar el sistema de ciencia y técnica, pero como en el resto de los países con gobiernos de todo el espectro de la derecha, una parte central de esa “batalla cultural” se da contra la producción académica de conocimiento. La estrategia fundamental en este ataque es mentir tan descaradamente que un mínimo contraste con el funcionamiento concreto de los sistemas de ciencia, técnica e innovación resalta todavía más el carácter ideológico de la persecución.
A pesar del antiintelectualismo imperante y de la creciente apatía de la ciudadanía por los temas científicos, el desfinanciamiento del conocimiento que impuso este gobierno no puede instrumentarse sin más en un país como el nuestro, en el que la educación de todos los niveles, la cultura en general y la investigación científica fueron (y serán siempre) valores centrales para la construcción de una cierta idea de nación. Por eso es que el gobierno necesita dar una “batalla cultural”, es decir, desprestigiar a las Universidades Nacionales y al sistema científico (sobre todo al CONICET y a los mecanismos de financiamiento) con aberraciones insostenibles. Para esto cuenta, como es usual, con la complicidad desinformativa de los medios hegemónicos y de los trolls de las redes sociales.
El 14 de noviembre pasado, en la red social X, Jefatura de Gabinete publicó que desde la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, lanzaron un “Plan Estratégico 2024-2025” (sí, “2024” a un mes y medio de su fin) que se propone subsanar supuestos problemas del sistema de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) con la implementación de unos planes también supuestamente novedosos. Lo cínico del asunto es que los problemas que el gobierno dice haber detectado son o bien causados por el mismo gobierno o bien inexistentes. Las propuestas que anuncian son, por su parte, rumbos de acción que vienen en marcha constante desde hace décadas en el país y que este gobierno ha paralizado desde que asumió. Vayamos por partes.
Empiezo con “Rendiciones de gastos pendientes y vencidas”. Es fácil para el gobierno instalar la sospecha de que los científicos estamos en falta respecto de los gastos de los subsidios principalmente porque el pueblo desconoce el sistema por el que conseguimos y rendimos el financiamiento indispensable para el desarrollo de la investigación. Aquí la responsabilidad es compartida por varios sectores: no importa cuántas veces lo expliquemos, los medios hegemónicos se niegan a informar con seriedad y rigor al respecto y los funcionarios ajenos a la investigación científica se niegan a entenderlos.
En la Argentina, el instrumento principal de financiamiento de proyectos grupales es conocido como “PICT”. Los Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica son ofrecidos por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (“La Agencia”). Una porción importante del financiamiento de la Agencia proviene de préstamos del BID, especialmente otorgados para este fin y depositados en dólares en el BCRA, quien los pesifica. Actualmente, el gobierno de Milei no está usando los fondos del BID para los proyectos a los que se les ha asignado financiamiento, lo que expone al país a litigios legales de todo tipo.
Para ganar uno de estos subsidios es necesario hacer una presentación muy compleja que luego es evaluada por pares en un largo proceso que dura un año entero. Hay varios tipos de “PICTs” dependiendo del momento de la carrera de quien lo dirige, con diferentes montos según las disciplinas (las ciencias sociales y las humanidades reciben mucho menos dinero que las otras disciplinas) y el grado de formación de quien dirige el proyecto. Huelga decir que se trata en su totalidad de montos muy bajos si los comparamos con los que otorgan otros estados de la región, como Chile, Brasil o México. La presentación inicial incluye, además de los antecedentes de todo el grupo y el plan de investigación, un presupuesto extremadamente detallado que escribimos con base en los montos fijos anunciados en pesos (aunque el BID deposita dólares) para cada llamado. Luego de la rigurosa evaluación que dura (reitero) un año, se anuncian los proyectos ganadores, que como es de imaginar no son muchos. Para obtenerlos hay que conseguir un puntaje muy alto, generalmente superior a 9.5/10, en varias categorías de análisis diferentes, e incluso hay además de esta “línea de corte” otra “línea de corte” por cantidad de dinero disponible. Quiere decir que si varios proyectos tienen más de 9.5/10 puntos, no todos ganarán el financiamiento sino sólo aquellos con los puntajes más altos. Quienes hacemos investigación somos evaluados continuamente e incluso personas muy competentes y exitosas pueden no ganar un subsidio de este tipo.
La ejecución de un PICT ganado comienza generalmente un año después de este anuncio, es decir, dos años después de la formulación del presupuesto en pesos (pesificados de los dólares depositados por el BID en el BCRA). El monto ganado se deposita luego en cuotas para cada “Unidad Ejecutora” (cada instituto en el que hay proyectos ganados) y los fondos son manejados por agencias administrativas como Innova-t o Ubatec. Es decir, los investigadores no recibimos el dinero directamente.
Pongamos un ejemplo. Supongamos que en el Instituto I hay tres grupos de investigación G1, G2 y G3 que han ganado sendos proyectos P1, P2 y P3. La administradora del subsidio, por ejemplo Ubatec, se encarga de dar el dinero necesario para los gastos de los tres Ps y de recibir las respectivas rendiciones que haga cada grupo G. Estos gastos son pagados por los mismos investigadores y luego, una vez que presentan diferentes presupuestos, facturas específicas con leyendas específicas y una justificación del gasto relacionada con el proyecto, se reembolsa al investigador el monto gastado. Para pagos directos los trámites también son engorrosos y, como ya lo indica su nombre, el pago en este caso no pasa nunca por el “bolsillo” del investigador: va directo al proveedor. Es decir, entre otras cosas, que el dinero de un proyecto jamás va al “bolsillo” de un investigador. Si no se presenta la factura correspondiente por un gasto ya hecho, no se le da el dinero correspondiente al grupo de investigación. Si el pago es directo, no pasa nunca por el investigador. Así, Ubatec puede tener depositado dinero “sin rendir” (quiere decir: sin gastar), pero jamás un investigador puede tener en su poder dinero “no rendido”.
Por el mismo sistema del instrumento de financiamiento es imposible que llegue dinero a las manos de cualquier integrante del grupo de investigación si antes no se rindió con la factura y justificación correspondiente. Agrego una nota de color: los impuestos al dólar corren por nuestra cuenta –salen de nuestro bolsillo, no son cubiertos por los proyectos. No sólo el dinero no llega a nuestros flacos bolsillos: ponemos plata de nuestro salario (a la baja) para trabajar, para investigar, para hacer ciencia.
Las mentiras del gobierno son, reitero, insostenibles. Sólo un pueblo desinformado y sin herramientas epistémicas básicas puede creerlas. Y así se entiende el ensañamiento contra las universidades y la investigación: necesitan un pueblo ignorante para dar por ganada su “batalla cultural”.
Sería bueno que la población comience a interesarse por el funcionamiento del sistema de investigación, que deje de creer acríticamente