El vuelo chárter AR 1091 de Aerolíneas Argentinas, que lo llevó a Estados Unidos, para participar de la IX Cumbre de las Américas, aterrizó este sábado poco después de las tres de la tarde. El presidente, Alberto Fernández, arribó al aeropuerto internacional de Ezeiza acompañado por la comitiva que lo estuvo con él desde el martes, en un periplo que le demandó un complejo tejido diplomático para evitar que la incursión se transformara en un disparo en el pie. Por el contrario, regresó con definiciones clave para el futuro de su política exterior, que afrontará tres desafíos determinantes en los próximos seis meses.
En la nutrida comitiva que se subió al vuelo había un clima distinto a la ansiedad que respiraron durante la partida. Esta vez tenían entusiasmo por el calibre del nudo político que desataron en Los Ángeles. Fernández pudo sortear el espinoso camino que le esperaba como titular temporario de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Lo hizo con un discurso que, según confió a este diario una alta fuente la Casa Rosada, fue redactado por el canciller, Santiago Cafiero, la secretaria Legal y Técnica de la presidencia, Vilma Ibarra, y el titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, Eduardo Valdés. Las fuentes consultadas por Tiempo que participaron del viaje reivindicaron que el presidente logró dejar en evidencia, sin cuchillos bajo el poncho y delante de los anfitriones, el rechazo a la decisión norteamericana de la excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua. El planteo sólo obtuvo el rechazo de un sector de la oposición local y de los operadores del Partido Republicano en Estados Unidos y en Argentina. Pero en Los Ángeles no cosechó las tempestades que habían pronosticado los funcionarios de la Casa Rosada, como el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, que desaconsejó con vehemencia la opción de un duro pronunciamiento presidencial para honrar su papel al frente de la CELAC.
El discurso que ofreció cuando le tocó hablar delante del presidente Joe Biden y de la vice Kamalah Harris contuvo el malestar de la CELAC. También pudo meter con sutileza el reclamo de soberanía por las Islas Malvinas, cuando advirtió que el logo de la cumbre no tenía ningún registro del archipiélago austral, en una clara alusión a la indiferencia que le prodiga la Casa Blanca al reclamo argentino de soberanía, por la estrecha relación política, económica y militar que mantienen con el Reino Unido. Cuando retumbó en Los Ángeles el reclamo de la CELAC, Fernández cumplió en vivo con el pedido del mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y su par venezolano, Nicolás Maduro, dos aliados que jugaron fuerte en la pulseada regional que instaló del Departamento de Estado con el armado de la cumbre. La tensión tuvo al presidente argentino como un equilibrista entre esa controversia y la necesidad estratégica de obtener una bilateral con Biden luego de buscarla por casi dos años.
Cuando dejó en evidencia que faltaban invitados, Fernández también pudo concentrar el fuego de sus palabras en otro punto muy sensible para la relación de EE UU con el continente. Cuestionó el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de su titular, el uruguayo Luis Almagro, en la interrupción del orden constitucional en Bolivia. “Se ha utilizado a la OEA como un gendarme que facilitó un golpe de estado en Bolivia”, leyó el mandatario para dejar en evidencia, ante el pleno de la cumbre, las pésimas consecuencias que tuvo la observación electoral que comandó la OEA en ese momento. Esa fue la antesala de la renuncia del presidente constitucional Evo Morales, como resultado de una planificación regional que incluyó la colaboración del entonces presidente Mauricio Macri, con el envío de material antimotines que fue utilizado en los operativos represivos desatados en Senkata y Sacaba, que dejaron 27 muertos y cientos de heridos.
La trama de Los Ángeles estuvo cruzada por las novedades que vinieron del altiplano. Este viernes cuando la cumbre se encaminaba a concluir, la exmandataria de facto, Jeannine Añez, fue condenada a 10 años de prisión por incumplimiento de los deberes de funcionario público y violar el orden constitucional bolivano. En 72 horas, Almagro afrontó las críticas públicas de Fernández, un escrache en su contra que lo incomodó como nunca, y la sentencia de la Justicia altiplánica que castigó a la funcionaria que la misión de la OEA buscó legitimar. Biden, por ahora, no le soltó la mano al uruguayo. “No, pero le apuntamos a la cabeza, de frente y en público. A partir de ahora todo será más costoso para Almagro porque tiene todos los faroles encima”, vaticinó una fuente diplomática. Fue el punto más alto de los cuestionamientos argentinos contra el rol de la OEA desde la era Trump.
Las tensiones con México y Venezuela por las tres ausencias fueron sintetizadas y allanaron el camino para la otra apuesta de la CELAC que enunció Fernández. Invitó a Biden a participar de la próxima cumbre del organismo que se concretará el 1° de diciembre en Buenos Aires. A Fernández le quedará un mes como titular de la CELAC y le entregará la conducción a su sucesor, en otro plano de interlocución con Washington. Será con el mandatario norteamericano de visita oficial a una plataforma latinoamericana que los republicanos quisieran ver anulada. Las fotos de esta semana son la previa de la agenda diplomática que se avecina para Fernández. El 24 de junio participará en forma virtual de la próxima cumbre del BRICS y el 26 viajará a Alemania para estar en la reunión del G7, como el único mandatario latinoamericano. Allí posiblemente vuelva a encontrarse con Biden, aunque el tramo más importante entre ambos será el 25 de julio, cuando concrete una visita oficial a Estados Unidos y sea recibido en la Casa Blanca, en un momento pospandémico donde Biden ha recibido a muy pocos mandatarios.
En estas jornadas Fernández anotó otra escala clave antes de llegar a Washington. Le puso fecha a la próxima cumbre del Mercosur. Será en Asunción, el 21 de julio. Los cuatro socios se reunirán en Paraguay para afrontar un momento crítico del pacto comercial, signado por el interés uruguayo de negociar con Europa por fuera de los consensos comunes, con apoyo del presidente de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro, que también estuvo en Los Ángeles. Antes de la cumbre, Biden anunció un nuevo enfoque sobre China y una plataforma de cooperación económica para todo el continente que buscará relanzar la asistencia financiera, en un momento donde la ausencia de una iniciativa de Washington quedó al desnudo ante las diferencias de las propuestas de inversión del gigante asiático. En ese duelo se concentra el punto más importante del tablero regional.