Enrico Calamai: «Lo que ocurrió en la dictadura argentina tiene actualidad, no terminó»

Por: Pablo Roesler

En 1976, el ex cónsul de Italia logró sacar del país a 500 perseguidos políticos y los envió a su país. Creyó que lo que había vivido en Buenos Aires era una fantasía, porque había dos mundos opuestos: el de los medios y el del terror. Y traza un vínculo con la situación actual de los migrantes en Europa.

«Era como si al mismo tiempo hubiera dos realidades, cada cual excluye la posibilidad de la otra. Eso era como de locura. Te venía la tentación de decir ‘no es posible, me están engañando’, de no creer lo que te contaban. Pero sin embargo sabía que era verdad. Eso fue muy dramático, muy esquizofrénico. Eran dos mundos opuestos», dice Enrico Calamai, en el estudio de su casa de Roma al recordar la dictadura cívico-militar argentina. En 1976 tenía 31 años y era cónsul de Italia en Buenos Aires, y desde ese puesto logró sacar del país y salvar de la desaparición a cerca de 500 perseguidos políticos. Les dio refugio en un cuarto del consulado, les hizo pasaportes italianos y los envió a Italia. Durante el primer año del genocidio fue un héroe silencioso. Pero al volver a Roma llegó a creer que esa ultraviolencia con la que había convivido era producto de su imaginación afiebrada: nadie le creía porque los relatos que había escuchado a las víctimas convivían con una sociedad que fingía que nada ocurría, con diarios que titulaban total normalidad. Ese ocultamiento es la herencia que los dictadores argentinos le dejaron al mundo occidental, reflexiona ahora. Y recuerda el barco a la deriva cargado de exiliados en el Mediterráneo y advierte por el fenómeno migratorio y la xenofobia en Europa. «Lo que ocurrió en Argentina tiene actualidad, no terminó. Y esa actualidad es la manipulación mediática», advierte.

Enrico Calamai recibió a Tiempo en el estudio de su casa, un edificio cubierto por la hiedra en la estrecha Via della Madonna dei Monti, a metros de las ruinas del Coliseo romano en el barrio Rione i Monti, donde conserva enmarcado el dibujo de un gaucho montonero que un refugiado le obsequió cuando esperaba, oculto en el consulado, el pasaporte que lo sacara del país de Videla y cía. Su trabajo en Buenos Aires comenzó en 1972 y se extendió durante cinco años. Pero en el medio, tras el derrocamiento de Salvador Allende, fue enviado en misión a Chile, porque Italia no reconocía el gobierno de facto y había 250 personas escondidas en la embajada. Estuvo tres meses y bastaron: «Fue muy intenso. Vi y comprendí que no podía haber un golpe de Estado sin represión y entendí lo que eso significaba: torturar, matar y meter en la cárcel», recuerda.

–¿Cómo vivió el 24 de marzo de 1976?

–Cuando llegó el golpe de los militares argentinos todo el mundo estaba esperando que ocurriera algo como lo de Chile, pero en lo aparente no ocurría nada. Buenos Aires estaba tranquila, el tráfico era el de todos los días, los cines estaban llenos de gente, los restaurantes con gente esperando. Esa misma impresión tuvieron periodistas que llegaron de diversas partes del mundo y no encontraron nada que filmar: no había tanques, no había cadáveres, no había enfrentamientos. Parecía que los militares argentinos habían logrado el milagro de imponer su orden sin matar gente. Entonces eso hizo circular la idea a nivel mundial de que no pasaba nada. Pero eso duró muy poco para mí. Empezó a venir gente al consulado a solicitar ayuda. Entonces comprendí que había una modalidad distinta de reprimir, que no es que no había represión sino que era diferente.

A la semana del golpe en la oficina del consulado comenzó a recibir italianos que llegaban de distintos lugares de Buenos Aires y el Conurbano. Todos contaban lo mismo: que una patota había entrado por la noche pateando la puerta, que los golpearon, que habían robado desde dinero, abrigos y electrodomésticos y se habían llevado a su hijo o hija que ahora no aparecía. «Venían al consulado porque no habían conseguido ningún abogado que presentara un hábeas corpus. Pero el hecho curioso es que todos decían prácticamente lo mismo.»

¿Cuándo advirtió la gravedad de lo que ocurría?

–De inmediato. Había dos tipos de situaciones: la de los familiares, en general matrimonios de italianos con hijos nacidos en Argentina, y la de los chicos jóvenes que llegaban y decían que ya no tenían dónde esconderse, que los perseguían, que si salían a la calle los atraparían y de seguro los torturaban y mataban. Lo que era asombroso y desestabilizador es que yo en mi oficina comprendía lo que estaba ocurriendo pero cuando salía a la calle todo era normal, como si nada pasara. Eso fue lo que me hirió, creo que psicológicamente.

Calamai utilizó las herramientas que tenía a mano: por su cargo firmaba los pasaportes y podía pedir a Roma la repatriación. Pero el problema era dar refugio en el consulado y conseguir el documento argentino a quienes llegaban con nada a pedir socorro. «Había que encontrar dónde esta gente pudiera dormir. Y encontramos una habitación en el consulado, que si bien no era extraterritorial, era muy difícil que los militares ingresaran porque querían evitar cualquier escándalo. Pero el problema verdadero era el documento, entonces yo iba a la Cancillería argentina a hablar con el capitán Seisdedos», recuerda.

«Cuando llegaba alguien con ese problema yo llamaba a Roma a mi hermano que trabajaba en el Partido Comunista o a (el gremialista) Fillipo De Benedetto, para que el PC, los sindicatos o alguien pidiera información sobre ese ciudadano italiano al Ministerio de Asuntos Exteriores. Había una colaboración entre los ministerios argentinos e italianos en ocultar, que todo quedara bajo la mesa, entonces en cuanto había riesgo de escándalo mandaban instrucciones para que nos interesábamos por esa persona. Entonces yo iba con Seisdedos y le decía que estábamos preocupados por tal joven, que sus familiares en Italia amenazaban con hablar con los periódicos y que no queríamos escándalo. Siempre hablábamos lo mismo. Al final me decía que íbamos a recibir noticias, pero a veces tardaban meses. Era como un juego porque ellos sabían todo. Pero luego había que ir en persona a buscar el DNI a la calle Moreno y no respirábamos hasta que se los entregaban. Incluso hubo casos en que no quisieron ir a buscarlos, porque había que enfrentar esa situación de sumo riesgo, entonces hubo quienes se hicieron ellos los documentos, porque tenían cierta experiencia.»

–¿Cómo salían del país?

–Por Ezeiza era imposible porque estaba sumamente controlado, pero Aeroparque no. Como había militares argentinos en los países limítrofes el control casi no existía. Pasaban con su documento, subían al avión y desembarcaban en Uruguay con el pasaporte italiano que le dábamos nosotros. Entonces no los esperaban. Y teníamos acordado que en el consulado uruguayo les dieran un boleto para Italia. Pero se volvió peligroso a finales de 1976, entonces comenzamos a enviar por Brasil, que poco a poco también se volvió peligroso. La última vez fue en febrero de 1977. Unos jóvenes estuvieron tres meses en el consulado y no quisieron ir a buscar el DNI sino que lo hicieron ellos mismos y yo les hice el pasaporte con esa identidad. Pero teníamos miedo porque sabíamos que la situación era difícil, entonces los acompañé hasta Río de Janeiro. La idea era que si los paraban en el aeropuerto la presencia de una autoridad italiana hubiera generado un escándalo. No pasó nada.

¿Cómo vivió el proceso de justicia?

–Me llamaron como testigo en los juicios de Italia de finales de los ’90. Fue muy importante porque al regresar a Roma yo estaba mal de la cabeza, con grandes problemas y había llegado a pensar que lo que había ocurrido eran fantasías mías. Porque nadie hablaba. Y nadie me escuchaba. Así llegué a convencerme que debía olvidarme de todo aquello que ni siquiera sabía si era verdad. En el juicio mi miedo era que saliera lo de los pasaportes, porque no era totalmente legal lo que había hecho. Pero lo que ocurrió fue que reconocí gente que había pasado por el consulado y que por lo tanto no eran sueños ni fantasías, sino realidad. Que lo que en Italia y en todo el mundo se había ocultado, era la verdad.

La historia de Calamai parece un guión de película. La cadena RAI contó su historia en el ciclo «La Storia siamo noi» que llamó «Enrico Calamai, un eroe escomodo». Y sigue siendo incómodo: asegura que el plan sistemático de desaparición de personas es un artificio del mundo occidental con plena vigencia. «En Chile los militares expusieron la represión y fueron condenados al ostracismo internacional porque era una violencia intolerable. Con Argentina no hubo ningún tipo de condena por la estrategia de la desaparición. En un mundo mediático, prevalentemente iconográfico, televisivo o fotográfico, se da por cierto que todo lo que ocurre viene representado y lo que no viene representado no existe.»

Eso lo inquieta: comenzó en Argentina pero sigue ocurriendo. «Europa, el mundo occidental, está fomentando y practicando guerras, apoyando dictaduras, explotando Estados y eso produce un éxodo estructural de migrantes y refugiados que vienen hacia un mundo occidental que no quiere ni verlos ni tenerlos, entonces los hace desaparecer. Entonces Italia y Europa externalizan sus fronteras, las empujan hacia el sur. Lo que importa es que no lleguen, que no aparezcan, que no se vea que los hacemos morir. Se sabe pero no se sabe. Y no se ve. Creo que estamos viviendo una época trágica que se desenvuelve con mecanismos análogos a la desaparición.» «

Compartir

El Papa recibió a la actriz trans Nava Mau, conocida por “Bebé Reno”

El jefe de la iglesia católica dialogó con la intérprete y le dio su bendición.…

32 mins hace

Un nacionalista dio la sorpresa en Rumania y va a segunda vuelta

Considerado cercano a Putin, Calin Georgescu no figuraba en los pronósticos ni por asomo. El…

43 mins hace

Cuatro años sin Diego Armando Maradona: los homenajes y el juicio por su muerte

El ídolo popular más grande de todos los tiempos falleció el 25 de noviembre de…

44 mins hace

Tres uzbekos detenidos por el asesinato del rabino Zvi Kogan en Dubai

El religioso moldavo-israelí había desaparecido el jueves pasado y su cuerpo apareció el domingo. El…

1 hora hace

ANSES dejará de dar créditos con mejores tasas que los bancos

Nuevas reglas para consolidar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Administración Nacional de…

1 hora hace

En tiempo récord, la Legislatura se apresta a aprobar el Código Urbanístico y el presupuesto 2025

El debate en comisiones del Presupuesto se realizó en apenas 20 días y la modificación…

2 horas hace

Ninguna lluvia podrá detener tanta pasión y alegría

Ganó el Frente Amplio y las calles se llenaron de alegría y celebración hasta la…

9 horas hace

Yamandú, un dialoguista empedernido, excelente cocinero y “mejor jugador de fútbol”

Fanático de Peñarol, nació en el campo, fue almacenero y es profesore de historia. Creció…

11 horas hace

Alegría en Uruguay: Yamandú Orsi, presidente electo

El actual mandatario, Luis Lacalle Pou, reconoció el triunfo del Frente Amplio e invitó a…

13 horas hace

El Frente Amplio ganó el balotaje, según las primeras proyecciones

Datos preliminares de la habitualmente confiable Usina de Percepción Ciudadana.

14 horas hace

Todos los Racing, un Racing: el campeón de la Copa Sudamericana

El viejo Racing se encuentra con el Racing de la última década. Los que sufrimos…

21 horas hace

Se multiplican las pujas en el Congreso y la estrategia de Milei rinde examen

Hay varios temas claves que se debatirán esta semana, entre ellos la posibilidad de rechazar…

2 días hace