El calendario electoral 2023 comenzará a tomar velocidad y temperatura el próximo domingo 16 de abril con los primeros comicios provinciales que tendrán lugar en Río Negro y Neuquén. Ambos tendrán una característica en común: las dos mayores coaliciones nacionales, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, enfrentan a las urnas fragmentadas en muchos pedazos. Allí, la reclamada unidad distó de ser un objetivo.
La situación más delicada para el Frente de Todos (FdT) ocurre en Río Negro. Quedó partido en tres y con una de sus facciones de peso apenas subordinada como lista colectora de legisladores para la candidatura a gobernador del conservador Alberto Weretilneck, líder del oficialista Juntos Somos Río Negro (JSRN).
En esta provincia también se fracturó el mosaico neoliberal que compone Juntos por el Cambio (JxC). Aquí la estructura partidaria de la Unión Cívica Radical (UCR) se asimiló al oficialismo de JSRN como otra colectora de Weretilneck, mientras que el PRO se adueñó del sello de la alianza y lleva un candidato propio, el diputado Aníbal Tortoriello, en acuerdo con organizaciones menores de la derecha provincial.
En el Neuquén la cuesta resulta más escarpada porque a la fragmentación del FdT y de JxC se suma la ruptura del Movimiento Popular Neuquino (MPN) por primera vez desde 1962, cuando comenzó a gobernar esa provincia en tiempos democráticos y también como intervención en dictaduras.
A la inversa de Río Negro, en Neuquén fue la UCR quien se quedó con el logo de JxC y la candidatura a la gobernación, mientras que el PRO rompió el bloque y se ubicó como una colectora del diputado nacional Rolando Figueroa, el candidato que fracturó el MPN para conformar una alianza tan amplia que la palabra unidad se convierte en una exageración del lenguaje. En ese Aleph electoral coexisten listas colectoras del PRO, el MPN, el Frente Grande, el Partido Socialista y una facción del peronismo, encabezada por familiares del canciller Santiago Cafiero, entre tantos otros.
Además de la inédita fragmentación de identidades, que los protagonistas argumentan como una ampliación de la unidad con los diferentes pero no con los parecidos, la otra novedad en ambas provincias es que compiten candidatos subsidiarios del líder de la extrema derecha Javier Milei.
En Neuquén la antorcha de la ultraderecha está en manos Carlos Eguía, un animador de radio y TV que actúa en espejo con el porteño Baby Etchecopar, aunque profundizando algunos de sus rasgos xenófobos y misóginos, por los que fue varias veces denunciado. En Río Negro la bandera la enarbola Ariel Rivero, intendente de la pequeña localidad de Campo Grande por años alineado con el exsenador Miguel Pichetto, y de cuyo brazo llegó a presidir la legislatura provincial en 2014.
La disolución del Frente de Todos en Río Negro es hija directa de una larga crisis del peronismo profundizada tras la derrota en los comicios provinciales de 2019, cuando el candidato a gobernador fue el ministro de Justicia, Martín Soria, quien junto a su hermana María Emilia, reelecta intendenta de General Roca, lideran un bloque del peronismo.
La otra facción está en manos del senador nacional Martín Doñate, de La Cámpora, adversario irreconciliable de los Soria y arquitecto de la estrategia electoral del Frente de Todos en las legislativas de 2021, cuando quedó en el tercer puesto. Pese a ello, Doñate domina el Consejo provincial del PJ (los Soria controlan el Congreso) donde logró imponer su alianza detrás de Alberto Weretilneck, llamada “Nos Une Río Negro”, y a la que luego sumó al Frente Renovador y a otras fuerzas menores, como Nuevo Encuentro.
Una parte del peronismo rechazó ese pacto, que consideran de subordinación a las élites locales, pero no logró acuerdo para presentar una lista única. Así, un sector se concentró en torno de las estructuras del Movimiento Evita con representación en toda la provincia y conformó la lista “Vamos con Todos”, que lleva la candidatura de la exdiputada Silvia Horne.
Otra parte presentó la lista “Unidad para la Victoria”, que tiene como candidato al director de Vialidad Nacional en Río Negro, Gustavo Casas.
El peronismo rionegrino tuvo sus últimos comicios partidarios en 2018 y tiene los mandatos vencidos en todos los estamentos desde septiembre pasado, pese a que la Justicia ordenó realizar elecciones internas.
La ruptura en Juntos por el Cambio tuvo causas similares: se concretó cuando la UCR acusó al PRO y a la Coalición Cívica de imponerles como candidato al diputado Aníbal Tortoriello sin realizar las elecciones.
En Neuquén la fractura más notoria, y que determina a todas las demás, es la que produjo el actual diputado nacional Rolando Figueroa dentro del Movimiento Popular Neuquino. Figueroa es un hombre de la nomenclatura del MPN, en cuyo nombre ocupó posiciones ejecutivas y legislativas, incluso la de vicegobernador. Se impuso ampliamente en las PASO de 2021 y era el candidato natural para la gobernación pero la conducción central del partido, hegemonizada por el exgobernador Jorge Sapag, le bloqueó el paso y bendijo al actual vicegobernador Marcos Koopermann.
En apretada síntesis, Figueroa adhiere a la línea liberal conservadora referenciada en el exgobernador Jorge Sobich, históricamente enfrentado con la familia Sapag, patriarcas del MPN, que mantiene intacta su cercanía con el peronismo. Esa fue la génesis de una ruptura que le permitió a Figueroa lanzar igualmente su candidatura por la agrupación “Comunidad”, arrastrando a las líneas internas referenciadas con Sobisch y a los pequeños partidos satélites que conforman el universo del MPN en todos los municipios.
Incluso, el exsecretario de Energía y presidente del PJ neuquino, Darío Martínez, admitió haber negociado hasta último minuto su incorporación como colectora a la galaxia de Figueroa, pero finalmente retornó al Frente de Todos para acompañar el tercer intento de Ramón Rioseco por alcanzar la gobernación de Neuquén, tras las derrotas de 2015 y 2019. Por ahora, parece que el mismo MPN pone en jaque la hegemonía histórica del MPN.