Sergio Massa, el candidato de Unión por la Patria, y Javier Milei, por La Libertad Avanza, ofrecen al electorado dos modelos bien contrapuestos: una propuesta de preservación de valores democráticos y otra que invita a romperlos para moldear una sociedad sin presencia del Estado. Un país en vilo.
En la historia argentina, la primera y única vez que se realizó un balotaje en una elección nacional fue en 2015, cuando Mauricio Macri (51,34%) le ganó a Daniel Scioli (48,66%) por casi 700 mil votos. Esta vez, los pronósticos sugieren nuevamente un resultado abierto entre el candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, y el de la Libertad Avanza, Javier Milei, sostenido por un alto porcentaje de indecisos sobre los que recae la «sorpresa» de esta elección. La primera vuelta electoral del 22 de octubre también presentaba un final abierto, pero la disputa era entre tres fuerzas políticas que pujaban por entrar al balotaje.
Los candidatos que van a esta elección fueron los más votados, con una diferencia a favor del actual ministro de Economía de seis puntos. La candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, resultó excluida pero un día después se subió a la campaña del libertario, apadrinada por Macri, el jugador omnipresente que este domingo se comprometió a garantizarle votos, fiscales y estructura, al candidato que –motosierra en mano– basó su campaña en la ruptura del sistema económico y democrático argentino.
Este reagrupamiento provocó un escenario impensado hasta hace poco tiempo: el ministro de Economía de un gobierno evaluado negativamente por la mayoría de los argentinos, el de Alberto Fernández, puede convertirse en el próximo presidente refutando la vieja hipótesis «es la economía, estúpido», que atribuye la decisión final de los votantes al «bolsillo» por encima de cualquier otra cuestión.
La presencia de una figura como la de Milei, con su discurso anti Estado, negacionista de la dictadura, privatizador, autoritario, violento, , hizo emerger a una lista de valores y acuerdos sociales que en el tramo final del año electoral ubicó en una misma vereda a sectores que hasta hace poco tenían poca idea de cuánto tenían en común.
Así, Massa se convirtió en el candidato de la estabilidad política, la figura democrática capaz de terminar con la grieta, y de representar a un abanico tan amplio que pudo contraponer la idea de la Unidad a la del Cambio, que en el inicio del año electoral era representativa para el 60% del electorado.
Por contra posición, el líder libertario que inició su recorrido hacia este día prometiendo licuar el rol del Estado, cerrar el Banco Central, permitir la libre venta de armas, la venta de órganos y de niños, y cuya compañera de fórmula, Victoria Villarruel, trajo desde el pasado el cuestionamiento a la política de Memoria, Verdad y Justicia construida a lo largo de 40 años, intentó en el tramo final y de cara al balotaje, una reconversión forzada, acaso impuesta por su nuevo socio, Mauricio Macri, y su ex rival, Patricia Bullrich. Sus esfuerzos estuvieron dirigidos a borrar con el codo lo que escribió con la mano, algo que en esta época, con las redes sociales extremadamente activas, no hizo más que afectar su credibilidad.
El otro recurso con el que La Libertad Avanza intentó ganar protagonismo fue el de la denuncia de fraude.
En los medios amigos, los referentes libertarios pusieron en duda la transparencia electoral pero no pudieron ofrecer pruebas cuando fueron citados por la justicia. Además, entregaron una cantidad insuficiente de boletas para ser repartidas en las mesas, con el argumento de que eran pasibles de ser robadas y, por lo tanto, preferían aportarlas a través de sus fiscales el mismo domingo.
Esta actitud puso en estado de alerta a la Cámara Nacional Electoral, que debió lidiar con las inconsistencias de LLA durante toda la semana. Este sábado, los jueces Alberto Dalla Vía, Santiago Corcuera y Daniel Bejas citaron a los apoderados de Unión por la Patria y de La Libertad Avanza a quienes instaron, según fuentes partidarias, a «preservar la convivencia democrática».
Así, este domingo, de 8 a 18, los poco más de 35 millones de argentinos habilitados a votar definirán si la Argentina que viene hará un viraje hacia la ultraderecha o apostará a la continuidad de los valores democráticos de la mano de un candidato que debió ampliar más de lo que se preveía el marco de apoyos necesarios para dar una pelea casi imposible.
Si algo contribuyó a esta situación fue el quiebre definitivo de Juntos por el Cambio, que a partir de la alianza entre Macri y Milei parió distintas ramas internas que repartieron su apoyo entre Massa y el voto en blanco. Del FIT y de Hacemos por Córdoba, Massa no logró pronunciamientos a su favor, apenas algunos gestos individuales de dirigentes que expresaron que Javier Milei constituía un límite para ellos.
Unión por la Patria transitó no sin sobresaltos el 2023. La definición de Massa como el candidato presidencial no estuvo exenta de enredos y desprolijidades, pero hubo dos hechos determinantes para que a partir de las PASO el oficialismo se ordenara detrás del tigrense: la decisión del presidente Alberto Fernández de no ir por la reelección y el bajísimo perfil que adoptó Cristina Kirchner para cederle el protagonismo a su socio político.
El nuevo jefe de Estado gobernará un país menos binario. Las elecciones escalonadas a lo largo de 2023 fueron configurando un mapa de tres colores: Juntos por el Cambio ganó en diez provincias (CABA, Jujuy, Entre Ríos, Mendoza, Corrientes, Chaco, Santa Fe, San Luis, San Juan, Chubut), en tanto Unión por la Patria sumó victorias en siete (Buenos Aires, Catamarca, Formosa, Tucumán, La Rioja, La Pampa y Tierra del Fuego) y otros distritos (Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, Salta, Santiago del Estero y Misiones) quedaron en manos de fuerzas locales.
La libertad Avanza no logró hacer pie en ninguna provincia, y tampoco podría capitalizar como propios los triunfos de JxC porque en buena parte corresponden al radicalismo, el socio atacado por Macri, denostado por Milei, y abrazado en esta oportunidad por Sergio Massa, quien basó buena parte de su campaña en la idea de recuperar la alternancia entre fuerzas democráticas que comparten valores comunes en torno a la soberanía, la educación y salud públicas y la política de Derechos Humanos, entre otras,
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