Una semana movida la que pasó. El 17, desde el Amazonas, Joe Biden se mandó un discurso ecologista y ya que estaba, autorizó el uso misiles de largo alcance contra territorio ruso, una medida que Volodimir Zelenski le venía implorando porque advertía que no había forma de frenar los avances rusos en el Donbas y la OTAN olfateaba una humillante derrota en Ucrania.

Fue un tiro a dos bandas el del presidente de EEUU: le deja una papa caliente a Donald Trump y desafía a Xi Jinping, con quien había coincidido en la capital peruana para el encuentro de Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). El mandatario chino inauguraba el lunes un megapuerto en Chancay, a pocos kilómetros de Lima, y de ahí fue a Río de Janeiro, a la cumbre del G20.

En la disputa por la hegemonía del mundo, Sudamérica es un escenario clave. Y esa cumbre, con sus tironeos, resultó en música para los oídos de Lula, que como presidente protémpore organizó el encuentro de los países más poderosos y ese puñado de emergentes del que, milagrosamente, participa Argentina. Ese mismo día, el presidente ucraniano se despachó con seis misiles contra la ciudad rusa de Brianks. No hicieron mucho daño, pero le dio pie a Vladimir Putin para poner la rúbrica en la nueva Doctrina Nuclear de Rusia, que tenía cajoneada desde septiembre.

Luego, el presidente ruso apretó el botón de lanzamiento de un misil hipersónico Orenshik, y a poco de ver el resultado, se jactó del éxito en el terreno para anunciar que van a producirlo en serie. Parecía un aviso publicitario del artefacto desarrollado por el Instituto de Tecnología Térmica de Moscú (MITT).

En Río, los países asistentes -incluso el reacio Milei, que se tuvo que quedar en el molde – firmaron un documento que plantea una agenda contra el hambre y avanza hacia el cobro de gravámenes para las grandes fortunas del planeta. No es para ilusionarse, pero que se discutan esos temas cuando algunas potencias iban por el lado de condenar a Rusia y justificar a Israel en Gaza, es para resaltar.

Ya en Brasilia, Lula firmó 37 acuerdos de asociación comercial y estratégica con Xi Jinping. Uno de ellos es para la construcción de un corredor ferroviario bioceánico que permitirá sacar la mercadería brasileña por el Pacífico a través del flamante puerto peruano. Otro le abre una competencia binacional a la empresa satelital de Elon Musk, quien tuvo que avenirse a un fallo del Tribunal Supremo de Justicia por la red X. Todo esto mientras prosperaba una investigación contra los bolsonaristas por el intento de magnicidio contra Lula.

El jueves, la Corte Penal Internacional de La Haya ordenó detener al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu y el extitular de Defensa, Yoav Gallant, una medida que Milei rechazó por su deseo consolidar una alianza -personal- con Israel.

En esta parte de la Cuenca del Plata, mientras tanto, Uruguay se apresta a elegir al presidente que gobernará en el período de su Bicentenario (2025-2030). Hace 200 años, la región estaba enfrascada en una guerra entre las Provincias Unidas con la Banda Oriental contra el Imperio de Brasil. Ahora está la posibilidad de perseverar en la unidad mirando al mundo desde acá y no con anteojeras eurocéntricas. Como hace 200 años, el tren de la historia está pasando y habría que tratar de lo perdérselo.