El presidente también se lamentó porque «venimos de 80 años (de inflación) con un promedio de 62,6% y eso ha generado que no tengamos moneda ni crédito». Le faltó decir que el promedio, que incluye períodos hiperinflacionarios, está muy cerca de las cifras actuales. Si las políticas aplicadas no pueden ofrecer una inflación menor al promedio histórico, parece entonces que el problema no es la herencia de los últimos 80 años, sino el actual modelo.
Porque, además, si no tenemos moneda y crédito, como dice Macri, ¿es problema de la historia, o de que la tasa actual de política monetaria ronde el 70% anual? ¿o de que los préstamos en pesos hayan crecido sólo un 2,3% interanual en mayo de este año? ¿o de que el monto total de billetes y monedas en poder del público se haya incrementado sólo un 5% en los primeros cinco meses, debido a la política de crecimiento cero de la base monetaria, comparada con una inflación del 19,2 por ciento?
Macri sostuvo que el mundo resolvió la inflación hace tiempo: «por ejemplo Paraguay desde 2003 tiene estabilidad macroeconómica y cuando uno le pregunta a un taxista u otra persona, los paraguayos no saben decir cuánto sale el dólar». Extraño, dado que en el período que el presidente menciona, la dolarización de los créditos en Paraguay osciló en torno al 50%, con lo cual no es una moneda desconocida en ese país.
En la aludida entrevista radial, entre otras cuestiones, el presidente también dijo: «hemos sido el gobierno con más preocupación y actitud federal en décadas: Santa Fe y Córdoba recibieron de entrada un 15% más y nunca tuvieron tanto dinero y cuentas tan cómodas». Llamativa adjudicación de una decisión de la Corte Suprema. En verdad, la devolución del 15% a Córdoba, Santa Fe y San Luis, entre otras, surge de «fallos que estaban largamente demorados en la Corte Suprema y que el máximo tribunal dictó ayer, cuando faltan 15 días para que asuma el nuevo presidente: el tribunal declaró inconstitucionales una ley que les descontaba a las provincias el 15% de la coparticipación para financiar la Anses» (La Nación, 25.11.15). Sin comentarios.
Las definiciones siguieron, y el presidente sostuvo que otros países «hace 20 años entendieron que no se puede aprobar un presupuesto mentiroso, no cumplirlo». Cómo definiría entonces Macri al Presupuesto 2018, que establecía un aumento del PIB del 3,5%, mientras la realidad marcó una caída del PIB del 2,5% para ese año; que estimaba una inflación (IPC) de entre el 8 y el 12%, cuando la realidad arrojó una variación del 47,6 por ciento. O, por ejemplo, qué diría del Presupuesto 2019, que establece una caída del PBI del 0,5%, cuando el REM del BCRA prevé una merma del 1,5% para este año; que estimó una inflación del 23%, cuando, según las proyecciones del REM, terminaría en el 40,5 por ciento. Téngase en cuenta que no estoy comparando las variaciones del tipo de cambio, una variable muy volátil, especialmente durante la gestión macrista.
La entrevista en la radio Reconquista Hoy es un muy buen ejemplo de la intención de construir un verdadero relato de posverdad. Una tarea que, como se analizó, resulta más que ardua y exige asignarse logros ajenos y olvidarse de los yerros propios. En el caso de los logros ajenos, además del relatado de la Corte Suprema, también se extiende a obras realizadas en el anterior período, entre otras, la ampliación del subte E, realizada en su mayoría durante el anterior gobierno, parada casi totalmente en la gestión macrista, pero finalizada al filo de las elecciones de fin de mandato e inaugurada con globos y platillos.
Desde lo político, la decisión de Macri de nominar a Miguel Ángel Pichetto como precandidato a vicepresidente de su fórmula (que mutó el nombre Cambiemos a Juntos por el Cambio) generó una alteración en las variables financieras, que fue analizada por los funcionarios y los medios concentrados como una mejora en las mismas y una señal de apoyo de «los mercados» a la nueva fórmula. Se comentó incluso que algunos bancos internacionales consideraban el anuncio como positivo para la gobernabilidad y que aumentaba la posibilidad de encarar las reformas estructurales.
Hay que tener en cuenta que Argentina, luego de la fuerte desregulación de los flujos de capitales, es muy dependiente de lo que sucede en el mundo. En el caso del comportamiento de esta semana, los llamados mercados aprovecharon una oportunidad para especular y hacer ganancias. Porque los movimientos de los mercados se producen a partir de la existencia de inversores que consideran que es un buen negocio comprar activos financieros determinados, junto con otros que estiman que les conviene vender. Entonces, los mercados aprovecharon una noticia política en Argentina.
Para reflexionar: ¿cuál es la diferencia entre una tasa del 9,50% (reflejada en el riesgo país de 950 puntos) o una tasa de 8,50% que está implícita en el riesgo país post elección de Pichetto como precandidato a vice? Las dos son tasas inviables para un eventual endeudamiento de Argentina, si es que los mercados le prestaran más fondos. De hecho, si los inversores ya decidieron desde hace rato no prestar a la Argentina, ¿cuál es el sentido de medir diariamente el riesgo país? No es más que una ficción, pero que favorece los negocios especulativos, y aumenta la presión de los mercados para tratar que la economía de nuestro país vaya por el camino que a ellos les resulta más redituable.
Incluso, ya hay analistas y políticos que están utilizando este indicador de riesgo país para «pronosticar» que si ganan Macri y Pichetto el riesgo bajaría a 400 o 500 (como si ahora gobernara alguien que no fuera Macri), pero que si ganara la fórmula de Fernández y Fernández de Kirchner, el riesgo superaría lejos los 1000 puntos: una especulación eminentemente política, que no tiene ninguna base económica o financiera. De hecho, durante el 2007 el riesgo país de Argentina promedió los 410 puntos (239 en el primer semestre) y llegó a los 520 en el primer semestre de 2008.Luego se intensificó la crisis financiera internacional, y el riesgo se disparó.
Ante estos movimientos y resultados del modelo actual es cada vez más imperioso pensar en otros términos. Hay que pensar más en el mercado interno que en las compraventas de deuda pública argentina en los mercados internacionales, hay que pensar en qué medida los salarios le ganan a la inflación, más que en el valor de los aumentos de precios en sí mismos. Hay que desterrar el pensamiento de que un país sale adelante quitándoles derechos a los ciudadanos; la economía crecerá si hay cada vez más derechos, mejor distribución del ingreso y una economía enfocada en la producción nacional y en el mercado interno. Es totalmente posible, pero no con este modelo. «
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