Pobre Mauricio Macri: las cortinas de humo –como las promesas– cada vez le duran menos. Y le salen peor.
Lo del público visitante en el Boca-River, por caso, se dispersó en un fin de semana. Por la mañana del viernes el presidente reveló que le había pedido «a la ministra de Seguridad que trabaje con la Ciudad para que el público visitante pueda ir» a los partidos finales de la Copa Libertadores. Hubo un paso de comedia cuando el ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo dijo que no lo veía «factible», pero el propio Macri ratificó por radio: «Hemos llegado a un acuerdo para que haya público visitante».
Unas horas más tarde, sin embargo, el propio Macri rectificó su anuncio y le pasó la pelota «los clubes», que –según dijeron– rechazan la oferta. Corolario: el fallido «anuncio» de Macri derivó en papelón.
La polémica forzada integra la larga lista de maniobras distractivas que el gobierno suelta al aire con la esperanza de que el humo encubra la realidad. La práctica es un clásico de la acción política. Nicolás Maquiavelo introdujo la doctrina de «las guerras de distracción» en El Príncipe, cuando pondera la capacidad de Fernando V de Aragón para utilizar el conflicto con Granada con el fin de ganarse el apoyo de la elite de Castilla.
Hollywood hizo su versión en la célebre Wag The Dog, donde Dustin Hoffman y Robert De Niro interpretan a un publicista y un asesor político que inventan una guerra para encubrir un desliz privado del presidente. El lingüista Noam Chomsky describió la finalidad de las cortinas de humo con filosa precisión: «Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a la granja como los otros animales».
El asesor presidencial Jaime Durán Barba tiene fama de experto vendedor de humo 3.0. El columnista oficialista Joaquín Morales Solá, de hecho, le adjudicó haber convencido a Macri de impulsar el debate por la despenalización voluntaria del embarazo para «distraer a la opinión pública» de los escándalos por las offshore, los negocios turbios de los funcionarios y los tarifazos.
En esa oportunidad, el humo derivó en una marea verde que más temprano que tarde ampliará derechos. Pero otras maniobras distractivas en marcha van en la dirección opuesta.
La invitación de Patricia Bullrich a portar armas o la campaña xenófoba del gobierno y ciertos aliados pejotistas acaricia las peores fibras de la sociedad. Son manotazos de un gobierno que se ahoga, se entiende. Pero echar nafta al incendio social para provocar humo, además de irresponsable, es un despilfarro. Con lo cara que está. «