La voz de Cecilia Nahón suena perfecta en el teléfono, a pesar de los 8300 kilómetros de distancia. La ex embajadora argentina en Estados Unidos habla con Tiempo desde Washington, la capital que se volvió aun más famosa con la serie House of Cards. Sede del poder político pero también del Parlamento, Washington sigue impactada por el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales. Economista, con un máster en Desarrollo de la London School of Economics y un doctorado en Ciencias Sociales, Nahón es directora ejecutiva del programa «modelo G20» de la American University, con sede en la capital estadounidense. Para su nueva actividad fue determinante un atributo del curriculum: su condición de «sherpa» (colaborador directo del presidente) en las cumbres del G20 de Los Cabos (México), San Petersburgo (Rusia), Brisbane (Australia) y Antalya (Turquía). Nahón esboza una primera conclusión de la victoria de Trump: «Es una paradoja perversa que la rebelión contra las elites, la rebelión contra este sistema, esté encarnada por alguien que es parte de las elites. Y que, si bien es un outsider de la política,es parte del sistema». «Esta paradoja es un síntoma de la crisis de representación», acota. Nahón analiza las causas del suceso electoral del megamillonario que primero batió a todos sus adversarios internos del Partido Republicano y que, luego, ya frente a la demócrata Hillary Clinton, logró convertirse en el primer presidente electo de EE UU que no exhibe ninguno de los dos rasgos comunes de los mandatarios que lo precedieron: no pasó por las Fuerzas Armadas, tampoco ejerció cargos ejecutivos ni fue electo para una banca del Congreso. La ex diplomática cree que la administración de Mauricio Macri se equivocó al respaldar de modo explícito a Clinton y que esa metida de pata se debe a una lectura errada de la situación internacional, tanto en términos políticos como económicos. «La apuesta tan fuerte por Hillary fue resultado de una lectura muy ideologizada y, en un punto, quedada en la visión de un mundo unipolar, que no refleja el mundo multipolar, complejo y de reconfiguración profunda que se está viviendo hoy», advierte. -Queda claro que el resultado incomodó al gobierno de Macri, que apostó a la continuidad demócrata. Incluso llegaron a hacer declaraciones que desde el punto de vista diplomático se pueden considerar arriesgadas… -El gobierno de Macri está leyendo mal o equivocadamente la situación internacional. Creen que la troika de liberalización, globalización y financierización, como ejes de las relaciones económicas internacionales, siguen vigentes sin cuestionamiento. Y hoy, sin embargo, estamos viendo que los sistemas políticos de los países centrales se tienen que adecuar a los reclamos y planteos de sus propios pueblos, frustrados porque las promesas de esta troika no se han cumplido. Esto reconfigura el mapa. En el medio de una fuerte desaceleración del crecimiento global, porque no se terminó de superar la crisis financiera de 2008, las economías emergentes motorizadas por India y China- crecen a una tasa anual que duplica la de Estados Unidos, Europa y Japón. Por eso, las oportunidades para Argentina están mayormente en los países emergentes. Es importante desarrollar áreas de cooperación con EE UU, pero en la medida de que sean convenientes. No sobreactuando, ni buscando ser los mejores alumnos. -¿El triunfo de Trump no puede reactualizar ese mito de que los países centrales tienen para sí mismos un tipo de políticas -cuidar sus mercados internos- mientras que proponen otras medidas para los países periféricos? -La visión neoliberal del gobierno de Macri es demodé. Y no es acorde a las necesidades y posibilidades de crecimiento de una economía en desarrollo, periférica, y en proceso de industrialización, como estaba Argentina hasta el 10 de diciembre. Con problemas, por supuesto. El proceso de reindustrializar un país es sumamente complejo. Necesita un marco de políticas muy decididas de regulación, planificación e intervención estatal. Esta fue una de las banderas electorales de Trump. Creo que su narrativa proteccionista se va a encontrar con límites, aunque es esperable que se implemente, en parte, con restricciones de acceso al mercado americano, que pueden perjudicar a la Argentina. Si bien este triunfo estaría señalando un freno o una detención de los nuevos acuerdos de libre comercio, no podemos ignorar que estamos hoy ante un sistema multilateral de comercio sumamente liberalizado, con cadenas globales de valor controladas desde los países centrales, y en el que el proceso productivo está muy fragmentado a lo largo del mundo. Esto no es una lucha comercial que Trump debería dar, como dijo en la campaña, contra China y México, sino contra las propias empresas norteamericanas. ¿Un empresario rodeado de CEOs, como se espera que sea en parte de su gabinete, y representantes neoconservadores del Partido Republicano, que creen en el libre-comercio fervientemente, va a poder encarnar y enfrentar a las grandes corporaciones norteamericanas para que revisen sus modelos de negocios y deslocalización a lo largo del mundo? Hay una contradicción en la propuesta. Una promesa que Obama intentó implementar sin éxito, y que ahora Trump retomó, quizá con más chances de éxito, es el de desarrollar grandes obras de infraestructura. -¿Un nuevo New Deal, al estilo Roosevelt? -Quizá es un nombre demasiado ambicioso para un presidente como Trump y un Congreso dominado por el Partido Republicano, pero sí va a haber un aumento de las inversiones en infraestructura. La inversión en ese rubro hoy es del 1,3% del PBI. Es la mitad de lo que era a inicios de los años ’80. El triunfo de Trump, así como dejó en shock al establishment, también ha causado una alarma muy fuerte en los sectores de trabajadores inmigrantes, indocumentados, de minorías afroamericanas, en el colectivo LGBTI y en las asociaciones sindicales. El temor es que el triunfo de Trump habilite, entre los sectores más reaccionarios de la población, a impulsar amenazas, violencia y mayor represión contra estas minorías. Es una incógnita. Un elemento central de las propuestas de Trump es la reducción de los impuestos a los ricos bajo la perspectiva de la teoría del derrame, con lo cual es esperable que haya un empeoramiento en la distribución del ingreso. Si ese enfoque prima, el remedio va a ser peor que la enfermedad. «