El mes de julio es el límite que se fijan en la Casa Rosada para administrar los paliativos que buscarán atenuar los efectos del ajuste económico. El maquillaje incluye un discurso sobre el descenso de la inflación, minimizar las cifras de desocupación y brindar las primeras estadísticas.
La confesión del funcionario aporta la justa dimensión de los esfuerzos comunicacionales que afrontó la campaña presidencial de Cambiemos para maquillar el plan económico que ya había delineado la Fundación Pensar. «Casi todo se ha hecho dentro de la agenda prevista para estos meses», advierte con orgullo un funcionario cercano a Gustavo Marconato, actual secretario de Hacienda del ministro del área Alfonso De Prat-Gay y ex diputado nacional por el Frente para la Victoria durante la presidencia de Néstor Kirchner. Marconato detentó la presidencia de la Comisión de Presupuesto por aquellos años y desde el 10 de diciembre es el hombre que tiene en sus manos el control total de los pagos. «El problema es que los pisa, frena todo, y gracias a eso hay una gran cantidad de obras en distintas provincias del interior que están paradas y a esta altura del partido, el atraso les está poniendo los pelos de punta a muchos intendentes y gobernadores porque no hay señales de reactivación económica», se quejan desde la Rosada mientras miran a los vecinos de Hacienda.
En público, el discurso del gobierno nacional parece monolítico: firmeza para el ajuste y unidad para afrontar el creciente malestar por la caída del empleo, el incremento de los despidos, el descontrol de la inflación y el brutal reajuste de las tarifas de servicios públicos.
Pero en privado, los debates del Gabinete encierran mucho más que matices. En el ala política de la Casa Rosada no sólo apuntan a hombres como Marconato y su jefe Prat-Gay (que habría ganado mucho espacio «gracias al final del cepo y la salida del default»), sino al ministro de Energía y Minería Juan José Aranguren, considerado «un extremista». El trio de miembros del ejecutivo es evaluado como un sector duro, al que difícilmente se lo pueda doblegar para encontrar salidas graduales.
Por lo pronto, en el mapa de arena que delinean en Casa Rosada, se esperan números amargos para lo que resta de este mes y también para mayo y junio. «Todo el gobierno va a decir que la inflación va a bajar en julio, hay un convencimiento de que en julio habrá 1,5%, algo muy lejano a los números espantosos que esperamos para este mes y los que vienen, pero respecto a la actividad económica, no hay consenso, la mayoría de los ministros cree que la reactivación demorará más tiempo, porque eso va a depender mucho de las inversiones de afuera y de la guita que entre para obra pública», explicó a este diario un funcionario del Gabinete Económico.
Ante las consultas de Tiempo, fuentes cercanas al jefe de Gabinete, Marcos Peña, relativizaron en forma tajante las cifras sobre la caída del empleo. «Hay temor, pero no hay crisis», contestó un alto funcionario, que anticipó inminentes medidas para «promocionar el empleo joven», una de las zonas más golpeadas de la población económicamente activa. Pero además de las medidas, también habrá estadísticas. «Vamos a tener estadísticas sobre empleo, falta poco para que las publiquemos, y será de alcance federal, con una metodología basada en datos que manejan la AFIP y otros organismos», explicó. El anticipo va en la línea del off que mantuvo Macri el jueves en Casa Rosada con distintos periodistas, donde deslizó: «Falta poco para que tengamos estadísticas creíbles».
En la interpretación política del gobierno, «la percepción más crítica está en la Ciudad, y el área metropolitana, por el impacto del aumento de las tarifas, pero en el interior la realidad es otra», se defendió otro funcionario, luego de anticipar obras públicas que » ya comenzaron en la provincia de Buenos Aires», y que consisten en un «megaplan de infraestructura para cloacas y agua potable en los tres cordones del Conurbano».
El despliegue combinará obras con estadísticas oficiales sobre los temas más críticos, como el empleo. Así, Macri espera transitar los próximos dos meses, mientras espera que el invierno llegue con alguna cifra menos amarga que las que caracterizan a su estreno en el poder. El gradualismo parece haber quedado relegado a un sistema de paliativos, administrados a cuenta gotas para morigerar un ajuste que los paladares negros del gobierno se empecinan en negar. Falta saber qué imagen les devolverá el espejo de una realidad social donde los conflictos no parecen apaciguarse.
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