El caso del diputado Ameri cruzó un límite, pero en la pandemia, las cámaras y los micrófonos abiertos dejaron al descubierto varios bloopers. Impulsan una especie de código de conducta.
Sin embargo, el mal uso de la tecnología y la relajación de diputados y senadores al trabajar desde la comodidad de sus hogares dejaron al descubierto varias escenas en las que los legisladores estuvieron al límite de perder el «decoro” que procura tener el cuerpo colegiado.
Sin duda alguna, la mayor gravedad y trapaso de límites corrió por cuenta del salteño Juan Ameri. En plena sesión el jueves pasado, se lo vio tocando y besando el pecho de su pareja mientras se debatía el proyecto de ley que reprograma las deudas de las provincias con la Anses y blinda los activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ese organismo.
Si bien el episodio terminó con el rápido pedido de renuncia del salteño y su aprobación por amplia mayoría, la Cámara de Diputados avanzará esta semana en la creación de una comisión integrada por cinco legisladores, como establece el artículo 188 del Reglamento interno, para presentar una resolución con respecto a la conducta que deberán tener los diputados en el marco del trabajo remoto.
“Es el escándalo más bochornoso que nos ha tocado vivir y tenemos que hacer que este hecho nos convoque a una introspección con respecto a una suerte de código ético en cuanto a tener un comportamiento acorde con la sociedad en esta nueva realidad que tenemos de trabajar por las redes”, dijo Graciela Camaño esa madrugada en el recinto.
La diputada de Consenso Federal, que integrará parte de la comisión junto con Cecilia Moreau, Cristina Álvarez Rodríguez, Silvia Lospennato y Miguel Bazze, señaló: “Algunas circunstancias hasta parecían graciosas, pero nos tenemos que interpelar para ser mejores y que la sociedad no nos siga mirando como hoy porque esta actitud nos mancha como cuerpo colegiado”.
Tiempo hizo un repaso de los algunos “bloppers” que se viralizaron durante la pandemia en los que pude verse a legisladores profiriendo insultos con el micrófono encendido, siendo interrumpidos por los gritos de niños o los ladridos de sus mascotas, durmiendo y hasta almorzando en plena reunión de trabajo.
Durante el debate de Reforma Judicial en el Senado quedó al descubierto que el representante del macrismo Esteban Bullrich utilizaba una placa fotográfica con su imagen que dejaba fija con la cámara encendida para simular estar presente en la reunión. Más recientemente, durante la exposición de Martín Guzmán el martes pasado en la comisión de Presupuesto y Hacienda, el diputado Luciano Laspina –también PRO– quedó al descubierto con el torso denudo mientras se cambiaba una camisa y reconoció haber olvidado la cámara encendida.
Otro legislador que olvidó apagar la cámara fue el oficialista Leopoldo Moreau, que fue sorprendido cabeceando en la sesión del 1 de septiembre mientras oficialismo y oposición discutían sus diferencias con respecto al protocolo virtual.
El 30 de junio, el diputado chaqueño Aldo Leiva decidió almorzar en vivo, mientras la ministra de Hábitat, María Eugenia Bielsa, presentaba un informe sobre la situación nacional en la Comisión de Vivienda. La reunión había comenzado a las 11 y pasadas las 2 de la tarde se vio cómo al oficialista una persona le alcanzaba un plato de comida, pan y jugo de naranja.
En las sesiones del Senado, pese a que Cambiemos denuncia constantemente el apagado de micrófono por parte del oficialismo, muchas veces los legisladores olvidaron “mutearse”. Incluso la propia presidenta de la Cámara Alta, Cristina Fernández de Kirchner, en una sesión afirmó: «Parecemos un gallinero», y pidió que se activara la función silencio. El 24 de junio, la senadora de Juntos por el Cambio Laura Rodríguez Machado, que pasó a presidir la sesión, le avisó a Oscar Castillo, senador aliado a su bloque, que cerrara su exposición. Mientras se anunciaba al siguiente orador se escuchó a Castillo comentar: «Al final me cagó la misma viste».
Escándalos presenciales
No significa que a lo largo de la historia parlamentaria no haya habido escándalos presenciales. Es más, en el registro se recuerdan varios momentos donde los legisladores tuvieron un comportamiento poco adecuado. La propia Camaño en 2010 durante una reunión de comisión se levantó de su silla, se acercó a Carlos Kunkel y le propinó un fuerte golpe. En 2017, en el acalorado debate por la reforma previsional, mientras afuera del Congreso había represión policial, la tensión creciente en el recinto derivó en insultos, tironeos y amagues de piñas. «
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