Hace 26 días no sabemos nada de Santiago Maldonado. «El artesano que se hizo humo», como diría connotado periodista argentino, es en realidad un activista que fue visto por última vez durante una represión de Gendarmería a una comunidad mapuche. Ahora ya es un nuevo ícono de los desaparecidos que acumula este querido país.
Con el sentido de la oportunidad que caracteriza a sus gobernantes, estimado pueblo argentino, el presidente y la gobernadora de Buenos Aires no tuvieron mejor idea que irse a descansar el pasado fin de semana largo al sur, muy cerquita de donde desapareció Santiago. A lo mejor nos engañaron y están tan, pero tan preocupados por el caso, que fueron a hacer investigaciones propias y ultrasecretas.
Con ese mismo sentido de la oportunidad, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires regaló carritos de Gendarmería para el Día del Niño. Algunas organizaciones sociales los devolvieron. No sabemos quién fue el brillante funcionario al que se le ocurrió, en plena búsqueda de Santiago (¿lo están buscando?), que era buena idea que los niños jueguen a ser gendarmes. Nomás les faltó incluir muñequitos de mapuches y toletes, pistolas de balas de goma y gases lacrimógenos para reprimirlos.
Esta semana, el ministro de Justicia Germán Garavano casi me partió el corazón. «Estoy dolido», dijo después de que fracasara la reunión que él, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, tuvieron con los organismos por la desaparición de Santiago. Si usted está «dolido», señor ministro, imagínese a la familia de Santiago que ha tenido que escuchar la ardua defensa de los funcionarios a los gendarmes, la campaña mediática contra los mapuches, las operaciones de prensa para sembrar pistas falsas y hacer creer que Santiago está escondido, más las declaraciones de Bullrich en las que los acusó de no querer «cooperar» con la búsqueda. Se me ocurre que los familiares de Santiago, más que «dolidos», están indignados, desesperados, decepcionados y enojados, pero capaz son nomás ideas mías.
Otro político que casi me conmueve es el exministro de Planificación, Julio de Vido. «Nadie está más dolido que yo», dijo sobre la tragedia de Once. Ay, la megalomanía de algunos dirigentes. Cómo puede creer que está más «dolido» que los familiares de los 51 muertos y los cientos de heridos que padecieron la inexplicable indiferencia del pasado gobierno. De Vido también dijo que el juicio en su contra (arranca a fines de septiembre) es una «persecución del gobierno de Macri». No, señor exministro, es justicia. La esperan y la merecen las víctimas.
El que yo creo que sí debería sentirse «dolido» es el presidente. La semana pasada, cuando Mike Pence, el vicepresidente de Estados Unidos, vino a Buenos Aires, intercambiaron elogios y unieron fuerzas en su cruzada contra Venezuela. Pero ya sabemos que esta gente no viaja nomás para saludar. Horas después de la visita, Estados Unidos anunció que exportará carne de cerdo a Argentina por primera vez en 25 años. O sea que el país de la carne importará carne gringa. Los productores locales ya empezaron a hacer cuentas de las pérdidas y todavía no lo pueden creer.
Las malas noticias no terminaron ahí. Esta semana, Estados Unidos aumentó los impuestos al biodiésel argentino. El incremento es tan alto que significa virtualmente el cierre de ese mercado para los argentinos. El jueves por la noche, la Cancillería rechazó la medida en un comunicado y advirtió que hasta puede demandar a Estados Unidos en tribunales internacionales. Yo todavía recordaba los abrazos y sonrisas que Macri y Pence se habían prodigado días antes en Olivos. Qué poco les duró el amor.
Los que me dan más pena en todo este lío son los pobrecitos limones argentinos. El gobierno anuncia a cada rato, con bombos y platillos, que ora sí ya se van a vender en Estados Unidos, pero pasa el tiempo y nada, acá siguen. Como dice una canción mexicana: «porque estás que te vas, que te vas, y no te has ido. Es al revés que la lluvia de inversiones, que nomás no llega.
Entre tantos dolores, nos enteramos de que casi la mitad de los bienes de los ministros macristas está en el extranjero. Muy feo que no confíen en el país que gobiernan. Caso especial el del titular de la AFI, Gustavo Arribas. Es el que más bienes tiene afuera, y eso que es uno de los mejores amigos del presidente. Y ni hablar del ministro de Economía, Nicolás Dujovne, ¿con qué cara piden inversiones si ellos mismos prefieren resguardar sus fortunas en otros países?
Bueno, no hay que ser tan malpensados. A lo mejor ya están haciendo trámites para traer sus millones, sobre todo ahora que Macri prometió que se vienen los mejores 20 años de la Argentina.
Yo me voy a tener que quedar aquí para ver estas décadas de prosperidad, faltaba más.
Seguimos. «