Ya sé que hoy es el día. Claro que lo sé, cómo me voy a olvidar. Y sin embargo, no sé. Me cuesta hablar sobre eso. Sobre todo por qué no sé muy bien sobre qué estaríamos hablando, pero también porque cuando las cosas se vacían, cuando la historia ya es historia, es muy ruin llenarla con lo que se te ocurre aprovechando la circunstancia.
En primer lugar, dejá que te lo diga, hay cosas de las cuales no hay que andar alardeando por ahí. Hay cosas que se hacen en silencio, sin decir nada, perfil bajo y que, en todo caso, te lo reconozcan los demás y no vos mismo poniéndote una remera estampada en blanco y negro con el pinto. Porque las verdades no se dicen. Se hacen.
Por otro lado, dejame seguir, que estoy misteriosamente locuaz, hay cosas que no hay que andar hablando con cualquiera. Ésta ponele. Porque no hay que andar tirando margaritas a los chanchos. Como esa anteúltima vez que cometí el error de decirle a un compañero -en la cara, eso sí- “la diferencia entre nosotros es que yo tengo códigos”. Que mal que estuve ese día, ¿sabés? Porque cuando llega ese instante en la vida en que vos tenés que aclarar que tenés códigos es cuando acabás de empezar a perderlos. Es como esos que te dicen “yo soy de barrio”, estirando las r. Insisto, que estoy insistente aparte de locuaz, yo no soy nada. Soy lo que puedo ser, apenas.
Aparte, y escuchame por favor, ¿qué festejamos?, ¿qué conmemoramos? ¿El liderazgo o aquel liderazgo? ¿La conducción o aquella conducción? ¿Aquellas realizaciones? ¿Lealtad al tipo? ¿A las ideas? Porque no es menor saber eso. Si no tendría que haber andado festejando este día en la década del ´90 y la verdad que en la década del ´90 no festejé un carajo precisamente por intentar vanamente ser leal. Traicioné, en los ´90, tratando de ser leal, ¿sabés? Me fui, y me voy a volver a ir todas las veces que sea necesario. Traicioné, y voy a volver a traicionar las veces que sea necesario, tratando de ser leal.
También, hay que decirlo, alguna vez hay que decirlo, aquel 17 cruzaron el Riachuelo nadando no por lealtad. Lo cruzaron, o caminaron desde Urquiza, desde Lugano, desde Ciudadela, no por lealtad. Lo hicieron porque defendían cosas de ellos, cosas que nunca habían tenido y habían empezado a tener. Derechos, ponele. Lo hicieron por interés, que tanto. Y está muy bien que así sea. ¿O sólo pueden hacer cosas por interés los ricos y los poderosos? No querido, nosotros también podemos y debemos hacer las cosas por interés. La lealtad viene después, cuando ser no garpa. En la Resistencia ponele. Esos sí tienen derecho a festejarse el Día de la Lealtad, aunque vayan quedando cada vez menos. Yo no.
Porque aunque el tiempo pase aprisa y ya me duelan las articulaciones al levantarme, sigo siendo un poco anarquista y bastante gil. Porque creo, a pesar de todo, creo. Y la única Lealtad que me va quedando, y que espero nunca perder, aunque no sé, porque nunca se sabe, es con los humildes y con los buenos corazones. Que por suerte, a pesar de todo y de todos, siguen siendo la primera mayoría.
Por ellos, y por mí, a todos los demás soy capaz de traicionarlos el 18 de octubre.
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