Comienza el juicio por la Masacre del Pabellón Septimo: la matanza de presos de Devoto silenciada por la dictadura

Serán juzgados tres ex funcionarios del Servicio Penitenciario Federal por la muerte en 1978 contra 65 detenidos y las torturas contra otras 88 personas que sobrevivieron a la masacre.

Cuando este miércoles a las 10 el Tribunal Oral Federal 5 de Comodoro Py de comienzo al juicio oral por la Masacre del Pabellón Séptimo, se habrán cumplido 46 años y casi siete meses de la matanza de 65 presos comunes de la cárcel de Devoto por parte del Servicio Penitenciario Federal y las torturas y heridas sufridas por otros 88 detenidos. 

En el banquillo sólo habrá tres imputados: el exdirector del Instituto de Detención de Devoto, Juan Carlos Ruiz; el exjefe de la División Seguridad Interna, Horacio Martín Galíndez, y Gregorio Zerda, quien era celador de la División Seguridad Interna. Están acusados por su responsabilidad en los delitos de tormentos y tormentos seguidos de muerte. 

El juicio se desarrollará de manera presencial en Comodoro Py 2002 y se podrá seguir en vivo también a través de las transmisiones de La Retaguardia.

Un infierno 

Ese 14 de marzo de 1978 por la mañana, una requisa extremadamente violenta ingresó al pabellón. Los guardias entraron a los golpes contra todos los detenidos, que resistieron y colocaron sus camas cuchetas de hierro para bloquear el paso. Cuando no pudieron ingresar, los guardias comenzaron a disparar desde detrás de las rejas y se desató la masacre.. 

«Desde la pasarela empezaron a disparar con lanza gases y el ametralladorista empezó a disparar con una ametralladora, tiro a tiro, eligiendo el blanco. Yo tengo flashes de ese momento de 150 personas corriendo para todos lados, escondiéndonos debajo de las camas, de armarios de cemento o simplemente corriendo tratando de evitar los disparos que venían desde una pasarela que estaba a escasos dos o tres metros de altura. Pero después, inmediatamente, a los pocos minutos subió otro con una ametralladora y otro con un lanza gas y entonces ya eran dos ametralladoras y dos lanza gases. Aahí sí teníamos que evitar que nos cazaran y empezamos a arrojar con todo los que teníamos, papas, enseres de cocina, radios, las pilas de las radios, todo hacia la pasarela desde donde estaban disparando, pero no alcanzaba», reconstruyó Hugo Cardozo durante la instrucción de la causa. 

Tanto Galindez como Zerda fueron reconocidos por los sobrevivientes como algunos de los que comenzaron a tirar contra los presos indefensos. Para impedir la visión y cubrirse de los disparos, los presos colocaron sus colchones sobre las camas. 

Se desconoce cómo se inició el fuego, puede haber sido una granada de gas lacrimógeno o los quemadores a kerosene que usaban los presos, pero el pabellón se cubrió de humo y fuego en muy poco tiempo. 

“Con los colchones ardiendo la policía se fue, la goma espuma prendida chorreaba ardiendo, y no se podía respirar. Era todo silencio, se habían ido todos de la pasarela, estábamos nosotros nada más y el fuego. No abrieron más, pasaron unos 40 ó 50 minutos, donde uno no podía estar, yo me desmayé, luego me desperté, me volvía desmayar, sólo se veía el humo, el calor irrespirable, el piso era todo vómitos, sangre, pellejos humanos, cadáveres, ya en ese mismo momento tenía que haber unos 40 muertos seguro»,  contó el sobreviviente Alberto Rafael Ricca a la justicia. 

Nadie apagó el fuego ni les permitió salir del pabellón, señalaron los sobrevivientes. “Lo único que hizo el Servicio Penitenciario fue dejamos morir cocinados, asfixiados y cuando quisimos respirar asomándonos por las ventanas nos bajaban a balazos”, contó Cardozo. Cuando se terminó de consumir lo que había en el lugar, el incendio se apagó solo. 

A los que pudieron salir caminando, los recibieron con más golpes y bastonazos, hasta que no dieron más. Así lo relató Cardozo: “Los 15 que llegamos al baño éramos solo lamento, dolor. Abrí como pude una canilla y el agua estaba cortada, la única que había era la de un piletón que tenía jabón y me zambullí a tomar esa agua, a refrescarme para parar el dolor, las quemaduras, hasta que sentimos que empezaron de afuera a los gritos diciendo «corran las camas hijos de puta, corran las camas y salgan de a tres». Algunos compañeros mayores se pusieron a correr camas para liberar la puerta y sentimos inmediatamente cuando salieron los primeros una sucesión de golpes, quejidos y gritos. Llegué hasta el frente de la reja y mirando al piso con las manos en la nuca y lo único que vi fue un cordón policial que

se prolongaba en ese pasillo de 6 o 8 metros con personal con todos los elementos para golpear, hasta candados, y ahí me puse las manos en la nuca, y me largué a la carrera mientras era golpeado por esa gente, que tenía uniformes de distintos colores».

Motín de los colchones

La masacre fue silenciada durante casi 30 años. La versión oficial fue que se trató de un motín, que habían intentado secuestrar a un guardia y que el fuego había sido iniciado por ellos intencionalmente. La justicia no investigó y el episodio fue conocido como el “motín de los colchones”. A partir del relato de los sobrevivientes, poco a poco se fue conociendo lo que ocurrió ese día. 

¡Me asfixio! ¡Dios!

Pienso en mi cara… se está quemando, ahora, mi cara… ¡Dios!

Una explosión y los colchones se prenden fuego y nos quemamos vivos…

Así describió el Indio Solari en su tema “Pabellón Séptimo (relato de Horacio)” lo que pasó ese 14 de marzo en el penal ubicado en la zona oeste de la Ciudad de Buenos Aires. El tema, publicado en 2004, sirvió para mantener vivo el reclamo de las víctimas y sus familiares. 

Una investigación realizada por la abogada Claudia Cesaroni, hoy querellante en este juicio, se convirtió en el libro Masacre en el Pabellón Séptimo y motorizó la investigación judicial, que fue reabierta en 2013 y un año después la Cámara Federal falló a favor de considerarlos crímenes de lesa humanidad. La causa, instruida por el juez federal Daniel Rafecas, fue elevada a juicio en 2020 y recién ahora, 4 años después, comienza el esperado debate oral y público. En ese tiempo, el cuarto acusado, Carlos Aníbal Sauvage, quien era jefe de la Sección Requisa de la División Seguridad Interna, murió impune. 

Además de la querella de Cesaroni, que representa a familiares y sobrevivientes, estarán también las querellas institucionales de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la Liga Argentina por los Derechos Humanos. La fiscalía estará a cargo de Abel Córdoba y el Tribunal será integrado por Nicolás Toselli, Adriana Palliotti y Daniel Obligado. 

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